lunes, septiembre 03, 2007

Y a vos...¿qué cosas te dan vergüenza?

¡Dale!... ¡Animate!... Contá en los comentarios de esta entrada la anécdota de aquella vez que sentiste mucha pero muuuuuuucha vergüenza. Tenés la ventaja de poder contarlo en forma anónima. Pero la verdad es que sería una precaución innecesaria, porque no tenemos de qué avergonzarnos. ¿O sí?...

Para romper el hielo, el link a una nota de un portal en internet que da cuenta de algunos casos más o menos típicos.

Y el relato de una anécdota personal, si cabe, no porque me guste exponerme, sino para que no digan que el docente pide que se expongan ustedes mientras él permanece a buen resguardo:

Centro Cultural San Martín, de esto hace ya unos cuantos años. Curso de fonación y proyección de la voz, algo ideal para quien en ese momento comienza a trabajar en radio y ofrece clases en la facultad, vamos a ver qué onda.

Aquí estamos ya. El curso está por comenzar, pero... ¡Ay!... Un pequeño detalle: el curso no era para profesionales de la radiofonía ni de la docencia, como uno creía, sino para actores. Y bueno, ya que estamos, nos quedamos; por ahí pinta algo bueno.

Llega el coordinador del taller. Buenos días, buenas tardes, vamos que arrancamos, primera consigna para irnos conociendo: cada uno elija un animal y comienza a representarlo.

Detengámonos un momento. Debe quedar claro que los asistentes al taller en cuestión, a sabiendas de que era un taller de fonación PARA ACTORES, son personas deshinibidas, con un fuerte sentido lúdico, desvergonzadas, en definitiva, a diferencia de aquel que por entonces era quien esto escribe, que podría ser descripto más bien como melindroso, pero sobre todo como VERGONZOSO.

Sigamos, pues. Allí nomás cada uno de los asistentes al taller en cuestión elige una especie zoológica y todos comienzan a actuar del modo más extraño que se pueda imaginar. Hay chicas en cuatro patas que maúllan, otras que cacarean, muchachos que intentan treparse por aquí y acullá mientras emiten curiosos sonidos guturales... Y en medio de todo eso, con el espanto de no saber qué hacer, un servidor. La intuición me indica que en cualquier momento toda esa manada de extraños animales comenzará a fijarse en mí, único bípedo que de repente ha quedado en el recinto, y la reacción por una vez es rápida:

Me tiro al piso y comienzo a gemir, a gesticular, a mugir, ladrar y balar, como si fuese un alienado. Si me preguntaran qué especie animal es la que he escogido no sabría responder. Sólo intento alejarme lo más posible de la especie humana. No porque el ejercicio me atraiga, sino porque de repente se ha convertido en el único modo de pasar desapercibido en medio de ese conjunto de locos dementes. No quiero que me miren, no quiero que me vean... Sólo un rato más tarde me doy cuenta de lo bien que se siente ser por un rato un alienado. Pero eso ya es parte de otra historia.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Me dieron ganas de orinar. No sabría decir si hacía mucho o poco rato, porque uno nunca se da cuenta de cuándo empiezan las ganas de ir al baño. Se da cuenta cuando esa sensación ya está instalada allí, dentro de uno. El punto es que me dieron ganas de orinar, pero me aguanté, creo que a propósito. Porque al principio, tener ganas de ir al baño es una sensación que puede llegar a ser en cierto punto placentera. No digo cuando ya no das más, y si no vas al baño rápido te cagás o te meás encima, sino cuando recién te diste cuenta de que por ahí tenés ganas de hacer. No sé si me explico.

La cuestión es que al principio no tenía TANTAS ganas, pero después sí; al rato de estar esquivándole el bulto a la necesidad de ir al baño comencé a sentir esa característica presión a la altura del bajo vientre que te indica que ya es hora, pues en algún punto esa sensación que antes era placentera se ha convertido en una molestia. Entonces buscar el mejor lugar para descargar la vejiga, que se adivina llena del líquido caliente, ligeramente amarillo, y encontrar el baño, maravillosamente desocupado, incluso templado, como si alguien se hubiese tomado el trabajo de calefaccionarlo, cosa curiosa a esta hora y en esta época del año, esto de que el cuerpo se sienta abrigado en un baño público. Pero no importa, porque ya estamos al borde del anhelo, y cuando ya todo está listo, y luego de un último instante de contención... el cálido y cristalino líquido amarillento comienza a manar, lentamente, para enorme satisfacción del cuerpo, que de a poco se relaja, mientras el manantial fluye.

De pronto, la sensación de humedad. La oscuridad. El desconcierto. Un escalofrío. El colchón, convertido en un océano debajo de las mantas. La comprensión atroz, ineludible, de lo que acaba de suceder. Pero además, ya ahora con la luz del velador encendida, la evidencia de que lo peor está todavía por llegar. ¿Cómo despertar a esa mujer, que duerme profundamente al lado, al borde del flamante arroyo, despertate mi amor, que hay que cambiar las sábanas, mirá lo que pasó... ¡No, mejor no, no mires!... Pero sí levantate, porque... ¿Dónde hay sábanas limpias? ¡Ay!... ¡Mirá el colchón!... No sé que decirte... Te juro que nunca me había pasado algo así antes...

Anónimo dijo...

La tarea del cajero de un supermercado no es nada fácil. No sólo tenés que estar atento con el dinero, que nadie intente llevarse una moneda de más, sino que también tenés que aguantar a las sras que reclaman las monedas de uncentavo en su vuelto, a las viejas que preguntan si tal producto es bueno como si uno por trabajar allí hubiera probado toda la mercaderia; y también hay que estar atento porque debajo de toda gran campera hay una gran cantidad de productos que la gente considera pertinente llevarselos sin cargo.
A lo antes mencionado se le puede agregar una complicación más: que te toque la caja prioridad. Aquí es tu deber dejar pasar ante todo a los discapacitados y embarazadas. El gran problema aparece cuando mientras le estás cobrando a una señora divisas que en la fila hay un jovencita cargando una canasta y con un leve hinchazón estomacal. En ese momento apelás a la buena educación diciendole a la gente de la fila "podemos dejar pasar a la señorita que está embarazada". Mala decisión. La Señorita clava la mirada en tus ojos con un dejo de mal humor y dice "no estoy embarazada". Es el momento perfecto para tragar, cerrar la bocota, agachar la cabeza y seguir pasando productos por el scanner sin levantar la mirada.
Ese momento y el viejito que te pegaba con el bastón por su disconformidad con los precios son dos de los grandes recuerdos que me llevo de mi paso por COTO.

Anónimo dijo...

En pleno auge del tema "Laura se te ve la tanga" (o quizás ese no sea el nombre, pero ustedes saben de cual hablo), iba viajando en el tren hacia Wilde. El día estaba muy lindo, así que en vez de viajar sentada decidí ir parada cerca de la puerta. Creo que dejarme llevar por ese impulso romántico para ver el paisaje del sur no fue la mejor decisión.
En ese mismo vagón, viajaba un grupito de chicos de entre 15 y 17 años.
Faltaban dos estaciones para que me baje y los chicos empezaron a reirse cada vez con más ganas.
Empezaron a cantar este hitazo del que les hablé al principio (se los recuerdo: "...Laura, siempre cuando bailás a ti se te ve la tanga...").
Continué con mi barato romanticismo, y me puse a pensar "que loco como se les pegó este tema" y traté de escuchar todo lo que cantaban, intentando entender la letra.
Advertí que la pandilla no paraba de reirse, y que cada vez era más el entusiasmo de sus carcajadas.
Llegó mi momento de bajar del tren, los chicos me saludaron, yo no les respondí el saludo y empecé a caminar para cruzar la estación.
Al fin llegué al lugar donde me dirigía, al entrar me crucé con un espejo. Si. Exactamente lo que ustedes se imaginan... tenía el cierre de la pollera bajo, y claro...se me veía.

Anónimo dijo...

año 2000. Secundaria en el Instituo del Club Comunicaciones, 3er año. Verguenza inborrable.

La profesora de fisica arma unos grupos para hacer un TP. Me toco con tres amigos y dos chicas, entre las cuales se encontraba la que me gustaba!!! era hermosa esa piba.
Nos juntamos en casa una tarde. Justo una tarde en la cual yo estaba muy mal del estomago por culpa de la promocion de mcdonalds Hamburguesa por 0.40 centavos. El dia anterior llegue a comerme 8.
Mientras estabamos haciendo el tp, tuve q ir al baño. Mientras yo luchaba, transpiraba, mis amigos empezaron a abrir la lacena, agarraban choco krispis, oreo, pepitos, de todo. En una marcan el 115 y me dicen que era mi vieja. Yo me paré, abri un poquito la puerta agarre el teléfono, no era nadie!
Insultandolos, me vuelvo a sentar.
La verguenza es que cuando me paré siguió saliendo eso que tan mal me tenia y yo no me di cuenta, para colmo lo pise cuando volvia al inodoro. Para que, no sabia que hacer, todo manchado, olor inmundo y del otro lado la chica que me gustaba. bueno sali sin las zapatillas, agarre a uno de mis amigos, le conté y obviamente lo primero que hizo es publicarlo adelante de las chicas..... NO SABIA DONDE METERME.
bueno esa es mi historia, ahhh nunca me dio bola... y con razón jeje.

Anónimo dijo...

En unas de mis primeras visitas a la facu de sociales, venia yo chocha, despues de clases a reunirme con un grupo de trabajo en el bar del primer piso... hora pico, cuando todavia cursaba a la mañana, estaban todos almorzando... llego, cuelgo mi mochila en el respaldo de la silla del bar y sin mirar, me siento... pero la silla no estaba, se habia caido por culpa del peso de la mochila! termine en el piso, con un golpe en la espalda tremendo q me di con la pata de la silla.. y la verguenza, no queria levantar la cabeza para mirar como todos se reian de mi!

es el dia de hoy q no suelto la silla hasta q no estoy bien acomodada...

#Cecilia Matas#

Anónimo dijo...

jajajajajajajjaajaj

es pec ta cu lar las anécdotas!

Saludos!

Anónimo dijo...

sí, pero yo quiero que vos cuentes la tuya...

Anónimo dijo...

Hola, esta es mi primera participación, no por falta de ganas sino por despistada jajajaja... 10 mil veces anote la direccion y los papelitos desaparecian de mis ojos.... lo anote en el cuaderno y no encontraba la hoja en la que lo habia anotado.... soy un desastre los se y me hago cargo je!.......
Bueno en base a este despiste viene a mi memoria mi anecdota vergonzosa..... eventos desafortunados tuve miles pero la verdad es que no me dieron verguenza.... pero este hasta el dia de hoy contarlo me ruboriza... jejeje.....
Resulta que estaba en la casa de mi suegra (hoy ex suegra je!) al dope como siempre comiendo y tomando mate a full.... tanto le dimos al mate y a la sin hueso (lengua por si no saben).... que llegado un momento me dieron ganitas de ir al baño.... recorde que el de adentro estaban reformandolo con lo cual habia que ir al de afuera..... y como hacia frio decidi aguantar.... a parte la charla estaba muy entrenida.... segui... segui bla bla bla.... hasta que la vejiga y los riñones estaban a punto de explotar.... con lo cual en estado de explosión, con mis despistes, etc etc.... sali corriendo al baño.... en el acelere y pensando que no habia nadie... abro bruscamente la puerta... y... por Dios!!! que papelón.... el abuelo de mi ex en tarlipes dandose una ducha placidamente... se encuentra conmigo y yo me encuentro con él.... no sabia donde meterme y de la verguenza.... cerre la puerta y retorne sobre mis pasos.... HATA LAS GANAS DE HACER PIPI SE HABIAN IDO!!!!!.... y nada mi suegra me mira y me dice estas bien???.... si si todo bien dije.... despues me fui a casa rezando que no le cuente a nadie.... por la verguenza que senti.....
Y bue... son cosas que pasan jajajjaa..... Besos.

PD: Profe a pesar que no toy inscripta en esta comisión la clase pasada no fui x el paro, de las otras materias me dijieron que no habia clases..... que habia que leer para mañana????.... parece que hicieron algo que estuvo bueno... algun dia lo van a repetir???.... Bueno saludos.

Anónimo dijo...

Para los curiosos...
Para los que se quieren empachar con verguenzas ajenas...

http://www.tusecreto.com.ar

Muy bueno!

Besos!

Anónimo dijo...

Bueno, situaciones que me dan vergüenza vivo a diario... Pero cuento esta que, probablemente, a alguien le haya pasado. Salí del médico, me había sacado un turno temprano antes de entrar a trabajar, porque no tengo otro horario. Así que fui toda vestidita de punta en blanco, con mi cartera, mis bolsas (siempre llevo bolsas) y mis botas súper incómodas. Estaba bastante feo el clima, pero como soy muy piola, nunca llevo paraguas. Fue así que, cuando salí para tomarme el colectivo (tenía que caminar ocho cuadras), ya había una tormenta importante. Me puse debajo de un toldito para esperar a que corte el semáforo y cruzar Avda. Nazca encarnada en la piel de una atleta rusa. Así fue como, apenas tuve la luz a mi favor, emprendí mi carrera a toda máquina, pero me nunca pude frenar en el cordón de enfrente, no alcancé la meta: la pasé de largo. Más bien, esas botas que usé me hicieron pegar el resbalón de mi vida, y terminé estrellada sobre la vidriera de una sedería, de rodillas y empapada. Los conductores de autos, camiones (porque ahí hay muchísimos camiones) y colectivos me festejaron el espectáculo, y los que atendían el negocio (dos chicos de entre 20 y 30 años, que no sabían si lanzar su carcajada o seguir con sus esfuerzos para contenerla) salieron a ayudar a levantarme, porque yo seguía en el piso. Me levanté solita, muda, fingiendo que no dolía absolutamente ni un centímetro de mi osamenta... Me dolía todo, mucho, me moría de dolor. Y me dolía la situación. Ofrecieron llamarme un radiotaxi, pero orgullosa les rechacé la oferta. Y claro, era un día tan lluvioso que no me paraba ni un taxi. Estaba toda sucia, mojada, golpeada y tenía ganas de llorar. Finalmente uno se detuvo, así que me subí, me acomodé, pero cuando le dije que iba para Lugano, me hizo bajar. Los chicos del negocio me seguían los movimientos y hablaban entre ellos, se reían de mí, y yo lo único que quería era desaparecer... Estuve media hora más buscando taxi, hasta que felizmente conseguí uno. Abatida tuve que volver a mi casa a cambiarme para ir a trabajar (llegué tardísimo). De más está decir que las botas no existen más y que jamás volví a pasar por esa esquina... Ahora sí, cuando llueve salgo con paraguas y camino despacito...

Anónimo dijo...

Esto fue hace mucho tiempo, no se tendría 13 o 14 años.
Resulta que multicanal había dejado en la casa de uno de mis mejores amigos un codificador, de eso que se podía ver el venus. Imaginenense en esa época conseguir semejante cosa para pibes de esa edad era tocar el cielo con las manos ja.
Bueh la cuestión es que un sábado nos juntamos, mis amigos y yo, en casa de Nico (él que tenía el codificador)a comer y por supuesto a hacernos los boludos esperando que los viejos se acuesten para poder ver el Venus.
Esa noche habíamos comido mucha pizza y encima para hacernos los pillos le robamos al papá de Nico un par de cervezas.
A eso de las dos de la mañana yo me empiezo a sentir mal pero no digo nada, por supuesto mis amigos ni cuenta que se daban, ya que estaban muy entusiasmados viendo "Las aventuras eróticas de Marco Polo".
En un momento yo ya me sentía muy mal y no puede retener el vomito en un baso largo que se lleno por completo, como si fuera que mi boca era una canilla de cerveza tirada. Ahí si mis amigos se dieron cuenta de que yo estaba mal, sobre todo cuando seguí vomitando y mi vomito hizo caer un par de vasos que estallaron en mil pedazos.
Yo seguía vomitando como un condenado y no me di cuenta que un momento mis amigos se habían tomado el palo y en la cocina donde estábamos sólo estaba yo y la abuela de Nico que se había despertado por el ruido.
Nunca sentí tanta vergüenza en mi vida, estaba todo vomitado y en la tele Marco Polo y sus amigas no aflojaban, fue terrible casi traumático. Igual la vieja se porto bien me ayudó a limpiarme y se hizo la boluda apagando la tele sin mirar.
Aun hoy sigo puteando a los chicos por no avisarme que caía la abuela. Bueh era eso un momento horrible de mi vida que muy poca gente lo sabía hasta ahora jaja

saludos

Pd: Profesor el jueves pasado yo no fui porque tuve a mi viejo internado. Estuve leyendo los dos textos que había para la clase anterior y también "Marx y el Marxismo" ¿Hay algo más?

Gustavo Vera.-

Anónimo dijo...

Tardé mucho en decidirme a escribir en esta consigna. Paradójicamente no por vergüenza propiamente dicha, si no porque me parecía que no iban a entender por qué me había dado vergüenza. Y sigo pensando igual, porque creo que el motivo es algo muy personal de mi personalidad (valga o no la redundancia).
Cuando una de mis amigas me contó la nueva consigna, dudé… primero pensé que no tenía fresca una anécdota de ese tipo, porque desde entrada la adolescencia creo que aprendí a reirme de mi misma. Hice miles de cosas, que a muchos les dieron vergüenza ajena, pero a mi no, porque estaba segura de lo que quería, y sabía reirme de mi.
Pero como dije, eso fue entrada la adolescencia, y hasta ahora. Aunque creo que hasta los 19 más o menos “no me importaba nada”, me mandaba, y ahora con casi 23 ya no me parezco mucho.
Bueno… la anécdota entonces que se me vino a mi cabeza, y que quizás trabajaré en terapia el por qué, es de 3er o 4to grado, 9 o 10 años tendría. En la escuela teníamos natación, pero por varios años no pude ir por una complicación en los oidos. Casi siempre algunos más tampoco iban (se olvidó la malla, no está apto, etc). Esa mañana, mientras los demás estaban en la, en el aulta estaríamos unos 5 compañeros y yo, junto a la maestra. Teníamos casi hora libre, mientras la maestra corregía en los cuadernos la tarea del día anterior. Estaríamos jugando a algo, en los bancos, no recuerdo, cuando de repente escucho que la maestra (una Srta. que yo adoré siempre, la tuve en 1º,3º y 4º) empieza a leer en voz alta algo que yo reconocí:

-“De 1 a 2: almuerzo.”
-“De 2 a 3: juego”
-“De 3 a 5: Estudio/Tarea”
-“De 5 a 7: TV”
-“De 7 a 8: Gimnasia o Baile”

Y se sonreía. Y no dijo nada más. Mis amiguitos, obvio se reieron, en realidad seguramente, sin saber bien de qué. Resulta que eso era un cronograma que yo me había hecho para mis tardes, y que, en una hoja suelta, lo había dejado olvidado en el cuaderno. Era una boludez, pero yo me sentí expuesta, ofendida, humillada. Me puse muy triste, no podía creer que la Srta. Cris me había hecho eso (me parecía gravísimo, hoy no lo veo así). Mis compañeros no tenías por qué saber, ni ella tampoco, qué hacía yo en la tardes, ni que me las planificaba. Sentí que todos se burlaban de mi, y que les parecía estúpido lo que había hecho. Fue una mañana muy fea. Cuando llegué a mi casa le conté a mi mamá, muy preocupada y triste. Ella me dijo que me tranquilizara y no malinterpretara, que, conociéndola a Cristina, entendía que mi maestra no había querido burlarse de mi, sino mostrar lo responsable y organizada que yo era. Para mi no fue consuelo. Con los días se me fue la bronca y siempre la quise a mi “seño”. Sin embargo, lo recuerdo cómo un momento feo, que me dio mucha vergüenza, y que al mismo tiempo, cuando vuelve a mi memoria, me sirve para replantarme lo “estructurada” que siempre fui y soy, lo cual trato de cambiar y mejorarme día a día.