No quise publicar estas palabras antes de haber terminado de corregir los parciales para mantener la necesaria objetividad. Ya volcadas las notas de todos y cada uno, me permito decir que en definitiva no me parece mal que un docente deba ocupar cada tanto el lugar del alumno y demostrar ante una mesa examinadora lo que sabe hacer.
Sin embargo, por otra parte considero que para bien o para mal el verdadero concurso docente no se rinde ante una mesa examinadora, una vez cada tanto, sino cada vez que el docente entra al aula y se para frente a sus alumnos, que son quienes en verdad deben juzgarlo en su labor, dado que en definitiva es para ellos para quienes trabaja.
Y en este sentido estoy sinceramente feliz y agradecido, pues a juzgar por los comentarios que he recibido en la anotación de más abajo, volcados por ustedes incluso al margen de sus calificaciones, llego a la conclusión de que tengo el concurso docente aprobado. Y ojo, que no hablo aquí del concurso que convalidará eventualmente mi cargo en la cátedra, sino del otro, el verdadero y más importante, que es el que se puso en juego cada jueves de 19 a 21 en el aula 6.
Tengo presente, de todos modos, que siempre habrá cosas por mejorar. Y me parece que esto es algo bueno, pues es señal de que también el docente aprende de aquellos a quienes enseña.
Gracias, nuevamente, por haberme acompañado durante este primer cuatrimestre de 2007.