miércoles, marzo 22, 2006

Consigna: Si Dios fuera... otra cosa.

Traemos a consideración de los lectores de este blog el texto de un poeta uruguayo. La propuesta, casi herética (¿herética para quién, sin embargo?), es que Dios (perdón a quienes consideren que esta palabra no debe escribirse; de hecho discutiremos sobre el particular en otra ocasión) no sea hombre, sino mujer.

¿Pero quién ha dicho que Dios sea hombre? No lo digo yo, por cierto, pero basta con pensar en la representación realizada por Miguel Angel Buonarotti en el techo de la Capilla Sixtina, su dedo rozando casi el de Adán, su creación, su imagen y semejanza, por algo es que fue así pintado, y por algo es que tenemos Papas y sacerdotes, pero jamás se ha visto por estos lugares una Papisa.

La consigna en cuestión, para la cual este texto no pretende ser más que un mero disparador, es la siguiente: ¿Qué sucedería si Dios fuese algo diferente de lo que es?... ¿Cambiaría acaso algo? ¿Sería todo igual? Lo que sigue es nada más que una de las respuestas posibles, la que nos ofrece Mario Benedetti. Nosotros aguardamos sus propias respuestas.

Dice Benedetti:

Si Dios fuera una mujer

¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.

Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.

Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.

Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.

Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

Primero, antes de mi reflexión, va esto:

(...)
No creo en Dios porque nunca lo vi.
Si él quisiera que yo creyera en él,
Sin duda que vendría a hablar conmigo
Y entraría por mi puerta adentro
Diciéndome, ¡Aquí estoy!

(Esto es tal vez ridículo a los oídos
De quien, por no saber lo que es el mirar a las cosas,
No comprende a quien habla de ellas
Con el modo de hablar que reparar hacia ellas enseña.)

Mas si Dios es las flores y los árboles
Y los montes y sol y la luz de la luna,
Entonces creo en él,
Entonces creo en él a toda hora,
Y mi vida es toda una oración y una misa,
Y una comunión con los ojos y por los oidos.

Mas si Dios es los árboles y las flores
Y los montes y la luz de luna y el sol,
¿Para qué le llamo yo Dios?
Le llamo flores y árboles y montes y sol y luz de luna;
Porque si él se hizo, para que yo lo vea,
Sol y luz de luna y flores y árboles y montes,
Si él se me aparece como siendo árboles y montes
Y luz de luna y sol y flores,
Y él quiere que yo lo conozca
Como árboles y montes y flores y luz de luna y sol.

Y por eso yo le obedezco,
(¿Qué más sé yo de Dios que Dios de sí mismo?),
Le obedezco viviendo, espontáneamente,
Como quien abre los ojos y ve,
Y le llamo luz de luna y sol y flores y árboles y montes,
Y lo amo sin pensar en él,
Y lo pienso viendo y oyendo,
Y ando con él a toda hora.

(Fragmento de "El guardador de rebaños", de Alberto Caeiro, el heterónimo “naturalista” del poeta portugués Fernando Pessoa)

Germán A. Serain dijo...

Primer aporte: Ayer recordaba una canción de Fandermole que comenzaba así: "El loco de mi pueblo / decía que era Dios / y cuánto más cuerdo que muchos estaba".

Segundo aporte: Por más que no sea de estilo en los weblogs, firmen con nombre y apellido. Tengan en cuenta que de otro modo no puedo identificarlos a los fines del concepto. (Salvo que escriban en este blog con otros fines...)

Tercer aporte: Amo la literatura. Sin embargo, tampoco se sientan obligados a hacer aportes necesariamente de corte literario.

Anónimo dijo...

Hace unos cuatro o cinco años, volviendo de la facultad una mañana, me pasó algo que todavía hoy, cuando lo recuerdo, de alguna manera me sigue perturbando.
Los hechos no son confusos, ni apasionantes, ni tienen un ápice de misterio: al lado de la entrada del ph donde vivía, entre una pared y una reja verde, había una mancha, una mancha gris o marrón que siempre estaba ahí y a la que nunca le había prestado mucha atención. Hasta ese día –hace cuatro o cinco años–, que volviendo de la facultad vi el gato del vecino pasar entre la pared y la reja, y entendí que la mancha la había hecho el gato en sus mil pasadas entre la pared y la reja verde. Pero en ese instante no sólo entendí eso. Entendí todo. Y por todo entiendase TODO. La totalidad. Entendí quién era yo y cual era mi lugar, que estaba haciendo y qué tenía que hacer. Entendí el mundo y sus circunstancias, entendí mi vida y la de todos los demás. Entendí el universo desde el principio hasta el final.
Habrán sido unos tres, cuatro segundos como mucho, pero fue suficiente. Me acuerdo que entré a mi casa mareado y con vértigo. Que me hice un té mientras pensaba en lo que me había pasado. Y que, finalmente, olvidé todo cuando me puse a estudiar para no sé qué materia. Pero la sensación perduró.
Borracho una noche con mi viejo, le conté. Al volver sobre aquella mañana, le añadí interpretaciones: yo, en esos tres o cuatro segundos, había sido Dios, o algo parecido. Había comprendido (en los dos sentidos: entender y abarcar) todo. Por eso el vértigo posterior, el mareo. Por eso la necesidad de olvidar. No estamos preparados –dije en la segunda botella de vino– para entenderlo todo. No nosotros. Por eso olvidamos todo el tiempo. Por eso necesitamos desde el principio de los tiempo un ser que lo entienda todo, y nos ahorre el vértigo, aún cuando este mismo ser (llamémoslo Dios) nos provoque vértigo él mismo. La charla siguió y, por supuesto, al rato nos olvidamos de todo.
Unos meses después leí “La escritura del dios”, un cuento de Borges, de El Aleph, que me hizo volver a pensar en aquella mañana y a pensar con más detenimiento en los hechos: la mancha, el gato, la reja, la comprensión, el todo, dios.

Acá va el link al cuento, es cortito: http://www.mundolatino.org/cultura/borges/borges_5.htm

Diana bronzi dijo...

Escribo ahora con nombre y apellido. En principio por ese motivo, aunque mis fines no se limiten al concepto. No acostumbrada a los blogs, me costó horrores entender cómo enviar mi escrito y cuándo apareció ese formulario y preguntó mi nombre, respondí con el de pila y olvidé la otra parte de mi identidad. Pero también me encontré con el texto de la mancha en la pared y no pude evitar recordar otro episodio también vertiginoso que me hizo comprender todo en unos segundos. Quizá la consigna era otra y ya hice mi parte, pero cuando alguien abre una ventana la inspiración se vuelve inquieta, ¿y cómo ignorarla?. Soy de Chubut y este verano en la costa de Pirámides me aparté un rato de mis amigos y me fui a caminar en ascenso. Lejos y cerca de la costa me recosté sobre la roca a leer, mientras algunos turistas sacaban fotos al paisaje y unos chicos caían en los piletones a la cuenta de tres. En un momento aparté el libro que me servía de sombra y me topé con el cielo de frente. El sol no me enseguecía, no sé por qué, y empecé a seguir el recorrido de las nubes. Era un bordado, en permanente movimiento. Y entonces recordé esas películas del espacio que te muestran el planeta tierra rodeado de una masa blanca a través del cual empieza a vislumbrarse la tierra. Me sentí eternamente pequeña, diminuta y me quedé sin aire. Sentí el girar del mundo en mi espalda sobre la roca. Sentí el continuo del universo y mi quietud. Y sí, entendí todo de golpe, pero tengo que reconocer que me dio pánico y cerré los ojos.

Anónimo dijo...

Consigna: Si Dios fuera... otra cosa.

¿Qué se entiende por Dios? ¿Qué es Dios o qué significa para uno mismo? Esos son interrogantes a considerar al momento de decir qué sería El si fuera otra cosa. En lo que a mí respecta, mi pensamiento me lleva a decir que Dios ya no sería una deidad, porque hasta el momento sólo he logrado concebirlo de esa manera. Y cuando hablo de una deidad, me refiero a un ser omnipotente, omnipresente y perfecto, creador de todo lo existente. Un ser en el cual depositamos un cierto grado de creencia, ya sea en virtud de sus características, o bien como producto de una determinada serie de factores que bien pueden ser difíciles de precisar.
Ahora bien, tal como se podrá observar he contestado a la pregunta por la negativa, es decir, por aquello que creo saber que Dios no sería. ¿Tarea fácil? Sí. Pero el punto es que no me siento con la capacidad suficiente como para responder de manera directa, y así afirmar: “Dios sería tal cosa” o “sería tal otra”. Asimismo, tampoco quiero ponerme a jugar con las formas potenciales que podría asignarle, sin tener fundamentos sólidos para cada una de mis propuestas (aun cuando fuera una sola).
En contraste con esta indecisión, puedo afirmar que habría uno o varios cambios en la vida de las personas –desde ya, me refiero a quienes creen de algún modo en Dios, pues es de esperar que para los ateos y agnósticos nada varíe en caso de ser El algo diferente de lo que conocemos. De este modo, y en vista de la definición de deidad que he proporcionado, creo que, ante todo, ya no contaríamos con una fuente en la cual depositar nuestra confianza y buscar una respuesta siempre que no la encontremos en causas “terrenales”.
Para finalizar, quisiera dejar planteado un nuevo interrogante que tal vez a algunos pueda parecerles disparatado. Hasta ahora nos hemos preguntado (y creo que siempre) acerca de la existencia de Dios. Si Dios efectivamente existe o no. Pero quizá no hayamos pensado todavía si nos sería posible explicar la existencia de todas las cosas –incluso la nuestra como seres humanos- con total separación de la figura de un ser supremo y absoluto. Es decir, que concibamos la existencia de un mundo y todo lo que está presente en él bajo la creencia de que no existe un dios (cualquiera que este fuera). ¿Podría ser que eso nos sea imposible en virtud de lo internalizada que está en nosotros esa idea?


Ariel Vicente Berns
Psicología de la Comunicación
Prácticos Comisión Nº 06 – Ju. 19 a 21 hs.

Anónimo dijo...

Después de haber leído con atención las publicaciones realizadas por mis compañeros he llegado a la conclusión de que es muy difícil pensar a Dios como si éste pudiera ser otra cosa ya que en cada uno convive una idea diferente de lo que este “ser” realmente es.
Sin embargo tratare de responder a la consigna comenzando por describir lo que representa para mí la figura de Dios, y en base a eso intentare pensarlo como algo diverso.
Dios según Paula:
Dios según Paula es alguien muy especial. Es alguien a quien se busca en momentos de la vida en los que nadie más se considera competente. Es alguien o algo que permite que muchas preguntas tengan respuesta.
Es el encargado de poner cada cosa en su lugar cuando el caos me abruma. Es culpable cuando desatiende sus asuntos y genera catástrofes ya sean estas a nivel global o personal. Es quien debe llevarse los meritos cuando podemos observar las cosas bellas de la vida.
Es algo ambiguo. Es a quien recurro para maldecir y es a quien agradezco cada cosa buena que me sucede. Es también a quien apelo para pedir ayuda y a quien encomiendo a aquellos seres queridos que hoy no me acompañan.
Si esto cambiara de golpe, si Dios dejase de ser ese ser perfecto, maravilloso y omnipotente y se transformara en algo diferente, qué sería de mi. Hacia adonde miraría cada vez que siento que nadie puede darme una explicación de lo que me sucede. Entonces pienso, si Dios fuese algo diferente, ¿Y si fuese un animal? Es probable que no hubiese grandes cazadores y que la gente peregrinara hacia selvas o bosques en lugar de hacerlo hacia las grandes basílicas. O si fuese una persona común y corriente, ¿qué haría?, me sentaría en el umbral de su puerta a pedir, a agradecer o simplemente a rezar. Esperaría ansiosa cruzármelo por la calle como aquellos que esperan tener algún encuentro casual con un ídolo para pedirle un autógrafo o un simple saludo.
No lo sé, pero creo que los escritos presentes en esta página dan cuenta de que Dios puede ser algo diferente.

Anónimo dijo...

En tres o cuatro segundos entendí todo, pero en los 725.328.000 restantes (y contando) entendí mas bien poco.

Anónimo dijo...

¿Qué sucedería si Dios fuese otra cosa de lo que nosotros sabemos que es?
Hablar de Dios…tendría que comenzar por confesar que nunca supe, con demasiada claridad, qué identificar con Dios. Recuerdo que una noche de invierno me asedió una sensación de miedo, un miedo de esos que asustan en serio, y me presentaron a un Dios. Estaba en la casa de mi abuela que era inmensa, tal vez demasiado. Los ruidos se confundían en una atmósfera que no era del todo radial ni siniestra, y en donde los sonidos foráneos de Belgrano se confundían con Radio Mitre y el escandaloso dormir de mi querida abuela. Y ahí sucedió… ante mi pedido de compañía, mi somnolienta nona no tuvo mejor idea que enseñarme el padre nuestro. Tras una rápida explicación y un esfuerzo por que la memorizara, me enseñó la oración, me convenció de que rezara y volvió a su sueño apacible. Al menos lo era para ella. Y yo recé, obediente, y me dormí.
Tiempo después me contaron un cuentito, de esos que son parecidos a los que nos cuentan antes de dormir, sobre un Dios padre, que también era hijo y era santo espíritu. Y también me lo creí… por un rato.
En los vaivenes de mi (in)credulidad experimenté otras historias, otros grandes relatos de Dioses, Diosas y Religiones. Todas grandes, con Mayúscula, todos únicos e incomparables. Aún hoy no sé qué es. Sólo puedo decir que no lo creo un él o un ella, pero tampoco un Dios, sino dios. Algo imperceptible, pero inmenso. Que no sabe de luchas, poderes, mandamientos ni días del perdón. Pero que es presencia, fuerza y movimiento.

Germán A. Serain dijo...

Aporte gratuito...

Cuadro de situación: Se realiza la tradicional peregrinación anual a Luján, con masiva concurrencia. En Castelar, al suscripto se le ocurre, ese preciso día, ir con su auto a realizar la Verificación Técnica Vehicular. La geografía urbana de Castelar tiene cierta particularidad: las vías del ferrocarril parten la ciudad en dos. En algunos casos, quien vive a 400 metros reales de distancia de otra casa ubicada del otro lado de las vías, debe realizar, tanto sea que vaya a pie como en algún vehículo, un rodeo para llegar, paso a nivel, túnel o puente de por medio. Dicho rodeo puede, con toda facilidad, alcanzar o superar las 30 cuadras.

Tal es la distancia que media entre los escasos pasos peatonales o vehiculares existentes. Hay uno en el extremo de la estación de trenes, pero no se puede pasar porque está cerrado por el paso de los peregrinos. En una dirección, el siguiente paso vehicular se ubica a más de 20 cuadras. De todos modos, en este caso también está cortado por la peregrinación: es necesario llegar al siguiente, que de hecho es el que corresponde a la siguiente estación, en la vecina localidad de Ituzaingó. Hacia la otra dirección, otras 10 cuadras; probemos suerte.

Por allí un grupo de coordinadores (no es la policía, sino los mismos peregrinos) intentan ordenar el tránsito, dejando pasar cada tanto un par de autos, para luego detener a los restantes y dejar pasar a otro grupo de caminantes. La fila de vehículos, como es de suponer, se hace interminable. El suscripto imagina entonces la siguiente situación: que baja la ventanilla de su auto y, con medio cuerpo afuera, se pone a gritar a viva voz: “¡Peregrinos, no se sacrifiquen! ¡Cesad en vuestra ingenua actitud! ¡Vuelvan a sus casas y dejen pasar a los autos, que vuestro sacrificio es vano, pues Dios no existe!”.

No es que el suscripto en realidad piense que Dios no exista, pero en ese momento su objetivo está en pasar del otro lado de las vías, y no en abrir un sincero debate acerca de sus convicciones teológicas. El pragmatismo puede, en este caso, dar lugar a la blasfemia. De todos modos, no grita. Ni siquiera abre sus ventanillas, para no tentarse. Todo queda en la imaginación, incluida la posible reacción de la multitud ante su clamor: la muchedumbre sorda a sus razones y súplicas. O peor aún, enardecida contra el blasfemo, que ha pretendido ir a hacer la Verificación Vehicular Obligatoria precisamente ese día de peregrinación, en lugar de abandonar el coche en su casa y sumarse a ellos, que van a pie, aunque al día siguiente vayan a volver en tren o en micro, que la fe es cosa de idas, pero al parecer no de regresos.

La anécdota, doméstica al fin y al cabo, nos deja ver cómo la idea de Dios se modifica con el entorno y modifica a su vez el entorno, incluido en el mismo las relaciones entre las personas, tanto creyentes como agnósticos. Y si es verdad que el macrocosmos se ve reflejado en lo micro, tal vez en una situación tan pequeña como la aquí narrada pueda encontrarse el germen de las razones que puedan explicarnos, por ejemplo, las guerras santas, esas que durante siglos han asolado (y lo siguen haciendo, incluso a pesar de quienes dicen que Dios ha muerto) el destino de los hombres. Por cierto, si Dios finalmente existe, no parece justo suponer que sea él el responsable de que sus creaturas, dotadas al fin y al cabo de libre albedrío, se aniquilen cada tanto en su sagrado nombre.

Anónimo dijo...

Acerca de Dios y de mi ateismo


Comencé mi camino hacia el ateismo mientras observaba a un niño alimentarse de la basura. El impulso para caminar ese sendero llegó solo: un compañero de cuarto pseudo-monaguillo que explicaba el mundo a través de los dictados de La Biblia. Como dice el dicho popular, ese viaje hacia el ateismo tenía solo un pasaje de ida.

Una definición usual, tradicional del término Dios, diría que es un ser supremo considerado hacedor del universo por las religiones monoteístas, mientras que otra definición posible sería la de una deidad a la que dan o han dado culto diversas religiones.

En todo caso, yo diría que Dios es la mismísima nada, la ausencia total, un no ser o la carencia absoluta de todo ser. O mejor aun: Dios sería la construcción mitológica necesaria para poder vivir con culpa e incertidumbre toda una vida.

Ahora bien, en un intento por reconciliarme con la consigna propuesta, aspiraré imaginar a Dios de un modo distinto al del imaginario popular. Y cualquier veloz intento por imaginar mundanamente al “supremo de los dominios celestiales” devendría en lujosos templos religiosos, un altar, libros sagrados o la famosa analogía entre religión y el “opio de los pueblos”.

Pero indagando, llegando un poco más allá, atravesando aquellos lugares comunes, Dios me recuerda a ese niño hambriento desesperado por encontrar un bocado de la basura, a esa familia desclasada en busca de cartones, a esos gritos desesperados que nadie oye.

En fin, un Dios como una perversa relación entre el todo y la nada, el placer y el dolor, la gula y el hambre, entre la vida y la muerte.

En uno de los tantos cuentos mitológicos griegos, Sísifo se atrevió a rebelarse ante los dioses. Y tuvo su castigo: llevar una roca hasta la cumbre de una montaña, que una vez depositada allí volvía a caer, una y otra vez, por su propio peso. La pena tenía una duración precisa: toda la eternidad. El colmo de una vida absurda. Albert Camus, un escritor nacido argelino que vivió buena parte de su vida en Francia, escribió alguna vez: “El esfuerzo mismo para llegar a la cima basta para llenar el corazón de un hombre”. A simple vista, algo se me debe haber perdido por ese camino hacia la cima, algo que vació mi corazón.



Paulo Rubiano

Anónimo dijo...

Para empezar, me resulta tan cuestionable como necesario apoyar la subjetividad de uno -de cualquiera de nosotros- en algo externo a nosotros; llámese Dios, Buda, Big Bang o Maradona. El optimismo sobre algo "superior a nosotros" me parece tan patológico como el miedo a la muerte. Pero tampoco quiero caer en la lógica del diván, ni pecar de positivista, ni rendirme a la soberbia.

Para empezar, de nuevo, quise desprenderme de todo razonamiento lógico sobre el asunto, despojarme de las ecuaciones. Dificil. Estamos acostumbrados a "funcionar" así.

En momentos de desesperación, los más angustiantes, quizás uno mira el techo -digno representante doméstico del cielo- y piensa que, si existe algo por ahi, que escuche, que se de cuenta.

Cuando en clase salió la posibilidad de lo que entendemos por Dios sea mujer, me pareció una posibilidad banal. ¿No es acaso ponerse a jugar a "La Guerra de los sexos"? ¿Qué diferencia habría entre Dios mujer y Dios hombre? Si es perfecto, como dicen, seguramente no sería ninguna de las dos cosas. O, mejor, tendría todo lo bueno de cada.

Trato de reformular la pregunta. Dios, para mí, es una incógnita. ¿Y si lo que llamamos Dios dejase de ser una incógnita?

Imagino, desde el ateismo respetuoso, la misma sensación de certificar que existen los extraterrestres, al cruzarse con uno frente al obelisco. Porque eso que nos cruzamos, que deja de ser una incógnita, nos sorprende tanto como lo que nos decepciona.

Porque es lo que es -digo, el extraterrestre, Dios- , y no la expectativa que teníamos, todo lo que depositábamos en él/ella/eso.

Si Dios fuese otra cosa de lo que conocemos, o de lo que conozco, sería algo/alguien conocido, a la mano, cotidiano. Una no-incógnita. Y por tanto algo que no completa, ni llena, ni cumple con las expectativas, con los vacíos.

No sé si hay un opio de los pueblos de un lado del "mostrador" -parafraseando aquella canción del señor García-, o si el super-hombre es la super-ación de eso. Cuando a Sabina le preguntaron qué le pediría a Dios, él respondió: "que renuncie".

Dios, hoy por hoy, para mí es una incógnita, femenina y/o masculina y/o ninguna de las dos. Si dejase de serlo (y en esa conversión sólo podría ser lo contrario, algo palpable), sería, seguramente, una decepción.

Fernando Amdan

Anónimo dijo...

Creo que la pregunta que debemos responder es tramposa ya que esconde algo; ya que da por sentado lo que pensamos de Diós, lo que entendemos por Diós.
En primer lugar, la pregunta da por supuesto que sí existe Diós y no se trata de una construcción imaginaria nacida en el comienzo de los tiempos para explicar lo inexplicable para ese entonces, para encontrar una respuesta al misterio, a lo desconocido, al miedo.
Además, existen tan opuestas definiciones de Diós que para algunos puede ser "uno" mientras que para otros puede estar representado en distintas divinidades con diferentes personalidades.
En mi opinión, como haría Descartes pero en sentido diametralmente opuesto a sus conclusiones, dudo de la presencia, de la existencia de Diós.
Creo que nos sentimos mucho más tranquilos, seguros y relajados al creer en una instancia superior que nos redima ante la muerte, ante el vacío y ante el sin sentido de nuestra vida.
Considero también un poco trivial ponerse a pensar acerca del género, del sexo de Diós. ¿Importa algo? ¿No estamos pensando en categorías demasiado humanas para lo que supuestamente es Diós?
Podría escribir e imaginar y fantasear con muchos panoramas posibles pero no creo que aquello aporte algo salvo venagloriarme de cuan distinta puedo pintar la realidad, una realidad fantástica.
Porque, en mi opinión, dando por supuesto la existencia de Diós, si fuera otra cosa, no pasaría nada porque el mundo que tenemos, hacemos y en el cual vivimos -aunque nos cueste aceptarlo- lo hacemos día a día nosotros, los humanos, acá, "más acá del horizonte" citando nuevamente a Benedetti.

Leonardo Núñez.

Anónimo dijo...

Me resulta difícil pensar que sucedería si Dios fuese otra cosa. Creo que hasta me produce miedo esta idea. Pero al continuar pensando, me vino a la cabeza la idea de que tal vez Dios pueda ser una estrella. Al principio el miedo persistió, y aun ahora sigo con miedo, pues que sola me sentiría tenerlo allá tan lejos, jamás podría alcanzarlo, o acercarme un poco a él. Dios es algo parecido a una estrella! Recurrimos a él millones de veces cuando estamos perdidos y necesitamos que nos ilumine el camino. Lo vemos desde la tierra cuando tenemos miedo y le gritamos para que nos ayude. Una estrella es algo inmenso (Dios es infinito) que esta presente y que nos brinda compañía al igual que Dios, nos regalan brillo. Si bien las estrellas son imaginadas y percibidas por cada uno de diferente forma, todos somos capaces de verlas, por lo tanto existen. A Dios también nos lo imaginamos. Las estrellas están en el cielo, al igual que Dios aunque Dios esta en todos lados al mismo tiempo, es omnipresente. A dios no lo toco, a las estrellas tampoco. Dios es maravilloso, las estrellas también!! Pues ahora ¿qué pasaría cuando hay noches nubladas y desaparecen las estrellas? Pues aquí queda claro: Dios es una cuestión de fé.

Sofía Gallo

Anónimo dijo...

Para poder formular una noción concisa de un Dios diferente al que conozco es necesario una aproximación a algunos de los conceptos que conforman al Dios que actualmente identifico como tal.
Difícilmente se pueda converger en una única resolución del dilema planteado. La sociología de la religión se destaca por considerar como uno de sus objetos de estudio a la relación sociedad-Dios y su apropiación social de sentido. Por ello, se podría expandir la problemática aseverando la disgregación de este Dios en múltiples deidades dentro de una misma sociedad. Se los enviste de virtuosismo, poseedores de diferentes aptitudes y caracterizaciones según sea la cercanía que tengan las personas con una determinada mirada religiosa.
Es apremiante contextualizar, aún de manera sucinta, la historia de esta problemática en el marco del proceso de secularización que caracterizó a la sociedad moderna, en primer lugar. Y la entrada a la posmodernidad, en segundo lugar. Ambos corrientes influyeron de manera contundente en el mundo religioso, empleando concepciones disímiles (individuo-razón/fragmentación), con características muy particulares, pero permitiendo una apertura diferente a la cosmovisión teológica y la idealización de Dios.
En relación al primer, el orden social, el conocimiento, el sentido común, la moral que caracterizaban al antiguo régimen sufrieron fuertes modificaciones ante la comenzada centralización del individuo y la razón como rectores del pensamiento. Puede deducirse, por un lado, que éste movimiento edificó en el interior del individuo un muro que separa la razón de la fe. En cambio, por el otro, se puede observar que éste naciente escenario social, político y religioso otorgó a los sujetos la libertad de gestionar una nueva relación con Dios, sin obedecer a sometimientos institucionales u obligaciones más que el deseo íntimo y personal de los devotos.
En cuanto al proceso de fragmentación y desorientación social de la posmodernidad puede vislumbrarse una búsqueda de un centro estabilice y recomponga la espiritualidad del hombre. La aparición de nuevos símbolos y santos más cercanos a la realidad de los sectores populares, como “Gilda”, “Difunta Correa”, “San Cayetano”, demuestran la necesidad de reestablecer una identidad religiosa en la sociedad. En consecuencia, los actores sociales tienen una significativa incidencia en este nuevo vínculo con el aspecto espiritual, y su ubicación dentro del mapa social es un factor vital para su desarrollo.
Los posicionamientos adoptados en relación al tema son resultado de un complejo entramado de factores ideológicos, familiarmente heredados, socialmente tradicionales, de clase social, posibilidad de formación intelectual, etc. A su vez, éstos generan universos de sentido distintos que encuentran su lugar de expresión en la cotidianeidad misma de los sujetos, en su tomas de decisión y en los matices discursivos que utilizan. Por lo tanto, se puede advertir la presencia de un Dios socialmente construido de acuerdo al pulso del propio hombre, siendo éste tanto religioso como ateo. Sobre Él se vuelcan ideales, necesidades de clase, modos de entender la existencia y suplir el sufrimiento de la vida cotidiana.
Dentro de este razonamiento no podemos encontrar un Dios único y total a partir del cual inventar otro distinto, sino todo lo contrario un Dios que se diversifica y regenera constantemente.

Anónimo dijo...

¿Qué sucedería si Dios fuese otra cosa de lo que sabemos que es?...¿Es que realmente sabemos qué es?, ¿Si Dios fue inventado por unos pocos para controlar al resto?. Quién no ha escuchado decir alguna vez: "Si no lo veo, no lo creo" delegando toda la responsabilidad a uno de los sentidos, algo inapropiado para llegar a la verdad según Descartes. Entonces, miremos hacia nuestro "interior". "Dios está en todas partes y en cada uno de nosotros" también lo hemos escuchado. Por lo tanto, si miro hacia mi interior conoceré la verdad de Dios. Pero "Si Dios existe, ¿por qué no aparece cuando realmente lo necesitamos?", "Por que debemos aprender de nuestros errores", dicen otros.
Cada uno tiene su opinión al respecto y en cada uno hay un Dios diferente porque cada uno es diferente. Siguiendo el pensamiento sobre nuestra interioridad, en la cual Dios forma parte de ella; si Dios está en nuestro espíritu, cada uno "amoldaría" esa verdad de acuerdo a nuestras experiencias. La duda nos lleva a querer responderla mediante nuestras vivencias. Según Descartes, estaríamos obrando mal. Por lo tanto, si nos abstraemos de nosotros mismos, nos encontraríamos con nuevas ideas de las cuales derivarán nuevas dudas. Si Dios fuese otra cosa, y uno llegara a saberlo, nos preguntaríamos cosas nuevas al respecto.

Anónimo dijo...

Si Dios fuera guerra no habría paz.
Si fuese odio no habría amor.
Si Dios fuera oscuridad no habría luz.
Si fuera muerte no habría vida.
En conclusión, si Dios fuera otra cosa no habría Dios (que fuese paz en la guerra; amor en el odio; luz en la oscuridad y vida en la muerte).

Anónimo dijo...

No creo en el Dios católico, todopoderoso y omnipresente (aclaración). Dios (católico) es hombre y nunca podría haber sido mujer. Es hombre porque vivimos en una sociedad machista y patriarcal. Dios hubiese sido mujer en otro tipo de sociedad, completamente distinta, que me resulta muy dificil de imaginar, tanto como si me preguntaran que pensaría yo si fuese un mosquito. Si Dios fuese algo distinto a lo que es (¿Qué es Dios?), no sería Dios, todo sería diferente, y no lo puedo imaginar...