viernes, agosto 23, 2019

3. Las cuatro verdades orientales

Las Cuatro Nobles Verdades del budismo son:
1. El sufrimiento es propio de la condición humana.
2. El sufrimiento está ocasionado por el deseo insatisfecho.
3. Si se suprime el deseo, desaparece el sufrimiento.
4. Es posible suprimir el deseo.

Por su parte, Jagger y Richards nos recuerdan lo difícil que es quedar satisfechos:


Deseo e insatisfacción. "¿Cómo podríamos ser felices, con todo lo que nos falta conocer del mundo?", podría preguntarnos Fausto. Y seguramente él hablaría de conocimientos, pero para el caso también podríamos estar hablando de dinero, de bienes materiales, o simbólicos, de un título universitario, de experiencias sensuales, de pasiones diversas. Fausto es el arquetipo. Pero también podríamos hablar de Mick Jagger, del amante Don Juan, del muchacho que quiere una guitarra eléctrica hasta el momento en que la tiene y pasa a desear otra cosa, o de cualquiera de nosotros. Porque a todos nos pasa más o menos lo mismo.


Don Juan es hermano de Fausto en la frustración. La vida no le alcanzará a ninguno de los dos para completar el objetivo que se han impuesto: en el caso de Fausto siempre habrá más cosas por saber; para Don Juan siempre habrá una mujer más por conquistar. Ambos se sienten frustrados e incompletos. Don Juan lucha con las pasiones y con el drama de la finitud humana, con el que también lidia Fausto, quien en su afán por comprenderlo todo pretende en definitiva parecerse a Dios, como el legendario y bello ángel caído. La referencia bíblica no es gratuita: en las cosmogonías es posible encontrar cosas de lo más interesantes, que nos conectan con nuestras realidades. Por ejemplo, ya que de Fausto hablamos: es en el fruto prohibido del árbol de la sabiduría, del conocimiento del bien y del mal, donde el hombre encuentra fatalmente la condena derivada del pecado originario. Mala prensa para el positivismo.

Oswald Spengler, en su libro La decadencia de occidente, habla del hombre fáustico como modelo del hombre occidental: se trata de un hombre permanentemente insatisfecho, tanto da que se llame Fausto, Don Juan, que tenga tu nombre o el mío. Siempre le faltará algo para sentirse completo, con lo cual vivirá en un estado de tensión permanente, que se parecerá mucho al sufrimiento: frustración, insatisfacción, angustia de saber que hagamos lo que hagamos nunca será suficiente.




"So many books, so little time", dice la remera que luce Rodrigo Fresán en la fotografía que ilustra la solapa de uno de sus libros. Cosa curiosa: no recuerdo el contenido del libro, pero la remera quedó marcada en mi cabeza. "So many women, so little time", se lamentaría Don Juan. Y en definitiva es lo mismo. También Cortázar se angustiaba, en algún pasaje de Rayuela, ante la evidencia de una vida tan corta para tantas bibliotecas. Una excelente psicóloga, con la cual alguna vez me traté, declaraba no saber nada de zen, pero me recomendaba focalizar siempre en las cosas de manera tal que lo mucho que siempre e inevitablemente falta no nos impida ver lo mucho que se tiene. Mi maestro de tai chi zen, en cambio, hubiese dicho que para que algo nos falte tenemos primero que dejarnos ganar por la falacia de que somos algo separado del resto del mundo. Yo los escucho a los dos, pero Fausto y Don Juan siguen allí. Fausto tiene puesta una remera que ya he visto en alguna otra parte, y Don Juan trae de la mano a una señorita de la cual sería muy difícil evitar enamorarse; sería una pena enorme morir sin haber gozado de sus encantos. Entonces me despierto... pero no estoy seguro de no seguir soñando. La sociedad, como en un sueño, me sigue ofreciendo cientos y miles de placeres posibles, que nos estimulan, que nos encienden. Pero en rigor no es una cultura del hedonismo, sino del displacer, porque no importa cuánto tengamos, siempre seremos entidades incompletas, y nos lo recuerdan todo el tiempo, para que no podamos olvidarlo. Sin embargo, tal vez esto no sea más que una falacia, destinada a perpetuar el sufrimiento. Un sufrimiento ilusorio, lo mismo que la felicidad. Porque anular el sufrimiento no significa ser feliz, sino estar en equilibrio.

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