viernes, abril 03, 2009

Acá...

...sus comentarios.

P.S.: Atención. No den por sentado que el ejercicio tuvo algo que ver con el zen.

15 comentarios:

Guadalupe Benítez dijo...

No es que vi luz y entré. Sino que no sé donde dirigirme...
Y aunque siempre regreso (auqnue a veces me demore) dejo mis primeras lineas sobre el resultado del ejercicio en clase.
Tiene en principio dos partes (con una posible tercera, que no analizaré ahora). Cuando Germán, hablabas, y decías que cada uno se concentre en si mismo, y sienta el peso de su cuerpo, yo no sentía nada, cada dedo era como siempre, pero menos importante. Mis piernas no parecían útiles. Cuando pensaba en mi cuerpo, sentía que era como un guante de latex color naranja o amarillos, que cuando sos mas chico los inflàs con tu propio aire o los rellenas con arena. Eso sentía que era mi cuerpo: un tubo relleno. Cuando abri los ojos y miré otros dos ojos (en realidad miraba uno, siempre miro a uno a la vez) sentí una especie de profundidad. No veía a la persona de enfrente, solo los ojos. No duró demasiado ese primer impacto, Creo que no lo toleré. Y era extraño, porque hubiera podido tolerar una hora sin pestañar, y sin embargo, me salì del ejercicio, porque me di cuenta que estaba mirando a una persona en realidad,pero yo sentía que solo eran dos ojos. Y que eran mas vitales que mi cuerpo(ese tubo relleno, o guante inflado). Cuando dejè de mirar los ojos, y comencè a tener en cuenta que tambien era una persona, perdì como esa conexion (no se si conexion o de repente, sentìa que la mirada ajena era la mirada de mi cuerpo).
Lo creo que es lo primero que me surge al sentarme a escribirte estas lineas. Despues (mañana o pasado) dirè con un poco menos de primera impresion y un poco mas de anàlisis que resultode ee ejercicio.
Por el momento, fue una objetivaciòn de la mirada del otro.

Guadalupe dijo...

Disculpen los errores de tipeo.
Saludos!

Gabriela dijo...

Debido a que no pude responder acerca del ejercicio de ayer, aca estoy... Y sinceramente no me es fácil decir lo que sentí ya que nunca antes había experimentado algo así... Para comenzar, podría decir que traté de concentrarme en cada palabra que decía Germán. Sí, sentí mi cuerpo cansado... esa sensación de haber nadado muchas horas... hasta llegar a un lugar en que me encontré sola... (ahi cuando el profesor dijo, "encuéntrense con ustedes mismos")... También sentí el ritmo de mi corazón y como entraba y salía el aire a mis pulmones... Fue ahí cuando, no sé si esta bien dicho, pero tomé conciencia que era yo... Nunca me detengo a sentir cómo respiro o los latidos de mi corazón. Eso fue lo que me hizo decir "soy yo"... y me sentí aislada y la voz del profesor la escuchaba más lejos...
Cuando abrí los ojos, me sentí tensa... La verdad, me sentía más relajada con los ojos cerrados... Traté de concentrarme con los ojos de alguien y creí haberlo logrado... y digo esto ya que me dispersé, al igual que mi compañera Guadalupe que escribió arriba, cuando me di cuenta que estaba mirando a una persona... Volví a concentrarme en mí, posé mis ojos en otra mirada, recuerdo que dí un suspiro profundo, sentí que se me aflojaban los brazos... Yo creo que si no escuchaba la voz de Germán contando los segundos, podría haber seguido...

Me gustó el ejercicio, fue una pequeña experiencia, pero buena. Fue sentir (quizá sea loco lo que voy a decir) que soy yo, que estoy acá... Y esto, ahora que lo pienso, quiza sea porque uno cotidianamente esta tan inmerso en otras tareas, que no pensamos qué somos... Y tomarse 5 minutos para hacer un ejercicio como este, está bueno para reencontrarse con uno mismo.

Lorena dijo...

Con respecto al ejercicio de ayer en clase puedo decir que me costo un poco llegar a relajarme del todo. Al principio sentí cierta tensión, quizás porque no suelo relajarme en cualquier ámbito así porque sí, pero con el transcurrir del tiempo logré conectarme conmigo, con mi respiración y mis latidos (como dijo Gabriela). Pude sentir momentos de calma y de desconexión absoluta. Logré dejar de ser esta persona tan racional que soy, que piensa cada paso, cada acto y cada palabra. Me dejé llevar por el momento y por lo que decía Germán. Luego de encendida la luz busqué unos ojos, no una mirada, sino solo ojos porque todavía seguía con aquella sensación de desconexión con lo exterior. Capaz empecé a mirar pero sin mirar, conectada a otra cosa y no con la persona que tenía delante de mí. Aunque, después de un rato, con alguna que otra risa y la incomodidad del momento perdí esa conexión conmigo y me conecte con una mirada incómoda que sostenía la mía.
Me pareció un ejercicio interesante y porque no, como dijeron por ahí arriba, para reencontrarse con uno mismo.
Saludos!

Noelia dijo...

Al principio senti intriga por lo que podía surgir de la consigna... Despues pensé "pufff cómo te vas a quedar dormida Noelia", finalmente ni me dormí ni me desconecté... Sentí que estaba sola en medio de una sala enorme enorme... Como si fuera que me telestransporte con un solo cerrar de ojos... Luego de los primeros minutos sentí que estaba en un tunel... pero sin tener dimensión del tiempo y menos del espacio...
Respecto a las miradas... situación rara... situación incómoda... me senti observada... reconozco no pude mantener la mirada... lo intenté mas de una vez pero no se me hizo facil...

Verónica Di Ciano dijo...

Les cuento un poco las sensaciones que tuve con el ejercicio de ayer en clase. Como decían más arriba creo que cuesta un poco conectarse porque no es algo habitual que se nos proponga hacer en la facultad. Estamos muy acostumbrados a leer y discutir sobre tanta teoría y tan poca práctica, que de golpe ponerme en círculo con mi clase, cerrar los ojos y dejarme llevar por una voz que habla de cosas muy diferentes a las que mi oído suele escuchar en esas paredes, confieso que fue exótico, por decirlo de alguna manera. En fin, no dejé de intentarlo, más allá de la incomodidad de mi asiento y de mi resfrío que no me permitía sentir demasiado el aire que llegaba a mis pulmones. Realmnete sentí mi cuerpo pesado, lo sentí parte por parte, sobre todo mis brazos cayendo y apoyados sobre mis piernas. En esa sensación de cansancio, aunque fuera sólo por soportar mi cuerpo, sentía que no podría moverme, actuar. Estaba sola en un lugar desierto, pero confortada con el hecho de sentir que me estaba buscando, sólo a mí, no a otros. A mi izquierda, Germán dando indicaciones, y en mi interior, mis células respondiendo. Cuando se prendió la luz ya no pude sentir lo mismo, aún con los ojos cerrados. Al abrirlos, busqué otros ojos que pudieran conectarse con los míos y los encontré. Y descubrí que ellos estaban más tranquilos aún que los míos. Ahí me di cuenta de que había otro ser que había estado conmigo en ese otro lugar, sólo uno. Mi compañera me expresó que habíamos estado en ese mismo lugar, en ese mismo momento, y sin embargo no nos habíamos percibido. En ese instante advertí que ella estaba de azul y me preguntaba si estaría en el mar que había divisado minutos antes.
Creo que eso fue todo. También me parece que este espacio me permite expresar cosas que de otra manera no hubieran salido de mí. Gracias por leer! Nos vemos!

Fede Fernandez dijo...

Si de sensaciones se trata, creo que el ejercicio del viernes conjugo un compendio bastante amplio de éstas. Primero aclarar que en los 5 años de facultad que llevo cursando nunca tuve la oportunidad de vivir semejante experiencia. Ojo que no la tiño de espléndida, sino de única y por demás extraña. Pero sirvió, de algo? No lo se. Pero algo generó en mí. Me permitió inundar mi mente de pensamientos y sensaciones que van mas allá de lo meramente cotidiano. Como algunas compañeras expusieron antes de mí, sentí mi cuerpo, el peso del mismo, la carga que lo denota, la pesadez de su conjunto. Solo aprecié en efímera libertad mis manos, mis brazos. Como si ellos tuvieran la posibilidad de hacerme volar. Se que suena raro, pero no se por que razón me vino al pensamiento (en ese momento casi lúdico, de sombras y oscuridades, con la voz de Germán indicando efusiva pero lentamente los pasos a pensar, a tratar, a sentir) mi niñez, mi familia, mi pasado. Sentí en un momento un frío que recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. A pesar del contexto en el que estábamos inmersos antes del ejercicio (digo: clase, compañeros, profesor, lugar y momento académico; y por sobre todo mi exacerbada inhibición en este contexto) me sentí libre, solo en el universo. Ese universo que creó mi imaginación, o mejor dicho mi no se que, por que no se qué fue; y que generó esta actividad. Creo que el cansancio de la semana ayudó a relajarme, pero no por ello obturo de alguna manera la concentración que me provocó realizar tal iniciativa. A la hora de abrir los ojos sentí una comezón en mis pupilas. Pude centrarme en la mirada ajena, en unos ojos oscuros, que algo decían, a algo incitaban. Tuve la extraña sensación de querer un poco más, de hacer valer el tiempo, no el que conlleva mi rutinaria vida, por fuera de mí, esa que me aprisiona y me maneja cual peón en un tablero. Sino vivir ese tiempo, ese espacio que me corresponde y que hace de mi lo que soy. Apruebo la actividad y vuelvo a repetir, no se que generó, pero algo hizo sentir en mí.
Pd: Me parece por demás significativo entablar reflexiones y abrir este espacio de diálogo y esparcimiento subjetivo a los alumnos.
Saludos Federico.

Ignacio Rial-Schies dijo...

Pasé por alto los comentarios anteriores, para mantener mi registro de la situación lo más propio posible.
Una sensación unificó toda la experiencia, desde el principio al final me sentí profundamente desconcertado. El comienzo, con las luces apagadas y los ojos cerrados, con una voz incorpórea señalándonos partes de nuestro cuerpo, enfocando nuestra atención en él, me hizo acordar a las clases de yoga que alguna vez tomé. Entrado ya en la dinámica, sin darme cuenta perdí conciencia del lugar donde estaba, del aula, de los compañeros sentados en el círculo, de la voz, de la silla, y empecé a irme con pensamientos de lo más variados: qué haría cuando volviera a casa, la fiesta a la que iría luego, lo que haría el fin de semana. Cuando me percaté de que mentalmente me estaba yendo, me forcé a volver a la situación, seguir prestándole atención a la voz, al peso de mis extremidades, a mi cuerpo.
No puedo dejar de ver la vuelta de la luz como un quiebre en la actividad, como si hubieran sido dos ejercicios distintos. Luego de buscar brevemente la mirada de alguien, la encontré. Me esforcé por mantenerla, pero no habrían pasado más de dos minutos y ya la sonrisa, mi tentación, hizo que tuviera que levantar la mirada. Eso volvió a suceder un par de veces, algunas casi inintencionadamente, mis ojos se dirigieron a una leyenda política a la derecha de la cabeza del compañero, o quizás se perdían mirando su oreja. Hubo momentos, creo, cuando más conectado estuve con el ejercicio, en los que sin problemas pude mantener la mirada. Esos momentos se prolongaron en el tiempo cuando yo de alguna manera dejaba de pensar tanto en mi, quizás la vergüenza que me causaba tener que mirar a otra persona, un desconocido, tan profundamente a los ojos. Esa perdida de conciencia, que no llamaría necesariamente una toma de conciencia del entorno, no podría entenderlo en términos de un intercambio de una cosa por otra, me parece la clave para el desarrollo de la actividad. Y ahora se me ocurre que si hubiera un cambio de categorías, en mi experiencia está más en pasar de ser un objeto observado a un sujeto observante.
Bueno, eso es todo.
Saludos,
Nacho

Walter dijo...

Me es difícil explicar lo que sentí durante el ejercicio. Cerré los ojos y por un instante trate de no pensar en nada, de dejar mi mente en blanco y sentir la paz que se vivía en el curso. Sin embargo no fue nada fácil ya que por mi mente algo siempre circulaba. De lo que si estoy seguro, es que pude sentir mi cuerpo, el peso de mi cabeza, de mis piernas y brazos.
Cundo abrí los ojos me costo encontrar una mirada. Cuando al fin lo logré, me di cuanta que esa mirada no me correspondía y automáticamente me encomendé la búsqueda de otra. Una vez que pude concentrarme en dos ojos que compartían la dirección de los míos, tuve que desviar la visión por culpa de la vergüenza que me generaba la situación.
Estuvo muy buena la experiencia la podríamos repetir.
Saludos,
Walter.

Agustín Saavedra dijo...

Al cerrar los ojos, dejé de ver, y al no ver nada sólo pude pensar en mí: la forma de mi cuerpo, mis brazos, mis manos, mis piernas, etcétera. Pensé en Descartes. Sin embargo, de pronto, en la oscuridad, mi yo empezó a perder sentido: sentía que mi cuerpo podía conectarse con lo demás, como si una sola unidad que lo abarcara todo. Pensé en la filosofía Zen. Era yo y a la vez no era o, mejor dicho, era parte de un todo equilibrado. De modo que, creo, fue una experiencia cartesiana y zen al mismo tiempo, si es que eso, de alguna forma, es posible. Después llegó la luz, un violento cambio de percepción. Como centro, un círculo naranja que se dilataba hasta ser, otra vez, un todo. Por último, abrir los ojos. Y allí, delante de mí, personas. Las miré por unos segundos, vi que los otros hacían lo mismo que yo, así que me sentí identificado. Entonces me encontré con la mirada de un compañero. Y eso fue gracioso, no sé por qué. Me costaba sostener la mirada, pero sentía que a él también le costaba, así que no me hacía tanto problema. Sentí que él podía ser yo, y que yo bien podía ser él; no era, aclaro, algo personal: lo mismo podía pasar con los otros, de hecho creo que les pasaba algo parecido. Lo mejor de todo fue que en esta instancia de la experiencia pude, al fin, olvidarme de Descartes y de la filosofía Zen.
Saludos,
Agustín.

Ramiro dijo...

Al principio me costó alcanzar la concentración necesaria para internarme en mi propio cuerpo. Pero una vez que lo logré, sentí mas que nada el peso de las piernas, y también el de la cabeza en los momentos en que inhalaba el aire. Intenté ponerme en el lugar de una célula o algo que viajara dentro de mi cuerpo a través de la sangre pero me fui imposible, es como que no sabía qué camino agarrar. Cuando se prendieron las luces sentí incomodidad. Me tomó unos segundos adaptarme al nuevo contexto, hasta que concentré mi mirada en otros ojos. En un primer momento seguía pensando en mi propio cuerpo, sin prestar atención a lo que miraba. Después me desconcentré un poco ya que me tenté, pero creo que pude volver al ejercicio y es como que la mente la tenía en blanco mientras miraba al otro. No pensaba en nada.
Me pareció interesante el ejercicio.

María S. dijo...

Cuando comenzamos con el ejercicio, los primeros minutos, con honestidad, los dedique a pensar.. ¿Qué estamos haciendo?.. en los años que llevo en la carrera, jamás se había planteado un ejercicio de éste tipo.. Cuando empecé a dejar de preguntarme en el porqué y en el para qué pude empezar a relajarme de a poco.. me costó mucho dejar de pensar y de preguntarme ¿para que?.. Es más, sigo preguntándomelo.. y durante la semana le comenté a mucha gente lo que habiamos hecho en clase, y sin dudas, no fui la única sorprendida..
Creo que sería bueno, repetirlo, ya que no pude sacar en el limpio el fin ni tampoco relajarme para entener o transmitir una sensación del momento.
Slds!
María

Anónimo dijo...

A mí me gusta encontrar algún momento en el que pueda apagar la luz, cerrar los ojos y bajar un poco, relajarme... así que no me costó concentrarme. Fue parecido al ejercicio de relajación de yoga pero duró menos y cuando se prendió la luz sentí que hubiese necesitado más tiempo. Al abrir los ojos me sentí casi "en el compromiso" de mirar a la persona que tenía justo en frente. Pasaron unos segundos y esa mirada me transmitió incomodidad, inseguridad, cada vez más seguido se dispersaba para cualquier lado hasta que se tentó, me tenté... y por primera vez miré a mi alrededor y me dí cuenta que muchos estaban en la misma situación de risa, tensión. Entonces pensé en volver a intentarlo y esta vez sí busqué yo una mirada y la encontré. Y esa me transmitió lo opuesto, seguridad, comodidad... claro que no es algo que estemos acostumbrados a hacer con personas que no conocemos, y es inevitable preguntarse qué estará pensando la otra persona en ese instante, ¿qué estará viendo de mí?! A mí me inspiró confianza y serenidad. No encontré su comentario, tengo curiosidad.
Saludos, Cecilia

Cecilia Larrocca dijo...

No soy Anónimo! no!

Germán A. Serain dijo...

Doce comentarios. Cierro acá mi conteo, porque el resto lo charlamos ya en la clase, hace un rato nomás.

Guadalupe: Quedó tu primera impresión, nomás, pero está bien. No terminé de entender eso del tercer momento, del cual no quisiste hablar... ¿o sí?

Gabriela: Interesantísimo. Es fabuloso eso que decís de "encontrarse con uno mismo". Solemos no tener autoconciencia, por extraño que parezca. Es como si estuviésemos todo el tiempo en automático. De modo que celebro tu descubrimiento. De repente me acordé de Lennon, cantando "la vida es eso que se pasa mientras estamos ocupados haciendo otras cosas". Creo que tiene que ver con lo mismo, en el fondo.

Lorena: Me hacés pensar en los riesgos de que alguna vez alguno se desconecte demasiado y no lo pueda traer de regreso. Vos por suerte pudiste volver a tiempo. ;-)

Noelia: Claro, es que la idea no pasaba tanto por el relax como por esa incomodidad. Sólo que ustedes no lo sabían. La idea era que no fuese fácil.

Verónica, gracias a vos por escribir. No sé si habrá sido tan "exótico"... Pero ya que te dio por sacar cosas escribiendo en el blog, te invito a que lo sigas haciendo. ¡Vamos!...

Fede, si algo tan simple pudiera ser considerado "espléndido", creo que estaríamos fritos. Apenas distinto, pretendí que fuera. Y lo mismo que le dije a Vero, ya que dices haberle tomado el gustito a este espacio, ¡hale, a darle vida!

Nacho: Observado y observante. Es nuestra dualidad permanente, inevitable y definitoria, al menos para algunos, de toda relación. Claro que la observación conlleva juicios, y protecciones, y estrategias, y contraestrategias, y las más diversas especulaciones, y también reacciones a estas especulaciones.., Y todo empieza mirando, mirá vos qué cosa.

Walter, me hiciste acordar de esta publicidad:
http://www.youtube.com/watch?v=pvLoS3Kaqio

Agustín. Ni cartesiana ni zen. Pero esto sólo podrían saberlo una vez que leyeran el texto de Finkielkraut.Me gustó eso de "a mí me costaba pero me servía notar que a él también le costaba". Ojo, que en esa dualidad se resuelven también muchas cosas.

Ramiro: Lo de la célula era todo un desafío. No me atrevería yo a intentarlo, te lo juro.

María S.: En realidad, este ejercicio uno lo puede hacer en la calle, viajando en el tren, en cualquier clase de cualquier materia... Sólo hay que animarse y no preocuparse por lo que otro vaya a pensar de nosotros. Probá de hacerlo (pero después no me hagas cargo a mí de lo que pueda pasar, ojito).

Cecilia, Cecilia...: Claro que no sos anónima. Igual ya más adelante vamos a hablar de esta cuestión de los nombres. Pero no esperes que TODOS hagan su comentario al ejercicio. Al menos no todos parecen estar dispuestos a hacerlo por acá. Lo de confianza y seguridad está bueno. El resto... tal vez debas preguntárselo directamente a esa otra persona. No sé, es una idea.