viernes, noviembre 15, 2013

Acerca de los debates sobre Flor de la V y otras cuestiones vinculadas al género

Pensá en una Ley de Libertad de Cultos que te permitiese optar libremente entre la posibilidad de: 1) ser católico; 2) ser judío. Nada más. Menuda libertad, ¿verdad? Alguien podría preguntarse qué es lo que sucede con todo el resto de la amplísima diversidad de credos que existen. Pues bien, algo similar a esto es lo que yo percibo en la famosa Ley de Identidad de Género, que habilita a las personas interesadas a pedir ser reconocidas como: 1) mujer; 2) hombre. Desconociendo, de esta manera, la complejísima diversidad de géneros sexuales que se verifica ya no en los papeles y los documentos, sino en la realidad.

Por empezar, deberíamos considerar que si bien en el uso social existe todavía una cierta identificación entre la sexualidad y las orientaciones sexuales, no hay una correlación necesaria entre estos dos aspectos. Como tampoco la hay entre la genitalidad y la identidad de género que se da en el reconocimiento de sí mismo del propio individuo. Con esto tenemos, entonces, ya de movida las siguientes categorías: En cuanto a las preferencias sexuales, se puede ser heterosexual, homosexual, bisexual o asexual. Y en relación al género en sí mismo se puede ser hombre, mujer, hombre (genitalmente) que se reconoce como mujer, mujer (genitalmente) que se reconoce como hombre, o tener un sexualidad ambigua. Como se ve, el panorama es bastante amplio.

Por supuesto, alguien podría señalar que no es necesario determinar los gustos sexuales de una persona como dato relevante para proceder a su identificación como individuo, y muy probablemente tendría razón. Pero alguien podría también doblar la apuesta y decir entonces que la misma observación podría ser aplicada a la determinación del sexo de una persona. Que es digna en su condición de persona, precisamente, y no por ser hombre o por ser mujer. Tal vez sea hora de ir dejando de lado estas categorizaciones. Que solamente hacen, esto sí es cierto, a la posibilidad de que dos individuos cualesquiera, a partir de la cópula, sean capaces de reproducirse. Este es el hecho biológico irreductible. Pero no por no poder reproducirse un anciano o una persona infértil pierden su condición de hombre o de mujer. Algo exige ser redefinido. ¿Cuáles son los parámetros identitarios definitorios de una persona que suponen razonablemente una distinción pública y cuáles no? Podríamos extender nuestras consideraciones a otros campos y señalar que una persona no es su nombre, ni su número de documento, que está mal obligar a los judíos a llevar una estrella de paño amarilla que los identifique, o también podemos insistir en que no es correcto obligar a una persona a definirse entre ser católico o judío, hombre o mujer, como categorías excluyentes de otras posibilidades.

Y sin embargo, hay todavía algo más a tener en cuenta, y es que allí donde el credo, por poner un caso, pareciera agotarse en el ejercicio de la propia libertad (algo también discutible, pues allí donde alguien cree algo diferente a lo que yo creo en cierta modo me está impugnando), no sucede lo mismo con la cuestión de lo sexual, que siempre involucra necesariamente a un otro, en función de lo cual el sexo se define a partir de una diferencia. Con lo cual la identidad sexual tendrá que ver con la percepción que tenga cada individuo sobre sí mismo, pero también estará atravesada por el modo en que los demás nos vean, de un modo que también será determinante. No puede hablarse de un género sexual como una opción, no sólo porque acaso sea irreal pretender que una persona pueda decidir sobre ciertas cosas (¿son pasibles de decisión las emociones, las creencias, las sensaciones?), sino porque además no se puede obligar a un otro a que nos vea de un modo determinado, ya sea en cuanto a lo sexual o en cualquier otro aspecto que suponga una alteridad. Una persona cualquiera, por el solo hecho de sentirse pato, verse como pato, actuar como pato, vestirse de pato y cuaquear como pato, no se convierte en pato, por mucho que le pese. Pero si todos lo llegasen a ver como pato, él incluido, la realidad allí sí habrá cambiado. No la realidad ontológica, pero sí la socioperceptiva, que es la única realidad que marca nuestras interacciones. De los vínculos; que de eso estamos hablando.



9 comentarios:

Aldi dijo...

En general nos termina pesando más en la balanza interna lo que el Otro piensa de nosotros, cómo nos clasifica, cómo nos percibe. Yo creo que todo individuo se debe a sí mismo la oportunidad de vivir como le plazca siempre y cuando no lastime a quien tenga al lado.
Pareciera que ponemos nuestra identidad a merced de una masa de significaciones que no todavía no logra absorber aquello que no puede clasificar. Menos Kant y más amor.

Malena D. dijo...

El problema es que a nivel de la sociedad sólo se aceptan dos categorías para hablar de género: mujeres o varones. Hasta que no se naturalice una tercera, cuarta, quinta categoría van a seguir existiendo estos debates y controversias. Incluso los mismos transexuales intentan ubicarse en las categorías varón-mujer, ni siquiera ellos (hablo en general, obviamente hay excepciones) aceptan una tercera categoría. Pero confío en que, de acá a unos (cuantos) años, se va a ir naturalizando de a poco y se va a ir aceptando la diversidad de géneros y orientaciones sexuales que existieron, existen y van a seguir existiendo.

Alejandra dijo...

Creo que el problema no está en tener una 3ra o 4ta...sino en tener que definirnos bajo categorías.

Malena B. dijo...

Acuerdo con Alejandra. Creo que la ley de identidad de género es un avance que no se refleja en la realidad de Florencia.
A veces creo que es muy dificil hablar sobre estos temas. Considero que en nuestra necesidad de clasificar todo es donde radica un poco el problema.
Yo lo veo mujer o varón porque la sociedad me impone esos modelos, espero que poco a poco las cosas cambien y que dejemos de pensar tanto en como el otro se ve!

Alina dijo...

Desde mi punto de vista el inconveniente también está en qué, históricamente y por "normas sociales" tenemos que ubicarnos bajo categorizaciones de todo tipo; de género, religión o política. De todos modos creo que con el pasar del tiempo esto se fue aceptando mucho más y hoy en día los límites y derechos son mucho más abarcativos para todo el conjunto de la sociedad.

Yesica dijo...

Creo que las categorías y los rótulos que se fueron construyendo están demasiado naturalizados, y cuesta mucho romper con eso. La sociedad esta pasando por una transformación y eso es lo que provoca en muchas personas cierto rechazo, ver como se caen las estructuras que se mantuvieron tanto tiempo. El problema en darle tanta importancia en lo que los demás piensan, opinan, creen; si después de todo solo las personas que pasan por esta situación saben quienes son. Creo que terminan quedándose con un “yo” construido por los demás, más que con un “yo” creado por ellos mismos.
Vivimos en un mundo de apariencias, donde es fácil que el otro nos engañe por que no sabemos que tiene atrás de lo que nosotros pensamos, en este caso es distinto, sabemos algo más allá de lo que percibimos y eso crea un prejuicio mayor, desde mi punto de vista.

Alina dijo...

A propósito de esta y otras publicaciones en el blog; comparto algo que leí hace un rato y me pareció muy interesante: "El yo que conoce es siempre parcial, nunca terminado, total(...)siempre construido, remendado y, por lo tanto, es capaz de unirse a otro, de ver junto al otro sin pretender ser el otro”.
Donna Haraway.

SDP dijo...

Desde que nacemos somos encasillados en diversas categorías que tienen que ver con nuestra nacionalidad, color de piel, de pelo, altura, sexo,profesión. Juzgamos y somos juzgados. Nos exponemos a la mirada del otro, para que nos clasifique según su visión. Es como si el ser humano necesitara de ordenar todo bajo el nombre de diversos rótulos para entender "mejor" el mundo. Sin ese ordenamiento, clasificación no podríamos ver las cosas,ni entenderlas, ni mucho menos aún aprehenderlas ... lo peor es que aquellas a las que no le encontramos razón de ser o cuya clasificación no se ajusta a nuestros parámetros "normales" la vemos como antinatural, extraña, sin mención de ser revelada.

Sin embargo, lejos de ser una sumatoria de meras categorías hay algo más que define al ser humano tal cual es y que no tiene que ver ni con su apariencia, ni con su personalidad sino más bien con el ser mismo, su alma. A decir verdad, no somos más que la combinatoria (no sé si perfecta pero un mix, en fin ) de cuerpo y mente.

Martina dijo...

Yo también estoy de acuerdo con Alejandra. Creo que más allá de los géneros, las categorías impuestas hacen encasillar las cosas en un lado u otro, como si no existiese un poco de uno y un poco de otro