domingo, septiembre 27, 2015

Material para leer

Es verdad, una vez más olvidé decirles qué debían leer para la clase próxima (y ustedes, perversos, no me lo hicieron notar).

Lean, pues, el texto de Michel Henry sobre Marx y el marxismo. Gracias.

Fin del comunicado.

Adenda al comunicado:

Para complementar lo que charlábamos acerca del avance de las tecnologías, un par de videos divertidos, como para matizar la cuestión marxista, que a esta altura de las circunstancias... Bueno, eso.


Niños que reaccionan a un teléfono de disco:



O a una vieja computadora:




O a un walkman:

domingo, septiembre 20, 2015

Materiales varios para leer la fenomenología.

Les dejo por aquí algunos videos como un aporte adicional al tema de la mirada del otro. Son distintas aproximaciones al tema, pero creo que de algún modo todos aportan algo.

Veamos... Tenemos, por ejemplo, una vieja publicidad:




Tenemos también un programa de filosofía en TV...




Y aquí otro, un poco más moderno y a la moda, con cosas que tienen que ver con cultura afectiva:




Les dejo además un texto de Milan Kundera, que complementa el de Alain Finkielkraut.

Y finalmente un segundo enlace a un fragmento de entrevista a Humberto Maturana que a nuestro titular Daniel Lutzky le pareció interesante.

Ah, y un último video, que también tiene que ver con todo este asunto de los fenómenos sensibles, pero que alguna vez me sirvió además, en lo personal, y me gusta tener presente.





jueves, septiembre 10, 2015

En este lugar...

...pueden dejar sus imprsiones respecto de qué les pasó con el ejercicio que hicieron al finalizar la última clase. El hecho de mirar, de ser mirados, de imponer una identidad al otro y de recibir la imposición de una identidad por parte de ese otro que nos miraba.

Recuerden que la clase que viene estaremos trabajando el texto "La sabiduría del amor" de Alain Finkielkraut.

jueves, septiembre 03, 2015

Sobre la repugnancia y las diferencias...


Barbara, a quien supongo estudiante de Ciencias Sociales, publicó ayer esta fotografía en un grupo de Facebook de la Facultad. El texto solamente decía: "Se llamaba Aylan y tenía 3 años."

Me llamó poderosamente la atención el rechazo que muchos compañeros suyos expresaron ante la publicación. Muchos comentarios del tono "Saquen esa foto", ·"No es necesario el morbo", "Sabemos lo que pasa y ya bastante tenemos con los medios", etcétera.

Hice mi aporte. Escribí: "Un espanto. Hiciste bien en publicarlo acá, Barbara. Dicen que somos parte de Ciencias Sociales. Si esto no es objeto de estudio para una Ciencia Social, no sabría decir para qué mierda sirva lo que estudiamos."

Alguien respondió, casi de inmediato: "No, esto que posteó es pura mierda sentimental. No un objeto de estudio como una noticia o datos."

No respondí, pues comprendí que era una batalla perdida desde el vamos, pero no pude evitar pensar: "Pelotudo, se llamaba Aylan, tenía tres años y murió ahogado por intentar escapar de una guerra, ¿qué otros datos necesitás?"

De repente me vino a la mente un ensayo de Carlos Eduardo Figari que leí hace unos pocos días, titulado "Las emociones de lo abyecto", que habla acerca de la repugnancia. Dice que todo aquello que el cuerpo humano secreta o excreta, mierda, orines, vómito, mucosidades, sangre menstrual, pus, sudores, lagañas, nos repugna. La excepción a esta regla sería el llanto, que no casualmente, según el autor, es la única de todas las materias enumeradas que sólo genera el ser humano. Esta diferencia le daría cierta dignidad. Así que si al mirar la fotografía del cadáver de Aylan te dan ganas de soltar una lágrima no la contengas. Todo lo demás es propio de la animalidad, y es desagradable. 

Pero además hay otra distinción: con excepción del semen, que de todos modos pierde su dignidad vital reproductiva al ser eyaculado fuera del cuerpo de la mujer, se trata en todos los casos mencionados de sustancias que el cuerpo expulsa como materia de desecho, sustancias muertas e inútiles. Por eso nos asquean, del mismo modo que nos asquea un cadáver, que desde el momento de serlo ha perdido su dignidad humana para comenzar a convertirse en materia putrefacta.

Pero estos inmigrantes, Aylan, sus padres, sus coterráneos y tantos otros expulsados por diversos motivos del sacrosanto templo de la sociedad civilizada en todas partes del mundo, incluso aquí cerca, a la vuelta de la esquina, han comenzado a ser materia putrefacta para el sistema incluso antes de haber muerto. Pero son, ni más ni menos, lo que este sistema desecha.

Esta mañana encuentro, sobre el mismo tema, algunas imágenes más poética y políticamente correctas. Por ejemplo, en el portal de un colega:


Es mucho mejor. No insulta la sensibilidad de nadie, ni la del muerto (¿pero es que antes, cuando estaban vivos, les habíamos dado esa dignidad que ahora reclamamos para ellos después de muertos?) ni sobre todo la del vivo. Sin embargo, es una imagen falaz: porque en la realidad no se trata de una mariposa, sino de miles de ellas. Una plaga, podría decirse, desde el punto de vista de nuestra sociedad capitalista. Pero esto el dibujante no lo expresa, porque no sabría cómo salir de la paradoja: una mariposa es poética; miles y todas juntas ya producen recelo, pues se leen como una amenaza. Y de las amenazas uno se defiende, o las aniquila.

Entonces, precisamente en este punto, es donde la fotografía puntual, los datos concretos, cobran mayor sentido: No se trata de mariposas. Se llamaba llamaba Aylan, tenía tres años y murió ahogado por intentar escapar de una guerra, ¿qué otros datos necesitás, pelotudo?

Me preocupa que nos amparemos tanto en la comodidad del no ver, que no guarda distancia con la comodidad del no saber. O saber, sí; pero en un nivel de abstracción teórica que en definitiva nos permite no enfrentarnos a la cruda realidad de los hechos: el otro no es tan diferente de nosotros mismos, y sin embargo no estamos preparados para hacernos cargo de él. Hasta tanto estemos listos, entonces, si es que algún día llegamos a estarlo, preferiríamos que no nos muestren estas cosas, gracias...

Hoy la escritora Fernanda García Lao publica en su Facebook: "¿Por qué ese nene y no los que mueren a diario en barcos y pateras? El capitalismo genera su propia iconografía del dolor. Se lamenta un rato. Después sigue masticando."

Pues bien, según un bello texto que escribió en su momento José de Saramago en sus "Cuadernos de Lanzarote", no tenemos tanto lugar en el alma como para compadecernos por todas las innumerables víctimas que todos los días produce nuestro mundo. La cantidad nos desborda y, a la larga, nos insensibiliza. Entonces, decía, es sano poder focalizar en una víctima puntual, cualquiera que sea, para que la conciencia fructifique, incluso a sabiendas de que son muchos, muchísimos más los casos. Tomar verdadera conciencia de uno solo de estos casos, ya es mucho más que insistir en seguir con los ojos cerrados ante el horror.

Es verdad: una fotografía no cambia (casi) nada. Y uno no cambia con la foto. Aunque sí puede cambiar con la eventual reflexión que esa fotografía genere. De hecho todos somos en cierto punto culpables, porque muchas de estas muertes se realizan en nombre de la cultura a la cual pertenecemos, y que sostenemos a través de nuestras prácticas y decisiones políticas. A través de nuestras lecturas de quién es el diferente.

Para favorecer la constitución de los equipos...

Para hacer el trabajo de investigación de la materia, relativo a las culturas afectivas en relación con la violencia, es necesario que conformen equipos, de entre tres y cinco personas. Les dejo esta entrada para que ustedes puedan, en los comentarios, hacer propuestas temáticas y comenzar a acordar grupos en función de los intereses comunes que eventualmente se vayan planteando.

Mapas alternativos


El mapa que se reproduce más arriba se conoce como Mapa de Gall-Peters y es una alternativa, generada por primera vez en el año 1856, al mapamundi Mercator, que es el que utilizamos habitualmente nosotros. El problema es cómo representar en dos dimensiones algo que originalmente existe en tres. Sería algo así como desplegar la cáscara de una naranja en un espacio rectangular: resulta simplemente imposible hacerlo sin romperla ni deformarla. Eso es lo que hace el mapamundi de Mercator: deforma, convirtiendo la esfera en un cilindro primero, y desplegándolo después en una superficie plana. También deforma el mapa de Peters, pero como lo hace a partir de una ubicación diferente del Ecuador, más cercana a su posición real, modifica ciertas proporciones en relación al planisferio de Mercator. Sucede que "en el Universo no hay arriba y abajo ni norte y sur: sólo dentro y fuera". Esto lo asegura Buckminster Fuller, el autor del planisferio conocido como Dymaxion, que puede verse en la imagen de aquí abajo, que para atenuar las modificaciones generadas por el aplanamiento de esa esfera que es nuestro planeta propone una serie de cortes que permitan distrubuir mejor nuestra cáscara de naranja sobre un plano.


En definitiva, lo cierto (y lo que a nosotros nos interesa) es que todo mapa, toda representación, será siempre y necesariamente en cierto punto falaz. Y en cierto punto también será política, en tanto se trata de posicionar una visión sobre la realidad de manera tal que venga a ocupar el lugar de ésta. Quien lo logre, habrá logrado imponer un punto de vista. En definitiva, siempre hay entonces, detrás de todo punto de vista, una cuestión relacionada con los juegos de poder. Fuera de estos juegos de poder, la verdad es que toda representación será siempre relativa a la perspectiva adoptada por un observador. Nuestra "realidad" está formada por representaciones. Es una realidad social y discursiva, nunca una realidad ontológica. Comprender esto cabalmente no hará que nuestro mundo sea ni más ni menos real de lo que es, pero seguramente nos servirá para alejarnos de posicionamientos absolutistas que sólo den lugar a nuestras miradas, sin posibilidad alguna de evolución para nuestras ideas o las de otros.

Acerca de las Cuatro Nobles Verdades

A la manera de una síntesis de lo visto al final de la última clase:

1. El sufrimiento es propio de la condición humana.
2. El sufrimiento está ocasionado por el deseo insatisfecho.
3. Si se suprime el deseo, desaparece el sufrimiento.
4. Es posible suprimir el deseo.

 

"¿Cómo podríamos ser felices, con todo lo que nos falta saber del mundo?", podría preguntarse Fausto. Y seguramente él hablaría de conocimientos, pero para el caso también podríamos estar hablando de dinero, de otros bienes materiales, o simbólicos, de un título universitario, de experiencias sensuales, de pasiones diversas. Fausto es el arquetipo. Pero también podríamos hablar de Mick Jagger, de Don Juan, del muchacho que quiere una guitarra eléctrica, hasta el momento en que la tiene y pasa a desear otra cosa, o de cualquiera de nosotros. A todos nos pasa más o menos lo mismo, al fin y al cabo.

Don Juan es hermano de Fausto en la frustración. La vida no le alcanzará a ninguno de los dos para completar el objetivo que se han impuesto: en el caso de Fausto siempre habrá más cosas para saber; para Don Juan, siempre habrá una mujer más por conquistar. Don Juan lucha con las pasiones que son propias de la incompletud humana. Fausto, en su afán por comprenderlo todo, pretende parecerse a Dios, casi como el legendario bello ángel caído. La referencia bíblica no es gratuita: en las cosmogonías es posible encontrar cosas de lo más interesantes, que siempre nos conectan con nuestras realidades. De hecho, es en el fruto prohibido de la sabiduría, del árbol del bien y del mal, donde el hombre encuentra fatalmente la condena derivada del pecado originario. Mala prensa para el positivismo.

Oswald Spengler, en su libro La decadencia de occidente, habla del hombre fáustico como modelo del hombre occidental: se trata de un hombre permanentemente insatisfecho, tanto da que se llame Fausto, Don Juan, que tenga tu nombre o el mío. Siempre le faltará algo para sentirse completo, con lo cual vivirá en un estado de tensión permanente, que se parecerá mucho al sufrimiento, a la frustración, a la insatisfacción, a la angustia de saber que hagamos lo que hagamos nunca será suficiente.

"So many books, so little time", dice la remera que luce Rodrigo Fresán en la fotografía de la solapa de uno de los libros que guardo en mi biblioteca. Cosa curiosa: no recuerdo el contenido del libro, pero la leyenda de la remera quedó marcada en mi cabeza. "So many women, so little time", se lamenta Don Juan. Y en definitiva es lo mismo. También Cortázar se angustiaba, en algún pasaje de Rayuela, ante la evidencia de una vida tan corta para tantas bibliotecas. Una psicóloga muy bien preparada, con la cual alguna vez me traté, declaraba no saber nada de zen, pero como terapeuta me recomendaba focalizar siempre en las cosas de manera tal que lo mucho que falta no impida ver lo mucho que se tiene. Mi maestro de tai chi zen, en cambio, probablemente diría que para que algo nos falte tenemos primero que creer la falacia de que somos algo separado del resto del mundo. Yo los escucho a los dos, pero Fausto y Don Juan siguen allí, parados ante mis ojos. Fausto tiene puesta una remera que ya he visto en alguna otra parte, y Don Juan trae de la mano a una señorita de la cual sería muy difícil evitar enamorarse; sería una pena morir sin haber gozado antes de sus encantos. Entonces me despierto... pero no estoy seguro de que no siga soñando.

Pregunta no inocente: ¿Dirías que esta sociedad, que nos ofrece y muestra cientos y miles de placeres posibles, que nos estimula, que nos enciende, determina una cultura del hedonismo o más bien del displacer?