jueves, abril 27, 2006

Aporte de Paula, que también quiere jugar

Me envía Paula una idea que tuvo, que copio y pego más abajo. Me parece interesante como consigna, pero que conste, Paula, que te comprometo a que vos misma envíes tu respuesta a la propuesta en cuestión.

Dice Paula: "Pensando en máscaras, y en que el rostro es la parte más expuesta de nuestro cuerpo, y la más indecible a la vez, se me ocurrió pensar en el siguiente ejercicio Tomemos una vivencia o situación cotidiana. Describámosla brevemente y luego, como si fuese un juego, imaginemos cómo sería esa misma situación bajo una supuesta suspensión de nuestras identidades. Digo, en el carnaval adoramos al Dios del Vino y pepé, pepepepé... ¿Pero qué pasa cuando vamos a hacer las compras, viajamos en tren, le llevamos un café a nuestro jefe, etcétera, y las máscaras siguen puestas?"

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Si me pongo a pensar lo que le diría al dueño del lugar donde laburo, me rio. En algún momento aprendió la palabra estética y la usa para absolutamente todo. Entonces se acerca hasta mi escritorio para criticar la ¿estética? de las cosas que produzco. "Hacelo con una estética más jugada..." "que sea esteticamente más cargado..." Etc. Etc. Frases como estas constantemente. Entonces pide cosas increibles, incomprensibles, imposibles de traducir o de volcar en un texto o en una imagen. Si tuviera la máscara (creo que también necesitaría el vino) le diría que no entiende absolutamente nada "el que sabe sabe... y el que no, es jefe" atrás de eso iría inmediatamente una reproducción detallada de las barbaridades que pide,("Pedile al locutor que suene azul..." INCREIBLE) y le solicitaría amablemente que las haga el.Después haría toda la clase de reclamos sobre el sueldo y la categoría que me corresponde, y sobre el tema insoportable de laburar los feriados. Y si, lo putearía bastante también.

Anónimo dijo...

Creo que esta idea de supender nuestras identidades se aplica a muchas situaciones de nuestro día a día. Y con esto me refiero aquelllos momentos donde deseamos meter nuetras cabeza bajo la tierra.
Hoy a la mañana sufri uno de esos momentos y al leer la consigna no puede dejar de asociarlo: Tomo un colectivo a las 8 AM, por supuesto venía lleno... El colectivo se descompone y todos sus ocupantes pasamos a un colectivo igual de lleno. Como venía con tacos y no daba mas de estar parada me sente en el escalon de la puerta, con tanta mala suerte que cuando esta se abrio me agarro los dos pies, y no podía sacarlos... medio colectivo y yo comenzamos a gritarle al colectivero que volviera a cerrar la puerta... y finalmente lo hizo y pude liberar mis pies. Inmediatamente me reincorporé para encontarme con miles de caras que soportaban una risa cruel. No sabia donde meterne y para colmo el resto del viaje (que duro 45 min. mas) el colectivero gritaba "cuidado con la puerta" cada vez que bajaba alguien y todos volteaban a verme. En ese preciso momento agradecí tener mis lentes de sol puestos, ellos fueron mi imprivisada mascara para pasar el avergonzante momento.
Creo que todos algunas vez hemos deseado permanecer anónimos, frente a la mirada del otro que juzga y muchas veces no lo hace de la manera que nosotros quisieramos.

Germán A. Serain dijo...

Noticia en Infobae: "Una joven de 28 años tomaba una ducha cuando notó que la espiaban por el ventiluz que da a la cochera del edificio en el que vive, en Rosario. Ante sus gritos acudió su novio, quien persiguió y retuvo al responsable, un joven de 28 años que vive en el mismo edificio. El mirón fue conducido a la comisaría y recuperó su libertad a las pocas horas. En defensa del joven espía se sostuvo que una abertura con salida a la cochera obliga a tomar algún recaudo para mantener la privacidad, dice el diario "La Capital".

"Faltó humor", opinaron Félix Temporetti y Jorge Besso desde la Facultad de Psicología de la Universidad de Rosario. Según los psicólogos, "quien más quien menos todo el mundo es voyeur, porque a la gente le gusta espiar". Acotaron, además, que esta sería la base del éxito de los reality show televisivos, donde millones de espectadores siguen de cerca vidas ajenas. Para el penalista Daniel Cuenca no hay delito en la situación. "Siempre que haya sido desde el exterior, sin entrar al domicilio, una simple mirada no pasa de un acto perturbatorio", argumentó.

Sigo yo. Interesante visión la del legista: la mirada como acto perturbatorio. ¿Y qué tiene que ver todo esto con las máscaras? Tiene que ver con que la desnudez (cuando no es ella misma una máscara, en tal caso poderosísima) es la ausencia total de máscaras. En este sentido la desnudez es también indefensión, pues sin ninguna coraza que lo proteja el sujeto es reducido a mero cuerpo, y el cuerpo a mero objeto, inevitablemente.

Del otro lado, ahí tienen el tan frecuente deseo: "Ah, si yo fuese por un rato una mosca..." ¿Es verdad entonces que todos somos voyeurs? ¿A usted, también le gusta mirar? ¿Por qué nos cuesta decirlo abiertamente? Ah, porque mirar es lindo, siempre que no te vean mirando.

Les recomiendo ver la película Eyes Wide Shut (Ojos Bien Cerrados), el último film de Stanley Kubrick.

Germán A. Serain dijo...

Y va otra más, tomada del mismo portal, derivada de la agencia EFE. El título: "Terapia antiestrés".

La noticia: "Dos antiguos oficinistas de Shanghai, cansados de sus trabajos, fundaron una compañía que ofrece conversadores a los que se puede insultar, e incluso agredir, para descargar el estrés, informó hoy el diario oficial Shanghai Daily.

"Con todo, los azotes sólo están a disposición de las clientes femeninas, "por razones de seguridad", aclaran sus fundadores, Zhang Li y Chen Jun. Por el momento, ambos empresarios están intentando conseguir una licencia para formalizar su negocio ante las autoridades, por lo que, aunque sus actividades tampoco son ilegales, no pueden emplear a nadie para el trabajo, y ellos mismos son los únicos que aceptan los abusos verbales y físicos.

"Los servicios de la firma, llamada Wantong, ofrecen una conversación para desahogarse, con posibilidades de llegar a los abusos por un precio de 120 yuanes el minuto de azotes (unos 12 euros, 15 dólares) y 100 yuanes los diez minutos de insultos (10 euros, 12 dólares). El precio por la charla es variable, agregó el rotativo.

"Estábamos deprimidos después de varios años de trabajo como oficinistas", explicó Chen, "así que pensamos que muchos empleados como nosotros deben de estar sufriendo malas emociones", pese a que Shanghai es la ciudad con mejores sueldos del país.

"Durante su primer mes de funcionamiento la empresa consiguió cinco clientes, todos oficinistas bien pagados, de los cuales dos querían hablar, dos solicitaron el abuso verbal y uno pagó por el abuso físico."

En este caso, disfrazamos al otro para desahogarnos. Parece un absurdo, ¿verdad? ¿Ustedes nunca se pelearon con un amigo, con su novio/a, con sus padres, porque sí, luego de un día agitado en el trabajo, por ejemplo? ¿No se trata del mismo absurdo? (O incluso peor, porque en este caso tiene consecuencias, pues el agredido es alguien con quien eventualmente se convive, o por lo menos cercano.)

Claro, alguien dirá (o pensará en silencio): ¿Por qué pagar por aquello que se puede obtener gratis? Por supuesto, eso es cierto. Y precisamente así es como andamos. ¿Nos damos cuenta?

Anónimo dijo...

Máscara e identidades... pienso en esta conjunción que hoy se hace metodológica, pero que conciente o inconscientemente vive o “convive” con nosotros todo el tiempo.
Algunos hablaron de estética, otros de trabajo, más abajo de secretos e intimidades develadas y no mostradas… yo hablaría de lo que mi EX suegra llamaba Glamour!!!! Jejeje Sí ustedes la hubiesen conocido!!! Se preguntarían (como yo lo he hecho) que significado le daba ella a este vocablo? Y al instante me surge la pregunta si esta forma de expresarlo no seria como una máscara “cibernética” para sacar todo sin problemas?? Creo que es más que obvia la respuesta.
Si hubiese tenido una máscara entonces las palabras hubieran sido más directas… la sonrisa no tan escondida y las voces más penetrantes… Glamour? Pero por favor donde esta su Glamour?? Acaso no tiene que ver también con la estética? Con el trabajo? Con las cosas secretas que nos hacen embellecer el alma? Ella era Glamour solo de palabra y nada de presencia… que bueno hubiese sido tener una mascara …
MMM que bueno que es esta mascara cibernética….

Anónimo dijo...

El otro día, después de bajarme del colectivo, me tomé un taxi hasta el trabajo porque como es habitual últimamente estaba llegando tarde. Como estaba apurado, preparé la plata para pagar un poco antes de bajar. Finalmente el viaje costó 4.18, y yo tenía 4.10 en la mano. Rápidamente le pagué y me disponía a correr hacia la entrada cuando escucho que el tachero me dice "pibe son 4 con 20". Tuve que buscar otros benditos 10 centavos en la mochila perdiendo valiosos segundos de mi tiempo. Sólo atiné a cerrar la puerta fuerte e irme a trabajar. Si hubiese tenido la máscara puesta lo hubiera puteado de arriba a abajo, sin eufemismos. Ah, y también le hubiera exigido mis 2 centavos de vuelto.

Anónimo dijo...

Como dijeron más arriba: creo que vivimos enmascarados sino como haríamos para enfrentar las cosas que nos suceden a diario, ¿no creen??
Hoy casualmente volvía del super cargada de bolsas, venia distraída (muy) caminando y riéndome con mis hermanas. De repente algo aparece sorpresivamente en medio de la vereda (algo que vine desde el medio de la calle) y siento que me choca, giro la cabeza y una señora (bastante mayorcita!!!) me dice “nena no miras por donde caminas, vos??” y luego de hecharme en cara que yo había tenido el atrevimiento de haberla chocado... pedí disculpas (que es algo que tenia que haber sido al revés) di vuelta mi cabeza y segui camino... Más atrás quedó la señora, protestando obviamente. Me incomodan estas situaciones...me llena de ira la actitud de estas señoras, y de otras personas que no son tan mayores también, que se creen que porque uno es mucho menor que ellas tienen derecho a quejarse o retarnos o lo que se les ocurra...siempre digo que no tienen otra cosa que hacer en su casa que salen a la calle a “ladrar” al resto de las personas especialmente si son adolescentes o jóvenes.
En ese momento hubiese deseado sacarme la mascara de amable e indiferente y haberme puesto una de rebelde (y maldita, por qué no?) no solo la hubiese insultado mucho sino que, si me daban ganas, la empujaba para que de verdad proteste con fundamentos...

Anónimo dijo...

Si tuviera que ponerme otra máscara más, una que no revele mi "identidad", tal vez "actuaría" de una manera similar a la que "actúo" siempre. Creo que las limitaciones que todos tenemos, y que afloran en distintas ocasiones y a partir de variados estímulos y situaciones, están profundamente interiorizadas. Más allá de poder actuar con cierta impunidad, al no tener que responder con nuestro yo por las acciones que hagamos con las nuevas máscaras puestas, el corrimiento de los límites simpre encontraría, a mi criterio, un nuevo parate. El deseo o la expresión de "yo haría tal o cual cosa", puede correr el riesgo de se eso, tan sólo una expresiónd de deseo. Lo que sí creo es que habría mayor sinceridad,no porque actuemos con falsedad todo el tiempo, sino porque cuanto más mediatizadas sean algunas respuestas, más fácil es decir aquello que creemos, más aún si es doloroso para quien nos escuhe.

Anónimo dijo...

No sé si respondo a mi propia consigna pero les comparto lo que estuve pensando:

A veces me gusta cerrar los ojos para intentar ver un poco más. Esta vez, al ritmo en que caían mis párpados vi como un gran manto de noche caía sobre las cosas. La ciudad y también los campos, las calesitas y toboganes en las plazas, los cactus en el desierto y el obelisco... vos, yo, ellos; todo quedó cubierto por una túnica que nos disfraza de fantasmas.

Cerrá los ojos, mirá: ¿Los ves cómo caminan?, ¿lo sentís acercarse, pasarte por encima?, ¿el que cruza por la esquina, te saluda, te mira?, ¿cuántas personas te dijeron hoy “buen día”?

Somos una suerte de presencias ausentes que deambulan entre otros semejantes vistiendo máscaras que nos cubren todo el cuerpo, disfrazados sin haber sido invitados a ninguna fiesta. ¿Puedo abrirlos? No, fijate bien: Hay ojos y miradas penetrantes, y rostros implorando no ser perdidos de vista. Seguilos. Mundos de imágenes y antenas, papeles sin textura y tinta sin tintero... Mundos transparentes y tan decolorados... Mundos y nosotros tratando de pintarlos nuevamente.

Quien haya hecho caer aquel manto ha tomado mal las medidas: algunos con capas, y con harapos la mayoría. Incongruencias visuales por incoherentes mentales, indiferencia. Epidemias y epidermis que no saben nada de pandemias pues viven entre panes y panderetas. Somos arlequines, bufones y plebeyos en este mundo de coronas y gorros con cascabeles. Aquello de que “el rey está desnudo” ya lo sabemos. Ahora sí, abrilos y desfantasmagoricémonos!

Anónimo dijo...

Llegaba tarde y todavía faltaban dos cuadras hasta el portal de hierro. Toco timbre, se abre la puerta y entro. Mientras subía por el ascenso repasé todo lo que me resultaba importante decir en la sesión de hoy. Pago el abono de 10 pesos y entro al consultorio. Ella me esperaba y yo llegaba tarde. Pido disculpas y con su adorable sonrisa me dice que no me haga problema.
Pensando en ésta consigna di cuenta que ni siquiera allí existe un develamiento, al menos, aproximado de nuestro interior, de nuestros sentimientos más profundos. ¿Cabe la posibilidad de que sea en este preciso lugar donde nuestras mascaras se vuelvan más rígidas aún? Contarle a un desconocido el torbellino de emociones con las que uno carga, y se descarga con los amigos, los viejos, el terapeuta. Suspender los velos de nuestra identidad puede resultar riesgoso, al menos nos permitiría realizar todo lo que sentimos y pensamos. ¿O acaso seríamos más felices sin las limitaciones que nos impone el super yo?
Claramente, sin máscaras ni represión no existirían más los terapeutas. La vida cotidiana se volvería nuestra propia terapia, una continua demostración del interior.

Anónimo dijo...

Quisiera añadir una arista más al dilema planteado por esta consigna, otra vez fuera de término, sí.

Creo que no se ha hablado hasta ahora de esto, tal vez sí de forma implícita o bajo otros nombres, pese a esto yo lo quisiera traer a discusión.


Yo creo que no hay máscara. O, en todo caso, que somos una máscara permanente.

Podríamos hablar mejor de lo permitido y lo no permitido, la represión y la no represión.


Y otr cosa, ¿La máscara es sólo para el exterior? ¿No consideramos la máscara que nos ponemos hacia adentro, hacia el interior?

Como mentimos al otro, discutimos con el otro.. ¿Puede uno negarse?

Eso era todo por ahora.

Leonardo Núñez