Desconsiderados!!! Vagonetas!!!! Ya van a ver, cuando lleguen a mi edad y también ustedes empiecen a olvidar las cosas!!! ¡Pero podrían haberme avisado, por lo menos, que se me había pasado indicarles qué textos tenían que leer para la próxima clase!!!
- Pero profe... Pensamos que si no nos daba nada para leer era porque eso formaba parte de sus... particulares maneras pedagógicas.
- Ah, ya veo. Permitime que te diga que tu comentario es muy desubicado. Es casi como que me estás tratando de raro, ¿no te parece? Lo único que te falta es señalarme que también hablo y me contesto solo, o que invento personajes irreales para debatir con ellos...
- Pero profesor... ¿No es exactamente eso lo que está haciendo en este momento?
- Bueno... ¡Está bien, sí, es exactamente eso!... ¿Y qué tiene de malo? ¿No sabían que esta es una de las mejores formas de aprender a argumentar?
Como sea, volvamos a la cuestión. Me olvidé, pero lo dejo consignado acá y por escrito. Así que no se hagan los distraídos y a leer. El texto en cuestión es el titulado “La sabiduría del amor”. Muy a pesar del título, este texto no fue escrito por Jorge Bucay, ni tampoco por Leo Buscaglia, sino por un tipo llamado Alain Finkielkraut. Y habla de dos filósofos franceses: Jean Paul Sartre (1905-1980) y Emmanuel Lévinas (1905-1995).
Con respecto a la consigna cruzada, les recuerdo: la cuestión es discutir acerca de si nuestra sociedad merece ser calificada como una cultura hedonista o, por el contrario, como tendiente al displacer.
Saludos y afectos,
Germán
P.S.: Les recuerdo también que firmen sus comentarios con nombre completo, para poder identificarlos, que es así como aparecerán en los listados cuando por fin aparezcan. Y les recomiendo que escriban sus textos en un documento aparte, de Word o lo que quieran, y sólo cuando lo tengan terminado lo peguen en la ventanita del blog. Porque hay quienes han pasado una hora entera de sus vidas escribiendo el comentario a una entrada y blogger, en el momento de publicarlo... desvanece en la nada virtual el texto tan celosamente escrito, para desesperación del alumno, que en mejor de los casos querrá comerse la computadora. Me ha pasado... La otra consigna, en la entrada inferior. Sigan leyendo un poco más abajo, por favor.
19 comentarios:
Andrés (y otros con la misma iquietud): éste es un espacio libre, lúdico, y cada cual puede hacer con él lo que mejor le parezca. ¡Ni siquiera es necesario pertenecer a la comisión para participar!...
Con respecto al hedonismo o al displacer, les sugiero que se paren delante de un kiosco o miren un rato la tele o que fijen en las vidrieras de un par de negocios, como para tener un elemento más claro que les permita organizar una respuesta.
TANGO Y DISPLACER
Buena forma de averiguar qué sentimos es indagar en nuestras artes. Se me viene a la mente la que, creo, nos representa más, como personas y como entes turísticos: el tango.
El tango resume mucho de lo que somos: una mujer perdida, una botella de alcohol, un bar, sucio y viejo, lluvia en la ventana, el corazón destruido, mirando al sur.
Nos encanta sufrir, y mostrar ese sufrimiento. Nos encanta hacer de ese penar un hecho artístico. Y por eso, por el arte, hasta podemos inducirnos a sufrir, y sufrimos a moco tendido pero con algo de orgullo bajo el pañuelo, porque después de todo somos machos, y el macho no llora, ve llorar, pocas veces a una mujer, muchas veces a su Buenos Aires en la ventana de un bar.
Juan Pablo Ares
Creo que efectivamente una sociedad como la nuestra es hedonista, es decir considera el placer como el fin de la vida. Pero... ¿qué tipo de placer es el que buscamos? Creo que estamos tan inundados por mensajes que provienen de los medios de comunicación que nos han hecho creer que el placer está en las cosas materiales. Cada vez más asociamos el placer al consumo y nos olvidamos cuánto podemos disfrutar de algo que no se vende. Incluso creo que cada vez más se busca el placer individual, aún cuando ello pueda poner el peligro el bienestar general. Parece que la satisfacción del deseo personal y material pesa más en la balanza. Sin embargo, no todo es pesimismo. Recuerdo, por ejemplo, algo que escuché algunos meses atrás acerca del slow-food. Quizás haya un juego de intereses en esto, pero por lo menos rescato algo: por oposición al fast-food esta manera de comer privilegia no ya comer al paso, en forma rápida y casi por obligación, sino por el contrario, retornar al placer que nos da el hecho de disfrutar de un almuerzo o una cena sin apuros, solo o en compañía pero en un ambiente cálido y en la más profunda tranquilidad. Algo que nos hace bien al cuerpo pero también al espíritu.
Anàlía Roldàn
Consigna: Hedonismo y displacer
Si consideramos que el término “hedonismo” hace alusión a la búsqueda de un tipo de placer que va más allá de lo estrictamente sexual y sensual; es decir, si interpretamos que se trata de una forma de placer que conduce sobre todo hacia la felicidad, entonces debemos admitir que nuestra sociedad actual es hedonista. Lo es porque, en la medida de lo posible, buscamos ser felices, y lo hacemos a través de diversas vías: actividades y proyectos culturales, el entretenimiento masivo y otros caminos que tal vez sean alternativos.
Bien. Queda claro que somos hedonistas. Pero de inmediato surge otra pregunta igual de importante: ¿En qué proporción lo somos? ¿Siempre, con cierta frecuencia o regularidad, o sólo esporádicamente? Al respecto, tenemos que considerar el contexto social, económico, político y cultural en el que vivimos, porque todo aquello que nos rodea condiciona nuestras posibilidades de alcanzar lo que deseamos con más o menos fervor. Y por esta razón es que con anterioridad afirmé que lo hacemos “en la medida de lo posible”. Esto significa que las circunstancias en las que se desarrolla nuestra vida cotidiana son, en reiteradas oportunidades, obstáculos para el primer paso en la consecución del placer: la búsqueda. No obstante, este hecho no quita que seamos hedonistas, que pensemos en alcanzar aquello que nos satisface a nivel espiritual.
Asimismo, cuando hablo de contexto no me refiero solamente a todo lo que nos oprime o tiende a hacerlo. También aludo, por ejemplo, a los medios disponibles para la consecución de nuestros propósitos. Y en este aspecto, las alternativas habituales en materia de cultura y entretenimiento presentan una nueva “cara”. ¿Mejor? ¿Peor? ¿Igual a lo ya existente? Eso es muy discutible y quizá no viene al caso en este momento. Lo cierto es que ese nuevo aspecto viene dado por la introducción de diferentes (y cada vez mejores) tecnologías. Avances o innovaciones que, más allá de impresionarnos por su alta especificidad, parecen obligarnos a modificar nuestras formas de disfrute y de intercambio comunicacional con otras personas. La telefonía celular (con sus múltiples usos), el chat y los recientes desarrollos en el campo de la tecnología digital y la realidad virtual son algunos ejemplos de esta tendencia.
A modo de cierre, queda por plantear una última pregunta: ¿Es posible que se esté desarrollando en esta sociedad post-moderna una forma alternativa de hedonismo? Y si es así, ¿en función o como producto de qué causas tiene lugar? Cuando decimos hedonismo alternativo podemos pensar, de pronto, en lo que Herbert Marcuse llamó “hedonismo negativo”. No es con exactitud el opuesto del hedonismo típico, sino una suerte de variante que se define por una actitud consistente en evitar el dolor antes que buscar el placer. Una variante que tendría lugar en aquellas sociedades en las cuales la coerción ejercida sobre los individuos fuera tal que no dejaría lugar más que para actuar siempre a la defensiva. Sin embargo, no creo que la post-modernidad en que vivimos nos presente un marco de situación de esas características, si bien es cierto que todavía subsisten formas de tiranía –tanto políticas, como económicas y culturales. El hombre aún cuenta con espacios donde expresarse y “moverse” con cierta libertad, aunque aquellos solamente sean alternativos y poco reconocidos. Por consiguiente, seguimos siendo hedonistas en el sentido original del término, si bien no en forma pura o en toda la expresión que tal vez quisiéramos. Pero somos hedonistas, ante todo.
Ariel Vicente Berns
Psicología de la Comunicación
Prácticos Comisión Nº 06 – Ju. 19 a 21 hs.
¿Cómo caracterizar una sociedad o determinar la tendencia de su dinámica? Cualquier afirmación sobre la sociedad se tornaría una mera reflexión personal incapaz de leer condiciones objetivas. Yo considero que, la sociedad se construye así misma constantemente, y sin duda, tiende a buscar la repetición de aquello que ha servido a sus necesidades o propósitos anteriores. El tiempo marca el ritmo de las transformaciones sociales, por lo que creo que su tendencia es a la conservación de la estabilidad. Sólo cuando los actores en puja al interior la sociedad desestabilizan el orden adquirido, es que se producen cambios significativos.
Una sociedad que busque el displacer, podría ser una opción válida si se considera la escena actual, lo desalentador de las condiciones sociales, económicas, etc. Sin embargo, si se concibe a la sociedad como una suma de elementos, muy raro sería pensar que el obrar particular no se encause por una búsqueda del placer.
En síntesis yo creo que si se debe caracterizar la sociedad en términos de hedonismo o displacer, me inclino por afirmar que la sociedad opera de acuerdo al interés de poderosos hedonistas que se encumbran a costas del displacer de una mayoría.
De todas maneras reitero que, intentar categorizar una sociedad es un proyecto demasiado ambicioso.
Marcos Juan
Respuesta a la pregunta de Julieta: El jueves de la semana que viene cae en Semana Santa y por ende no tendremos clases. También por ende, mañana sí tendremos, al margen de cualquier cuestión sindical.
Con respecto al problema en cuestión, me permito señalarte dos cosas: a) que sí hay gente que prefiere el sufrimiento al placer, llámense masoquistas o pacientes de diván. Y b), que las personas, consideradas individualmente, por más que pertenezcan de hecho a una determinada cultura, no son lo mismo que esa cultura a la cual pertenecen. Nosésisentiende...
Como ante toda pregunta, lo primero que me surge es otra. A qué sociedad hay que calificar? A la occidental? A la argentina? Es lo mismo? A esa sociedad que cierta miopía mira y sólo apunta a aquellos afortunados que podemos comer todos los días? A toda? Entre confusos relativismos y etnocentrismos, decidí primero adoptar como punto de partida una definición:
Hedonista, sólo responde al llamado de los placeres; el deseo no constituye en sí mismo un goce, puesto que sólo encuentra sentido en la consumación, por tanto se tranquiliza exclusivamente en la realización vertiginosa, en la voracidad. Es pues un ser sin interior, totalmente poseído por objetos (bienes o personas) en quienes encuentra la satisfacción.
Pero hay una cuestión fundamental: qué hay entre el hedonismo inducido, y la imposibilidad material de satisfacer nuestros deseos? Cómo se lidia con ese displacer? El consumo de masas apela al hedonismo, lo formatea, lo inculca, lo fomenta, lo enaltece. Y en ese mismo movimiento, genera un inabarcable displacer. Entonces, haría este recorte: dentro del mundo hay hedonistas que para satisfacer su insaciable codicia necesitan promover el hedonismo en la otra parte de la sociedad; y hay un tercer grupo que está exento de ambas categorías, ausentes, los que ni siquiera importan como blanco donde fabricar más hedonistas.
Cada vez son más los que menos pueden satisfacer sus deseos. Y aquellos plausibles de satisfacción son oscurecidos por nuevos objetos de deseo. Así, más que términos opuestos, parecieran ser ambos principio y fin de un mismo circulo.
El displacer de la cultura hedonista
El placer como fin supremo de la vida, así define el Diccionario de la Real Academia Española al hedonismo, es en la práctica una doctrina marcada por el displacer y el sacrificio. A modo de ejemplo, el verse estéticamente “en línea” con la cultura hedonista requiere una serie de esfuerzos para lograrlo, a saber: nutrición (suena más saludable que “dieta”); ejercicio; cirugías y estética corporal, entre otras cosas que hacen al cuerpo humano como organismo.
Ahora bien, en donde se origina el displacer que caracteriza esta la cultura hedonista: la conducta del hombre es resultado de una sociedad que la reglamenta y regula. Dicha sociedad esta, a la vez, compuesta por hombres que producen las reglas: la cultura hedonista es una de ellas. El discurso hedonista que circula en la sociedad responde a una condición egoísta, de autosatisfacción del ser humano que no ahorra energías a la hora de buscar placer, inclusive el displacer es una forma de encontrarlo.
¿Vivimos en una sociedad hedonista?
Considero que no vivimos en una sociedad hedonista ya que el término
sociedad implica un conjunto de personas que relacionado con el concepto
de hedonismo denotaría un grupo de individuos que buscan el placer
conjunto. Nuestra sociedad es individualista ya que las personas buscan
el placer propio y no el placer común, por lo tanto el hedonismo
individual esta presente, no así la búsqueda del placer en sociedad. Cada
persona es capaz de hacer lo que este a su alcance por conseguir su
objetivo: satisfacción máxima, no importando así las consecuencias que
ello pueda traer aparejadas al prójimo. Por lo tanto, esa búsqueda
hedónica que trae frutos placenteros a un individuo puede causar
displaceres al resto. El mejor adjetivo para definir a la sociedad de
los últimos tiempos es el de individualista, el cual incluye la búsqueda
del placer pero no de manera solidaria sino egoísta.
Para ayudarme a responder a esta consigna, recurro a la televisión. Cada vez observo mas comerciales en donde presentan una nueva crema para combatir arrugas y vernos mas lindas, shampoos que te dejan el pelo perfecto y caminas por la calle y los hombres te miran, ahora aparecieron aguas saborizadas en todos los gustos que te imaginas. Por la calle se construyen cada vez mas gimnasios, lugares para hacer pilates y bajar de peso, camas solares, ahora existen cremas para que en una hora te veas bronceado sin que te tires horas a tomar sol. A los kioscos ya les queda chico el local porque todo el tiempo les llegan nuevas golosinas en todos los gustos y todos los tamaños. Creo que sin duda buscamos un placer constante y somos una sociedad de consumo permanente. El problema esta en que en esa búsqueda de placer aparece el displacer. En ese esfuerzo por adquirir todo, pareciera que hay cosas que se descontrolan en la vida de las personas, se produce un alboroto en la sociedad y aquí aparece un displacer que nos angustia por ese enorme esfuerzo aparece el estrés, cansancio, preocupaciones de trabajo, mal humor. De esto se genera la agresión en el trafico, la violencia, etc. Pareciera que las cosas las encaminamos mal, nos equivocamos todo el tiempo. Buscamos el bienestar, el cuidado del cuerpo y de la imagen, queremos darnos gustos, pero en el camino a eso, creamos un gran displacer que no nos deja vivir como en realidad nos gustaría.
Sofía Gallo
Pregunta: Hoy Jueves 6 de Abril hay clases? Se agradece..
Parece que, la mayoría de las veces, confundimos libertades o liberalidades, en sus más amplios sentidos y significados, con el hedonismo, o la búsqueda del placer. Creo que la forma en que vivimos (occidental, porteña, psicoanalizada, posmo) esta permanentemente necesitada de placer. Hay una necesidad muy profunda de sentir, pero más profunda aún es la ceguera en la búsqueda. Desconexión con el magma, falta de apertura al misterio, entrega total a la manzana del confort y la tecnología... Puede ser. Gustoso estaría de tener la respuesta conmigo. Parece (mos) una sociedad frustrada, porque la necesidad de placer es cada vez mayor y el vínculo con el placer cada vez más fino. Una sociedad de pretensiones hedónicas, pero arrinconada en el displacer.
Sabrina, puedes buscar más arriba la respuesta a tu pregunta. Hay que leer, niños, hay que leer...
(Tá bien. Te la hago más fácil: Sí, hay clases.)
¿La nuestra es una sociedad hedonista o busca permanentemente el displacer? Que será el placer… yo creo que la cultura oriental se dedica mucho más a la búsqueda del bienestar espiritual que la occidental. No se si eso se relacione con el placer. Todo dependerá entonces de lo que consideremos placentero: mientras para algunos el placer pasa por lo material o por el dinero y aquello que este consigue, para otros esta en los amigos, la pareja, etc.
¿Se le puede llamar placer a lo que se consigue con dinero?
Algo de lo que el sistema capitalista se encargó de impregnar en nuestras mentes es que el placer se compra. Que sucede con aquellas necesidades que la publicidad inventa para vender nuevos productos?¿Satisfacerlas es placentero? ¿O el placer esta en otro lado?
Paula Smoler
Placer y displacer: dos caras de una misma moneda. La nuestra es una sociedad tan participe de uno como del otro. Nos contentamos, aunque no siempre, con permitirnos disfrutar de los placeres que nos da la vida: quedarnos más de una vez perezosos en la cama, leer un libro, comer nuestro plato favorito, sacar a pasear el perro, escuchar una buena canción, ver sonreir a un niño, mirar un atardecer, ver una araña entretejer su tela... y la lista sigue. Pero claro que no podemos quedarnos pasmados disfrutando eternamente y enteramente de los placeres que nos da la vida.
Asi como hay placer hay tambien displacer ( y aqui prefiero no entrar en descripciones). Ese será el momento en que “descubrimos” que tampoco hay que destenerse y quedarse pasmado ante el displacer sino no podiramos disfrutar de los maravillosos placeres del dia a dia, por minimos que sean.
Y es asi como sigue, supongo, la oscilacion permanente e interminable entre el placer y es displacer, cual si feran las dos caras de una moneda.
Primero que nada, disculpen la gran demora en la respuesta a la consigna de hace dos clases atrás. Hace varios días que tenía redactado mis observaciones pero las dejé, hasta ahora, para el último momento.
Bueno, tengo que comentar la ambigüedad y/o reversibilidad de la consgna planteada. Nuevamente la pregunta esconde una trampa. Se pregunta si la sociedad argentina es hedonista o busca el displacer. Retomando los preceptos Zen (la indisolubilidad del Ying y el Yang, por ejemplo), aquí también el placer tiene su contracara indisoluble, el displacer. Por ello comenzamos con un paso en falso.
Olvido en parte este señalamiento y entro a plantear mis opiniones respetando la pregunta. Debería decir que la sociedad argentina no es ninguna de las dos cosas porque antes que buscar placer los argentinos, como el resto de los humanos, deseamos. Y dentro del deseo sí podemos situar la búsqueda de placer, pero no tratar de establecer éste último como el caracter fundamental de la idiosincracia nacional.
Y por el otro lado, tampoco creo que la sociedad busque el displacer. En un primer momento es obvia la respuesta ¿Cómo podríamos buscar lo que nos provoca incomodidad irritación, malestar? En un segundo momento podría decir -retomando alguna lectura de Freud, algún teórico sobre Lacan- que estaremos buscando durante toda nuestra vida un placer originario, una sensación de plenitud de la relación simbiótica con la madre, que nunca volveremos a tener y nunca alcanzaremos del todo si buscamos. Por ello el displacer en nuestras vidas estará siempre presente.
Para contestar esta cuestión me parece pertinente realizar una breve definición de los términos hedonismo y displacer.
Por hedonismo se entiende al el nombre con que se conoce a una determinada corriente de pensamiento que identificaba el bien con el placer, con un estado de suprema felicidad ("hedoné", del griego placer).
Las primeras formas de hedonismo sostenían que el bien era el placer y que el dolor era el mal. Dentro del primero, se encontraba "el placer material" (el placer de los sentidos) que se creía indispensable para alcanzar "el placer espiritual". El hombre, en su realidad cotidiana, debía pugnar para acercarse al placer y, al mismo tiempo, alejarse del dolor.
Por displacer se entiende a la acción de sentir disgusto, desagrado, infelicidad.
A partir de esto pienso que la sociedad actual es una sociedad del displacer, el hombre contemporáneo al vivir un vaciamiento espiritual cada vez más grande, busca, como lo hacían los primeros hedonistas, su felicidad en los bienes materiales que se les ofrecen y/o se les imponen en el mercado.
Pero, a diferencia de estos, el hombre actual nunca llega a alcanzar la felicidad, ya que nada es lo suficientemente lindo, lo suficientemente grande, lo suficientemente chico, lo suficientemente cómodo, lo suficientemente barato, así sucesivamente hasta el infinito.
Esto es impulsado por una sociedad consumista que constantemente renueva falsas ilusiones y expectativas para que el hombre jamás este satisfecho, para que jamás deje de sentir un dolor por no tener, por no parecerse, por no alcanzar al otro.
Tal vez en este momento se llene ese vacío con objetos materiales, en reemplazo de los valores religiosos que se utilizaban en el pasado.
De alguna manera el mercado reemplazó a Dios, de alguna manera los dos son ilusiones que le permiten al hombre intentar sentirse mejor, con la diferencia que antes había alguna expectativa de trascender, de entender esta vida como un paso para algo.
Las investigaciones científicas, en general, presentan la necesidad metodológica de recortar, analizar y clasificar la conformación de su objeto de estudio. En sus comienzos, las ciencias sociales utilizaron, y en particular la escuela norteamericana, esta práctica de segmentar los objetos en pequeñas partículas y adjudicarles una denominación que las identifique. De esta manera, nos olvidamos del contexto y la consideración del asunto como una totalidad.
Parece suceder lo mismo en el análisis de los diferentes matices que demuestra el comportamiento social. El hombre se estudia a sí mismo y su propio entorno, sujeto a un cuerpo conceptual específico, utilizando perspectivas que le brinden seguridad, busca solidez en sus resoluciones. Sin embargo, y afortunadamente, nuestra formación teórica nos exige observar la realidad social como una totalidad dinámica y juzgarla a partir de este planteo. A partir de este razonamiento rechazamos la relación entre el humor social y el hedonismo o el displacer, como lugares puros y aislados. Por el contrario se entrelazan conformando un mismo movimiento.
El accionar social se inserta en un mundo de expectativas y exigencias vinculadas a valores y normas estandarizadas sobre lo permitido, lo bello, lo inmoral, el divertimento, lo prohibido. Alejados de un pensamiento conductista, podemos afirmar que la sociedad actúa en consecuencia. El ejercicio de la dispersión hedonista a partir del consumo y el entretenimiento es un rasgo común en este asunto. Hay todo un mercado del placer a nuestra disposición. Por otro lado, podemos comprender la utilización del sentimiento de displacer como un mecanismo de control respecto del exceso de goce. El sujeto reconoce la conducta desmedida y, en consecuencia, actúa generando una sensación similar a la culpa con el objetivo de compensarla. En su aspecto teórico, podemos decir que estas limitaciones son impuestas por los diferentes espacios de sociabilidad y finalmente, naturalizadas en los actos del hombre.
Muy buen articulo, estoy casi 100% de acuerdo contigo :)
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