martes, noviembre 26, 2013

Mesas de final, etcétera...

Se dan a conocer al gentil y amable público las fechas y horarios correspondientes a los dos llamados para rendir final en diciembre, condiciones, etcétera. Las dos fechas en cuestión son los días jueves 12 y 19 de diciembre, a partir de las 17:00 (tengan presente que yo recién estaré llegando a las 18:00). De mi parte, confirmo mi asistencia segura a la primera de estas dos mesas. Allí se tomarán los finales a quienes no hayan promocionado, se firmarán libretas y se concretarán audiciones varias a quienes se acerquen con propuestas más o menos descabelladas.

Hablando de cosas descabelladas, y ya que de cuestiones de género e identidad estuvimos debatiendo en nuestra última clase, te dejo un enlace a esta noticia que da cuenta del primer hombre (legalmente hablando, pues había nacido mujer) embarazado del mundo, cuyo hijo ha sido concebido naturalmente por una mujer (legalmente hablando, pues había nacido hombre)... Y todo esto tiene lugar no en algún rincón de Indonesia o Malasia, sino en nuestro generoso país.

Bueno, besos, abrazos y cariños para todos. Tengo todavía mil parciales por corregir. No se pongan nerviosos, que estoy alternando los de ustedes con los del ISER.

sábado, noviembre 23, 2013

Espacio de evaluación DOS (de vos hacia nosotros)

En este lugar, con sus nombres o de manera anónima, según les resulte más cómodo, pueden dejar sus comentarios en relación a la cursada que acaba de terminar. La idea es, a través de sus señalamientos de lo positivo y lo negativo que hayan podido llevarse de esta experiencia que compartimos, poder mejorar en futuras cursadas, a través del conocimiento de los propios aciertos y errores.

Quedan abiertos, por lo demás, tal como lo comenté en clase, los canales de comunicación de mi mail privado (dosmundosmail@yahoo.com.ar) y mi cuenta de Facebook (me buscan como Germán Serain) para lo que deseen.

Espacio de evaluación UNO (de mí hacia vos)

En los comentarios de esta entrada iré subiendo las calificaciones correspondientes a la cursada que acaba de terminar, de ser posible con algún comentario relativo a cada caso. Les ruego encarecidamente no se pongan ansiosos... Y que participen mientras tanto del Espacio de evaluación DOS, en el cual les agradeceré dejen sus propios comentarios y evaluación de la cursada que acaba de terminar. ;)

jueves, noviembre 21, 2013

Facebook: La irrealidad nos hace infelices

“Deberíamos considerar los perfiles de Facebook como algo parecido a las fotos retocadas con Photoshop que aparecen en las portadas de las revistas femeninas: ninguna mujer real puede tener esas piernas. Del mismo modo, usted nunca será tan feliz como sus amigos aparentan serlo en Facebook, sencillamente porque nadie es en realidad tan feliz.”

La cita es de Alex Jordan, doctor del departamento de Psicología de la Universidad de Stanford, autor de un artículo titulado “La miseria tiene más compañía de lo que la gente cree”, publicado en Personality and Social Psychology Bulletin. La hipótesis es sencilla: cuando uno se conecta a Facebook suele verse invadido por una especie de melancólica tristeza derivada del ver que gran parte de sus contactos son aparentemente muy felices en comparación a uno mismo. Uno subió las fotos de su nuevo hijo, otro está de viajes en las Islas Maldivas, otro más está disfrutando de una magnífica comida, aquel otro se compró un auto nuevo o bien está iniciando una fogosa relación sentimental... Más allá de que también hay quienes publican estados quejándose de sus miserias, por lo general Facebook nos convierte, automáticamente, en la mejor versión de nosotros mismos. O por lo menos en una versión exacerbada. Pero nosotros tenemos contacto directo con nuestra realidad, y cuando la comparamos con la felicidad virtual que parecen tener nuestros contactos, inevitablemente lo que hacemos es poner el foco en nuestra aparente infelicidad.

Para mostrar que la costumbre humana de sobreestimar la felicidad de otras personas no es algo nuevo, Jordan recurre a una cita de Montesquieu: “Si sólo quisiésemos ser felices sería fácil; pero queremos ser más felices que los demás, y eso es lo dificultoso, porque siempre imaginamos a los demás mucho más felices de lo que son en realidad.” O como el dice el dicho popular: "El burro siempre quiere comer la hierba que está del otro lado del cerco."

Al parecer, las redes sociales pueden estar agravando esta tendencia, pues al mostrar las versiones más ingeniosas y alegres de la vida de las personas, versiones ciertamente construidas en la red, nos invitan a hacer comparaciones constantes en las cuales tendemos a vernos como perdedores. Por supuesto, las personas con menos autoestima son las más vulnerables dentro de esta tendencia. Y también quienes sean más propensos a usar Facebook como un modo de establecer una comunicación personal (publicar fotos, compartir contenidos relacionados con amigos, familiares o con los propios sentimientos) antes que para compartir elementos vinculados con la actualidad. También se señala que el hecho de que en Facebook haya un botón “Me gusta” pero no un botón para expresar que algo “No me gusta” o "No me importa", marca la intención de mostrar lo bueno de la vida, lo cual, por contraste, y según los psicólogos de Stanford, termina por dejarnos siempre parados en un lugar peor.

Un estudio similar realizado por Ethan Kross, de la Universidad de Michigan, llega a conclusiones similares: 82 jóvenes que se conectan habitualmente a Facebook desde su smartphone fueron contactados a través de ese mismo teléfono varias veces al día por los investigadores, para ser sometidos a una breve encuesta digital. El análisis de los datos reveló que cuánto más utilizaban la red social, peor se sentían cuando la dejaban de usar, en tanto no ocurría lo mismo tratándose de interacciones en el mundo real. Los autores del trabajo comprobaron además que los participantes más asiduos a Facebook tenían niveles de satisfacción más bajos en relación con su propia vida. Por lo demás, es razonable pensar que cuanto más miserable se sienta una persona más tenderá a escapar de su entorno real para refugiarse en estratos virtuales... Sólo para entrar en una especie de círculo vicioso donde lo virtual no hará más que mostrarle, como un espejo deformado, lo míserable que está siendo. Este constante juego de representaciones, de intentar mostrar y ver continuamente lo mejor de lo que nos pasa, sin que se distinga jamás demasiado lo real de lo virtual, hace que nos alienemos y terminemos confundiendo el mundo real con lo representado.

El neurocientífico cognitivo John Jonides, otro de los autores de la investigación, cree que el resultado del estudio es relevante para abordar hasta qué punto las redes sociales influyen en las vidas de las personas, interfiriendo en la percepción de uno mismo y del otro, e incluso generando comparaciones sociales peligrosas. Jonides enfatiza que su estudio parece proear que el uso de Facebook reduce el bienestar subjetivo de las personas, y que todavía no han investigado otros aspectos más preocupantes.

Finalmente, quisiera citar en extenso un artítuclo del investigador en psicología y marketing Ignacio Bellido, quien señala: "Una de las necesidades básicas del individuo, como indicaba Maslow en su famosa pirámide, es la necesidad de pertenencia. El deseo de sentir que encajamos, que formamos parte de algo. Para conseguir este propósito ponemos en marcha múltiples interacciones con nuestra familia, nuestros amigos, mediante un abrazo, un saludo, vistiendo la camiseta de nuestro equipo o grupo musical favorito… Durante toda nuestra historia evolutiva para que este sentimiento de pertenencia se produjera hemos necesitado que los participantes de la interacción coincidieran en un mismo espacio y tiempo. Con el desarrollo de nuevos canales de comunicación esto se ha visto alterado, desde la llegada del correo postal, la invención del teléfono o, más recientemente, con la extensión de internet. Hoy podemos sentir que pertenecemos haciendo “clic”, chateando con alguien o indicando que algo “me gusta”. Aunque pueda sonar extraño quizá experimentemos estas interacciones a través de la red de la misma manera que experimentamos un abrazo, una palabra de ánimo en un momento de debilidad… Las interacciones que generamos en las redes sociales nos ofrecen la sensación de estar conectados. Creemos que pertenecemos. El desarrollo de la tecnología nos ha dado la oportunidad de satisfacer esta necesidad básica de pertenencia, necesidad que antes satisfacía la religión, como una Gran Red Social.

"Las redes sociales rebosan a diario de mensajes y publicaciones en los que los usuarios informan acerca de lo que han comido, los lugares que han visitado, sus estados de ánimo, sus opiniones acerca de un suceso. Estas publicaciones sirven para quienes las escriben como una especie de diario en el que van registrando su propia historia y, al mismo tiempo, es una vía a través de la cual intentamos compartir algo. Buscamos mediante la exposición de estos pequeños actos intrascendentes muestras de amor y reconocimiento. Deseamos retroalimentación del resto de miembros de la red para sentir que existe una conexión emocional entre nosotros.

"Queremos sentir que formamos parte de una misma unidad social. Queremos sentirlo en cualquier momento y a cualquier hora. Poblamos nuestros espacios vitales de las herramientas que nos permitan sentir que estamos conectados: ordenadores portátiles, tablets , televisión, PC, teléfono móvil, video consola… Queremos tener al alcance de la mano la posibilidad de experimentar que pertenecemos aun estando físicamente en un entorno, situación o contexto en que nos sentimos completamente ajenos, como ocurre en los llamados “no lugares”: salas de espera, transporte público… Aun cuando sabemos que nuestra identidad queda suspendida, podemos, gracias a nuestros teléfonos con conexión a internet, recuperar al instante nuestra identidad.

"Consultamos a cada instante la pantalla nuestro teléfono (estudios recientes afirman que, como media, consultamos nuestro teléfono cada once minutos). Necesitamos sentir que estamos conectados aun estado distanciados (separados pero conectados). Cuando estamos solos nos sentimos infelices, por eso necesitamos del otro. Queremos tener la certeza de que alguien nos quiere, que se preocupa por nosotros, que está interesado en lo que nos pasa… Buscamos en el entorno digital esa certeza de forma inmediata. Generamos en las redes interacciones que fuera de ellas nos resultarían imposibles e inadecuadas, ya sea por la hora a la que se producen, el contenido de la conversación o, simplemente, porque ese contacto fuera de ellas no se habría producido porque iría en contra de muchos convencionalismos sociales.

"Sentir que podemos encontrar a alguien cuando nos sentimos infelices y exponerle lo que nos pasa, aunque finalmente no lo hagamos, reduce nuestros niveles de ansiedad. El mero hecho de creer que hay alguien a quien podemos pedirle ayuda nos ayuda a afrontar mejor cualquier acontecimiento negativo. A mi modo de ver, aun pudiendo tener muchas ventajas, las redes sociales también tienen sus desventajas. La primera y más evidente es la pérdida de intimidad. Pero por encima de ella considero que hay otra mucho más peligrosa y que nos ha llevado miles de años de evolución conseguir: la capacidad de manejar habilidades y claves comunicativas que nos permitan acercarnos realmente a otra persona. La capacidad de crear una relación de confianza real con el otro. Porque para poder ser necesitamos de algo más profundo y sincero que Facebook, WhatsApp o Twitter."

Finalmente, cita a la manera de un ejemplo de lo que pretende exponer, un documental titulado “Catfish”, que habla sobre los engaños en la construcción de las identidades virtuales en una plataforma como Facebook. En esta película, un grupo de jóvenes cineastas documentan la creciente relación en línea de un amigo con una chica y su familia, para llegar a una inesperada serie de descubrimientos.

viernes, noviembre 15, 2013

Acerca de los debates sobre Flor de la V y otras cuestiones vinculadas al género

Pensá en una Ley de Libertad de Cultos que te permitiese optar libremente entre la posibilidad de: 1) ser católico; 2) ser judío. Nada más. Menuda libertad, ¿verdad? Alguien podría preguntarse qué es lo que sucede con todo el resto de la amplísima diversidad de credos que existen. Pues bien, algo similar a esto es lo que yo percibo en la famosa Ley de Identidad de Género, que habilita a las personas interesadas a pedir ser reconocidas como: 1) mujer; 2) hombre. Desconociendo, de esta manera, la complejísima diversidad de géneros sexuales que se verifica ya no en los papeles y los documentos, sino en la realidad.

Por empezar, deberíamos considerar que si bien en el uso social existe todavía una cierta identificación entre la sexualidad y las orientaciones sexuales, no hay una correlación necesaria entre estos dos aspectos. Como tampoco la hay entre la genitalidad y la identidad de género que se da en el reconocimiento de sí mismo del propio individuo. Con esto tenemos, entonces, ya de movida las siguientes categorías: En cuanto a las preferencias sexuales, se puede ser heterosexual, homosexual, bisexual o asexual. Y en relación al género en sí mismo se puede ser hombre, mujer, hombre (genitalmente) que se reconoce como mujer, mujer (genitalmente) que se reconoce como hombre, o tener un sexualidad ambigua. Como se ve, el panorama es bastante amplio.

Por supuesto, alguien podría señalar que no es necesario determinar los gustos sexuales de una persona como dato relevante para proceder a su identificación como individuo, y muy probablemente tendría razón. Pero alguien podría también doblar la apuesta y decir entonces que la misma observación podría ser aplicada a la determinación del sexo de una persona. Que es digna en su condición de persona, precisamente, y no por ser hombre o por ser mujer. Tal vez sea hora de ir dejando de lado estas categorizaciones. Que solamente hacen, esto sí es cierto, a la posibilidad de que dos individuos cualesquiera, a partir de la cópula, sean capaces de reproducirse. Este es el hecho biológico irreductible. Pero no por no poder reproducirse un anciano o una persona infértil pierden su condición de hombre o de mujer. Algo exige ser redefinido. ¿Cuáles son los parámetros identitarios definitorios de una persona que suponen razonablemente una distinción pública y cuáles no? Podríamos extender nuestras consideraciones a otros campos y señalar que una persona no es su nombre, ni su número de documento, que está mal obligar a los judíos a llevar una estrella de paño amarilla que los identifique, o también podemos insistir en que no es correcto obligar a una persona a definirse entre ser católico o judío, hombre o mujer, como categorías excluyentes de otras posibilidades.

Y sin embargo, hay todavía algo más a tener en cuenta, y es que allí donde el credo, por poner un caso, pareciera agotarse en el ejercicio de la propia libertad (algo también discutible, pues allí donde alguien cree algo diferente a lo que yo creo en cierta modo me está impugnando), no sucede lo mismo con la cuestión de lo sexual, que siempre involucra necesariamente a un otro, en función de lo cual el sexo se define a partir de una diferencia. Con lo cual la identidad sexual tendrá que ver con la percepción que tenga cada individuo sobre sí mismo, pero también estará atravesada por el modo en que los demás nos vean, de un modo que también será determinante. No puede hablarse de un género sexual como una opción, no sólo porque acaso sea irreal pretender que una persona pueda decidir sobre ciertas cosas (¿son pasibles de decisión las emociones, las creencias, las sensaciones?), sino porque además no se puede obligar a un otro a que nos vea de un modo determinado, ya sea en cuanto a lo sexual o en cualquier otro aspecto que suponga una alteridad. Una persona cualquiera, por el solo hecho de sentirse pato, verse como pato, actuar como pato, vestirse de pato y cuaquear como pato, no se convierte en pato, por mucho que le pese. Pero si todos lo llegasen a ver como pato, él incluido, la realidad allí sí habrá cambiado. No la realidad ontológica, pero sí la socioperceptiva, que es la única realidad que marca nuestras interacciones. De los vínculos; que de eso estamos hablando.



Materiales sobre patologías de memoria, perceptuales e identitarias



El libro "El hombre que confundió su mujer con un sombrero", de Oliver Sacks, es una compilación de casos clínicos que dan cuenta, desde diversas patologías, de la relación que existe entre el sistema cerebral, entendido desde una perspectiva amplia, y la construcción identitaria. Son distintos lugares desde los cuales puede plantearse un "quiénes somos". Pueden bajar el libro desde este enlace.

También les dejo un par de videos acerca del curioso caso de un músico que pierde la capacidad de almacenar nuevos recuerdos. El punto, al igual que en cada uno de los casos que describe el libro de Sacks, es reflexionar acerca de qué sucede con la identidad del individuo a partir de su patología. Y luego intentar relacionar esto mismo con nuestra condición de normalidad. Porque en definitiva la diferencia que existe entre lo "normal" y la patología es solamente una cuestión de gradaciones y promedios.


Este es el enlace a la segunda parte del video.
Este es el enlace a la tercera parte.
Y el enlace a la cuarta y última parte.

También es interesante el clásico caso de Phineas Gage, que demostró la relación directa que existe entre la anatomía cerebral y la personalidad. El punto sigue siendo el mismo: por qué somos quienes somos.


Les sugiero que cada uno adopte un caso, el que más atractivo le guste, como para discutirlo mínimamente en la próxima clase. Y no estoy seguro de por qué, pero en un papel tengo indicado que debo escribir además aquí esto que sigue: "Si desean ampliar la cuestión de la identidad del individuo en relación a su psiquis y su contexto, les sugiero que vean la película Memento. Da para pensar en quién es el sujeto identitario."

martes, noviembre 12, 2013

Stand Up, el Ello, el Yo y el Superyo...

Perdón, estoy teniendo días de un humor algo ácido. Debe ser algo que comí, seguramente. O alguna otra cosa. Y pido perdón de antemano porque ya sé que hay ciertos contenidos que son académicos y otros, en cambio, que... Bueno, creo que se comprende la idea. En este caso, acabo de encontrar un video que de académico tiene poco y nada, y sin embargo... O sea: por supuesto que yo no debería poner este video aquí, con fines académicos. Pero tal vez... Sólo tal vez... este video nos pueda decir algo sobre la permanente competencia que existe entre ese deber ser que algunos llaman superyo y esa pulsión-primitiva-y-deliciosa que otros llaman ello. Y de paso, capaz que les deja alguna que otra reflexión acerca del tema de la otredad.

sábado, noviembre 02, 2013

Tecnología

A partir de sus comentarios en el blog, yo puedo imaginar cuál será la calificación que tendrán en la materia. Pero no soy el único que hace estas cosas... Y si no, vean acá.

Y hablando de ver, vean cómo se puede mirar el mundo desde otra perspectiva. ¿Se acuerdan que estuvimos hablando de los Google Glasses? Bueno, acá hay algunos datos sobre eso.

Pero sobre todo recordé que les había prometido subir el artículo de Nicholas Carr acerca de la influencia de Google y las nuevas tecnologías cibernéticas en general sobre nuestros modos de pensar. Aquí está el enlace para que puedan descargarlo.

Post Scriptum: Malena comparte con nosotros este video, que lleva las cosas un poco más lejos todavía: Contact Glasses. Nada que no pueda no llegar a ser, tecnología mediante. Es muy interesante verlo.

Otredad

En la costa de Casuarina de Papúa Nueva Guinea habita la tribu de los asmat. La forman veinte mil miembros y siembran el terror entre las tribus vecinas. En su lengua, "asmat" significa "la gente, los seres humanos", y al definirse como los únicos humanos, relegan a los demás al rango de no humanos, con todo lo que ello implica. Los asmat tienen una palabra para referirse a los demás: los llaman "manowe". Significa los "comestibles".

"Todo lo que muere", de John Connolly