lunes, junio 09, 2014

Entrevista a Giles Lipovetsky

“El consumo te brinda pequeñas felicidades. Claro que no duran.”

Entrevista a Giles Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés
 Por Patricia Kolesnicov

Artículo aparecido en el diario Clarín, 08-06-2014.

-¿Entonces ahora somos menos felices?

-Esa será la pregunta que cierre esta entrevista. Hoy, con todo lo que tenemos, ¿somos menos felices? Es que el filósofo Gilles Lipovetsky tiene mucho que decir sobre estas cosas. De hecho, vino al país a hablar de consumo y felicidad. Pero eso será al final. Para empezar, hay que saber que este señor que ahora gesticula enfático y que pronto aconsejará cierta moderación en el consumo es el mismo que hace algo más de tres décadas empezó a hablar de la posmodernidad, una nueva forma de ser en el mundo en que nada –ni el amor, ni el trabajo, ni el género– es fijo, el hedonismo manda y el consumo es el acceso al bienestar. Este filósofo que fue leído en todo el mundo y que ahora va a decir que hay que estudiar con rigor y, sí, sufrir un poco para aprender, en su libro La era del vacío, de 1983, describía el nuevo mundo de una manera que explicó muy bien el sociólogo Marcelo Pisarro: “El capitalismo moderno había provocado una complicada ruptura en el mundo occidental y había conducido a una sociedad individualista, risueña, cool, respetuosa de las diferencias e irrespetuosa de las jerarquías, ávida de identidad, apática y narcisista, escéptica de los grandes relatos y de los corsés ideológicos, emancipada de los centros y de las represiones, desenfadada, irónica, nostálgica, consumista, ligera, en fin, posmoderna. (...) Si el embajador de la modernidad era Conan el Destructor, el representante de la posmodernidad era Forrest Gump .” Después, Lipovetsky reemplazó el término de “posmodernidad” por el de “hipermodernidad”, donde la cultura es inseparable de la industria y vivimos un hiperindividualismo. Así es que Lipovetsky estuvo en la Argentina hace unos días, invitado por la Fundación Osde para hablar sobre “La sociedad del hiperconsumo. ¿Somos más felices?”

-¿Por qué vincula consumo con felicidad. ¿Qué tienen que ver?

-Tienen mucho que ver. El consumo tiene un objetivo y es el de incrementar el bienestar. Eso no es la felicidad pero son momentitos de felicidad. Si te comprás una casa, si hacés un viaje, es porque esperás de eso algún bienestar. La dinámica del consumo se legitima en nombre de la felicidad privada. ¿Vas al cine? ¿Qué te venden? Dos horas de felicidad. Todos los productos de consumo se venden por ese artilugio.

-Cualquier adulto sabe que eso no funciona, no hace falta ser Gilles Lipovetsky...

-¡Seguro! Eso es la retórica de la felicidad.

-Hay una distancia entre la retórica de la felicidad y la felicidad.

-Cierto. Pero no se trata de una ilusión total. El consumo te brinda pequeñas felicidades. Llevás a tus hijos a Disney; ellos están felices y vos también. Te compraste el último celular inteligente… estás contenta. Claro que no dura, son felicidades pequeñas.

-¿Y qué es la felicidad?

-¿La felicidad? Es una relación de uno con uno mismo y de uno con los demás. El consumo, en cambio, es una relación de vos con una cosa.

-¿Un ejemplo?

-De uno mismo con uno mismo: podrás tener la tablet, el teléfono, la casa, lo que se te ocurra, pero si tu trabajo no te gusta, si hay aspectos de tu vida que no te gustan, todo el resto no vale. Con lo cual hay felicidad solamente cuando hay paz interior. Los filósofos siempre lo plantearon de esa manera: los epicúreos, los estoicos, las escuelas cínicas, todos muestran que la sabiduría es la serenidad. Si estás en conflicto con vos misma, porque el modo de vida que tenés no te gusta, porque tenés que estar a las corridas, entonces podés ir a comprar, a consumir, al cine y eso te va a dar pinceladas de felicidad pero en el fondo sos una desgraciada.

-¿Y en el vínculo con los demás?

-Mal podés ser feliz si estás en tensión con los demás. Si tenés un conflicto grave, si tu jefe te está hostigando, tu vida es espantosa. Podrás comprarte lo que se te ocurra y vas a estar traumatizada. La idea de que el consumo puede darte la felicidad es una estupidez.

-Ya las abuelas decían que la plata no hace la felicidad...

-Mmm... Se hicieron estudios con cifras y se vio que la fórmula “La plata no hace la felicidad” es verdadera y falsa. En las encuestas sobre felicidad, los que se declaran menos felices son los más pobres. Si no tenés techo y además podés estar enfermo, tener frío, es imposible ser feliz. El peso de las cosas es tan enorme que torna imposible la felicidad. A ese nivel, la plata contribuye a la felicidad. Pero también se pudo demostrar que llega un momento en que ganás más, más plata y no te da más felicidad. Hay un umbral.

-¿Esta aceleración del consumo no tiene que ver con modelos económicos basados en su estímulo? Si el consumo mueve la economía, hace falta consumo

-Como sabés, en las economías hiperdesarrolladas hoy el motor del crecimiento es el consumo de los hogares. En Estados Unidos, el 70 por ciento del PBI viene de allí. Si la gente no compra, se desmorona la economía. En Francia es el 60 por ciento. En la sociedad de hiperconsumo, el consumo pasó a ser el motor de la economía.

-En este contexto nosotros, cada uno, ¿tenía alguna alternativa a convertirse en un hiperconsumidor? ¿O fue la máquina económica del mundo la que nos inventó como consumidores?

-Esencialmente, es así, nos inventaron. Fijate: hace poco la tablet no la deseaba nadie, ¡no existía! Y ahora quiero la mía. Claro que es el sistema: Marx ya lo dijo: es la producción lo que genera el deseo. Ahora bien: hoy el sistema es tan potente que no deja de inventar nuevas necesidades. Y generó la hiperelección. Es decir: dentro de la hiperelección volvés a tener un margen de autonomía. Vos tenés un teléfono inteligente y mirá, yo tengo un teléfono viejo. No es una cuestión de plata: no me lo compré por elección. Tenés una autonomía individual que no te obliga a consumir.

-Usted se preguntó si había sido bueno darle tanta importancia al hedonismo y si es hora de cuestionarnos qué es una buena vida.

-Epicuro decía que se hace algo porque se espera sacar de eso un placer y que escapamos de aquello que nos puede generar dolor. El capitalismo de hiperconsumo hizo reventar eso, el hedonismo está difundido, sacralizado y en todos lados. Los conservadores denuncian eso. Dicen que el sistema es hedonista y que hace que la gente sea egoísta, que arruina el futuro porque la gente está mirando la tele, son tarados, miran pornografía en vez de cosas de calidad, los turistas son vulgares, comen sándwiches en los museos. Con lo que surge la idea de que en se trata de un sistema democrático, sí, pero de una democracia que corrompe los verdaderos valores. Yo no sería tan estricto. Pienso que el hedonismo ha hecho mucho bien. Que el hecho de que la gente viaje, que escuche música con facilidad, que todo el mundo se pueda vestir más o menos a la moda, que se pueda llamar por teléfono a todos lados, que uno pueda cuidarse —el hedonismo son también los medicamentos que uno consume— todo eso es positivo. El problema es que este sistema transformó el hedonismo en un absoluto: no propone ninguna otra cosa, no hay otra finalidad de existencia. Y eso no está bien.

-¿Por qué?

-El placer como medio, bárbaro. Si es como fin, es pobre. Un ser humano no es sólo una máquina de placer. A menudo lo que te da placer no te lo da de inmediato, hay que sufrir un poco para conseguir un placer.

-¿Cómo es eso?

-Mientas escribo un libro no tengo un orgasmo cada quince minutos, es algo difícil. Pero luego vendrá el placer. Es una visión muy pobre del ser humano el reducirlo al consumo. El ser humano piensa, trabaja, ama… Si hablamos de educación, eso no es hedonismo, es trabajo. Si sos madre y sólo das educación de placer, tus hijos no van a crecer. En algún momento vas a tener que apretar las clavijas. De lo contrario. La escuela no está para dar felicidad, está para enseñar. Hay que aprender.

-En este país resulta paradójico hablar de hiperconsumo. No hay veinte tipos de queso en el supermercado y hay miles de personas durmiendo en la calle y comiendo de la basura.

-Hay una brecha enorme de desigualdades y el drama es que aún esos pobres de los que hablás son hiperconsumidores… en su cabeza. Ellos también ven la tablet, la quieren, porque saben que existe. Antes los pobres vivían en el campo, no viajaban, vivían pobres, no hablaban por teléfono, no había moda. Hoy es más difícil ser pobre porque en la cabeza hay una contradicción. “Yo también tengo derecho al consumo”, se dicen. Y es insoportable, porque tiene que ver con la dignidad.

-¿Entonces ahora somos menos felices?

-Hace un siglo Freud se ocupaba de burguesas histéricas, frígidas; tampoco eran felices. No dramaticemos. Ahora las mujeres no son frígidas, tienen otros problemas. La felicidad y la infelicidad son muy complejas, no son fáciles de medir. Creo que con la excepción de momentos de dramas espantosos, la sumatoria de felicidades y desgracias no debe haber cambiado mucho en la historia de la humanidad.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parecieron interesantes dos ideas: cuando menciona la cuestión de la autonomía frente a la hiperelección y esta suerte de idealización o puesta de interés en las que el entrevistado llama "felicidades cortas" ya sea por la compra de una casa o como dice él, si tus hijos por un viaje están felices, en consecuencia, uno también, volviendo con la idea del otro y las influencias de ese otro en uno.

Anónimo dijo...

Me parecieron interesantes dos ideas: la primera cuando menciona la autonomía frente a la hiperelección y la segunda en relación a lo que el entrevistado llama "felicidades cortas". Ya sea por la suerte de idealización o puesta de valor, tomando los ejemplos del artículo, en la compra de una casa o, volviendo a la idea del otro y las influencias del otro en uno, respecto a si tus hijos está felices con un viaje uno, en consecuencia, también lo está

juli demarchi dijo...

Creo que la temática que se trata en la entrevista es algo que por lo menos yo estoy cotidianamente cuestionando y replanteando. Leyendolo se me vinieron a la mente miles de charlas con mis amigas sobre cómo somos felices, sabemos que tenemos determinada capacidad adquisitiva y que con ella podemos acceder a determinadas cosas y produtos, pero nuestra felicidad va muchas veces más allá de eso. Y también va acompañada de muchos "sufrimientos" a mi me pasa constantemente que se que el día que me reciba va a ser uno de los mejores, por qué? por el esfuerzo que se que empleo desde hace AÑOS, y por la frustración que me da a veces no lograr pequeños objetivos académicos. Pero también soy conciente que después de haberme recibido voy a estar buscando un objetivo nuevo, volver a viajar y concer lugares. Creo que puedo decir que el momento más feliz, y que fui conciente de mi felicidad, fue cuando me fui de viaje 7 meses después del cbc que podía vivir comiendo sandwiches de queso porque no tenía un mango y que todo lo que ganaba iba destinado a seguir moviendome, las complicaciones cotidianas no existían, o sí, pero eran otras.
En fin creo que la felicidad se logra con pequeños momentos y objetivos nuevos.

Agustin Alvarez dijo...

Giles Lipovetsky habla de lo que nos enseñaron a los estudiantes de comunicación. No se aleja a la idea de consumo que se trabaja en la carrera.
La felicidad existe y se da porque existe el sufrimiento y la tristeza. Los objetos materiales nos ayudan pero no lo son todo. Todos sabemos que vivimos en una sociedad de consumo y nos tenemos que adaptar a las reglas. Y como dice Giles " La felicidad es una relación con uno mismo y de uno con los demás"

Pablo Sturba dijo...

Luego de leer la entrevista, automáticamente pensé: ¿Qué sucede con la cosificación de las personas? Masivamente no se interroga. Creo que la primera vez que lo traté fue en mi propia terapia, años atrás. Muchas veces el ser humano reduce lo que jamás debería ser reducido. Lo hace habitualmente con las personas, y ¿No lo va a hacer con la felicidad? El consumo no tiene la culpa aunque, obviamente, no me contente mucho saber que multitudes desesperan por un cuadrado con cables. En realidad, no desesperan por ello, sino por lo que significa socialmente poseerlo. Hay muchas maneras de consumir, y el hombre siempre ha consumido cosificando a las personas, tratándolas como objetos. Sino no existirían engaños, guerras, asesinatos, masacres, amores simultáneos, entre otras tantas cosas. El capitalismo no inventó el consumo, eso es una estupidez. No es tan inteligente. Simplemente vio una debilidad propia en nuestra especie y la maximizó, se apoderó de ella para reciclarla en algo mas espontáneo, en algo instantáneo. En el Renacimiento no sabemos que concepto se tenía de la felicidad. Posiblemente también era algo momentáneo. Tal vez era poseer, no una tablet, pero si una cabra para intercambiar por otra cosa. También existían elementos que resaltaban el valor de "clase", aunque todavía no existiera tal mote. Tal vez no era clase, pero si autoridad, respeto entre los pares.
Me parece que siempre caemos en la moda de analizar el capitalismo como algo ajeno a la historia. Siempre se termina recayendo en el celular, las redes sociales... las modas mediáticas que inventa el capitalismo. Pienso que, ojalá fuera tan solo eso. Lamentablemente, sostengo que es mucho mas profundo, y mas abarcativo históricamente.

Pablo Sturba dijo...

Sumado a lo que exponía antes, cito a Kinkielkraut: "su mirada me reduce al estado de objeto y ese objeto se me escapa puesto que es para otro".
Pienso que refleja un poco la idea de cosificarnos entre los seres humanos.

Unknown dijo...

A veces pienso si los que teorizan tanto sobre la felicidad no pierden tiempo de felicidad pensando en qué es la felicidad.. (ya se no es tan profundo como lo de los compañeros anteriores pero dejenme abrir mis pensamientos a uds)

Unknown dijo...

Me pregunto, si la felicidad no son momentos, entonces, existiría la posibilidad de SER feliz, o sea, estar feliz todo el tiempo??? Eso me parece absurdo. Justamente uno "está" feliz, porque es un momento, sería complicado -y agotador- vivir en un constante estado de euforia. Me parece que Lipovetzky se contradice un poco, porque al principio habla del probema del consumo x una felicidad que no es duradera, y después habla de contabilizar la felicidad de la época contrarrestando los momentos de desdicha y de felicidad...
Ahora bien, me hace pensar en como define la felicidad (como "una relación de uno con uno mismo y de uno con los demás"), bueno, pero de qué tipo? la felicidad entonces es una relación o es un estado?... pensándolo del lado del zen, no deberíamos aspirar a la felicidad directamente, porque sería un desequilibrio...
Por otro lado, como el compañero mencionó, creo que, muchas veces, la "felicidad" del consumo a la cual se refiere el autor, no es por el consumo, sino por lo que socialmente significa ese consumo...

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo con mis compañeros.
De hecho hay una obsolescencia programada de los productos para que dejen de funcionar en un lapso de tiempo. Por lo tanto entramos en un círculo de "placer momentáneo". Cuando éste se agota, tenemos que comprar otra vez el producto por que el enfoque está puesto en lo material y no en lo "espiritual" o en la "felicidad interna del ser".
"El consumo te brinda pequeñas felicidades, claro que no duran" dice Giles y tiene que ver con la obsolescencia programada.
Les dejo el caso de una lamparita que lleva 113 años encendida. Se encuentra en una estación de Bomberos.
https://es.noticias.yahoo.com/blogs/cuaderno-de-ciencias/la-bombilla-livermore-cumple-110-os-encendida-170024582.html
Luego las compañías de lamparitas se pusieran de acuerdo para consensual la vida útil del producto.
Es mismo sistema te empuja a comprar tirar comprar (http://www.rtve.es/alacarta/videos/el-documental/documental-comprar-tirar-comprar/1382261/)
y pretenden que en el momento en que compras seas feliz. Sentimiento que emana del sentido de pertenencia, de ser parte de la mayoría que tiene ese producto. O quizás es algo que realmente necesite, pero no será para siempre por mas que lo cuide.
Dice Giles "El consumo te brinda pequeñas felicidades. Llevás a tus hijos a Disney; ellos están felices y vos también. Te compraste el último celular inteligente… estás contenta. Claro que no dura, son felicidades pequeñas."

Unknown dijo...

Quiero agregar una nota sobre el Papa Francisco hablando del sistema capitalista:
"el Papa cuestionó a "un sistema que para sobrevivir debe hacer la guerra". Y agregó: "Hemos caído en un pecado de la idolatría del dinero. La economía se mueve por el afán de tener más y, paradójicamente, se alimenta una cultura del descarte"."

http://www.clarin.com/mundo/Papa-Francisco-sistema-economico-no-se-aguanta_0_1156084658.html

Erika Ramirez dijo...

Coincido que la felicidad es momentánea y que uno no puede permanecer con la sensación de felicidad todo el tiempo, porque creo seria una mochila insoportable e insostenible.
Consumo y felicidad, me parecen que son buena dupla para atacar al sistema capitalista desde su medula pero no creo que esta relación sea la única para tener esos pequeños momentos de placer al que hace referencia Lipovetsky, si bien lo manifiesta no siento que sea muy profunda su reflexion.
Me parece que es reducir un problema enorme a una relación entre ellas es simple no representa la complejidad de alcanzar los momentos de placer en este contexto.
No comparto con el filósofo eso de maximar todo utilizando el hiper para todas las palabras claves, hiperdesarrollismo, hiperindividualidad, hipermodernidad, hipereleccion. Pará un poco es una posición muy determinante cuando si lees entrelineas no lo es tanto. Capaz interprete cualquiera pero fue una sensación al leer la entrevistar que no podía omitir.