1. El sufrimiento es propio de la condición humana.
2. El sufrimiento está ocasionado por el deseo insatisfecho.
3. Si se suprime el deseo, desaparece el sufrimiento.
4. Es posible suprimir el deseo.
"¿Cómo podríamos ser felices, con todo lo que nos falta saber del mundo?", podría preguntarse Fausto. Y seguramente él hablaría de conocimientos, pero para el caso también podríamos estar hablando de dinero, de otros bienes materiales, o simbólicos, de un título universitario, de experiencias sensuales, de pasiones diversas. Fausto es el arquetipo. Pero también podríamos hablar de Mick Jagger, de Don Juan, del muchacho que quiere una guitarra eléctrica, hasta el momento en que la tiene y pasa a desear otra cosa, o de cualquiera de nosotros. A todos nos pasa más o menos lo mismo, al fin y al cabo.
Don Juan es hermano de Fausto en la frustración. La vida no le alcanzará a ninguno de los dos para completar el objetivo que se han impuesto: en el caso de Fausto siempre habrá más cosas para saber; para Don Juan, siempre habrá una mujer más por conquistar. Don Juan lucha con las pasiones que son propias de la incompletud humana. Fausto, en su afán por comprenderlo todo, pretende parecerse a Dios, casi como el legendario bello ángel caído. La referencia bíblica no es gratuita: en las cosmogonías es posible encontrar cosas de lo más interesantes, que siempre nos conectan con nuestras realidades. De hecho, es en el fruto prohibido de la sabiduría, del árbol del bien y del mal, donde el hombre encuentra fatalmente la condena derivada del pecado originario. Mala prensa para el positivismo.
Oswald Spengler, en su libro La decadencia de occidente, habla del hombre fáustico como modelo del hombre occidental: se trata de un hombre permanentemente insatisfecho, tanto da que se llame Fausto, Don Juan, que tenga tu nombre o el mío. Siempre le faltará algo para sentirse completo, con lo cual vivirá en un estado de tensión permanente, que se parecerá mucho al sufrimiento, a la frustración, a la insatisfacción, a la angustia de saber que hagamos lo que hagamos nunca será suficiente.
"So many books, so little time", dice la remera que luce Rodrigo Fresán en la fotografía de la solapa de uno de los libros que guardo en mi biblioteca. Cosa curiosa: no recuerdo el contenido del libro, pero la leyenda de la remera quedó marcada en mi cabeza. "So many women, so little time", se lamenta Don Juan. Y en definitiva es lo mismo. También Cortázar se angustiaba, en algún pasaje de Rayuela, ante la evidencia de una vida tan corta para tantas bibliotecas. Una psicóloga muy bien preparada, con la cual alguna vez me traté, declaraba no saber nada de zen, pero como terapeuta me recomendaba focalizar siempre en las cosas de manera tal que lo mucho que falta no impida ver lo mucho que se tiene. Mi maestro de tai chi zen, en cambio, probablemente diría que para que algo nos falte tenemos primero que creer la falacia de que somos algo separado del resto del mundo. Yo los escucho a los dos, pero Fausto y Don Juan siguen allí, parados ante mis ojos. Fausto tiene puesta una remera que ya he visto en alguna otra parte, y Don Juan trae de la mano a una señorita de la cual sería muy difícil evitar enamorarse; sería una pena morir sin haber gozado antes de sus encantos. Entonces me despierto... pero no estoy seguro de que no siga soñando.
Pregunta no inocente: ¿Dirías que esta sociedad, que nos ofrece y muestra cientos y miles de placeres posibles, que nos estimula, que nos enciende, determina una cultura del hedonismo o más bien del displacer?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario