Para su película El hombre elefante (1980), David Lynch se inspiró en la historia real de Joseph Merrick, un hombre gravemente deformado que vivió en Londres durante el siglo XIX. Lo mismo que Frankenstein o El jorobado de Notre Dame, es la mirada de los demás la que somete al personaje principal a la condena de ser alguien diferente. Sin el otro, el monstruo no existe.
Hoy encontré un artículo que habla de Anna Coleman. Una artista plástica que, después de la Primera Guerra Mundial, se ocupaba de fabricar máscaras para que los soldados que hubiesen sufrido mutilaciones faciales severas pudieran regresar en alguna medida a la vida social. Me pareció un material interesante para elaborar la cuestión de la identidad a partir de la mirada de los demás.
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