jueves, mayo 03, 2012

¿Displacer o Hedonismo?



"Pero, ¿cómo podríamos ser felices, con todo lo que nos falta saber del mundo?", podría preguntarse Fausto. Y seguramente él hablaría de conocimientos, pero para el caso también podríamos estar hablando de dinero, de bienes materiales o simbólicos, de un título universitario, de experiencias sensuales, de pasiones diversas. Fausto es el arquetipo. Pero también podríamos hablar de Mick Jagger, de Don Juan, del muchacho que quiere una guitarra eléctrica en el video de más abajo, o de cualquiera de nosotros. A todos nos pasa más o menos lo mismo.

Don Juan es hermano de Fausto en la frustración. La vida no le alcanzará a ninguno de los dos para completar el objetivo que se han impuesto: en el caso de Fausto siempre habrá más cosas para saber; para Don Juan, siempre habrá una mujer más por conquistar. (Así y todo, personalmente me cae mejor Don Juan que Fausto. Porque Fausto, en su afán de comprenderlo todo, pretende parecerse a Dios; pero en cambio Don Juan lucha con pasiones que se ubican más allá del modelo positivista.)

Oswald Spengler, en su libro La decadencia de occidente, habla del hombre fáustico como modelo del hombre occidental: se trata de un hombre permanentemente insatisfecho, aunque tanto da que se llame Fausto, Don Juan, o como cualquiera de nosotros, al que siempre le faltará algo para estar completo, con lo cual vivirá en un estado de tensión permanente, que se parecerá mucho al sufrimiento, a la frustración, a la angustia de saber que hagamos lo que hagamos siempre será insuficiente.

"So many books, so little time", dice la remera que luce Rodrigo Fresán en la solapa de uno de los libros que atesoro en mi biblioteca. Interesante paradoja: no recuerdo el contenido del libro, en este momento, pero la leyenda de la remera en la fotografía que acompaña el texto de la solapa del libro en cuestión ha quedado marcada a fuego en mi cabeza. "So many women, so little time", se lamenta Don Juan. Y en definitiva es lo mismo. Mi psicóloga, en tanto, me dice que ella no sabe nada del zen, pero que como terapeuta me recomienda focalizar siempre en las cosas de manera tal que lo mucho que nos falta no nos impida ver lo mucho que tenemos. Mi maestro de tai chi zen, en cambio, probablemente me diría que para que algo nos falte tenemos primero que creernos la falacia de que somos algo separado del resto del mundo. Yo los escucho a los dos, pero Fausto y Don Juan siguen allí, parados ante mis ojos. Fausto tiene puesta una remera que ya he visto en alguna otra parte, y Don Juan trae de la mano a una señorita de la cual no podría uno menos que enamorarse; sería una pena morir sin haber gozado antes de sus encantos. Entonces me despierto, pero sólo para darme cuenta de que sigo soñando.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Típico sintoma capitalista!! jaja pobre flaco, es un insaciable!! creo que a todos nos pasa, especialmente cuando recién empezamos a trabajar y ganamos nuestros primeros sueldos, queremos comprar todo lo que vemos o alguna vez soñamos.
PEro hablando más en serio... si no aprendemos a dominar esos impulsos la vida nos pasa por delante y no encontramos la felicidad, que no pasa por tener tal o cual auto, mujeres o viajar por el mundo. Creo que el verdadero secreto está en aprender a ser felices con lo cotidiano, lo simple, y seguir luchando por nuestos sueños. Estoy convencida que el Universo nos escucha, y si creemos fervientemente en algo los hechos se acomodan hasta que, sin darnos cuenta, estamos disfrutando de ello.

Sol Iglesias

Federico Álvarez dijo...

¡Hola!

El hombre fáustico occidental, esa persona insatisfecha que siempre quiere más, como los niños insistiendo a sus padres: ¿me compras? Y estos respondiendo positivamente, en especial si sos hijo único mimado. Por supuesto que en su edad adulta, ya socializado, uno intenta evitar los berrinches, pero pareciera que la fórmula “ves, querés” (en criollo, “culo veo, culo quiero”) es intrínseca al ser. O tal vez la necesidad compulsiva de tener (algo que tienen los demás, vale aclarar) es resultado mismo de la pedagogización social del propio sistema objetivante que interpela a los individuos como personas seriadas y con amortización.
Sin embargo, también es cierto que como necesidades en una dimensión simbólica son impuestas tanto social como individualmente. Aquí entra en juego el propio libre albedrío en sentir dicha necesidad y el juicio crítico de los demás que califica por lo que uno es (aunque en este caso, la respuesta a la pregunta por el quién está dada por lo que uno tiene). Lo que habría que hacer es mirar más el vaso medio lleno y apreciar el camino transitado hasta este, además de tratar contactarse con ese total asociativo entre individuo y universo (y agregaría entre las propias personas como iguales).

Saludos, Federico

Anónimo dijo...

Creo que los seres occidentales somos insaciables, pero culturalmente. No solo el mercado inserta nuevas necesidades y gestiona nuestro consumo sino que en el orden de lo simbólico siempre estamos persiguiendo algo, y cuando creímos satisfacerlo, nos damos cuenta que todavía falta un poco mas. En general creo que todo perseguimos ese valor supremo llamado "felicidad". Este camino es claramente subjetivo dado que todos tenemos y perseguimos distintos intereses.
Por un lado, como dijeron German y Federico, en vez de estar siempre insatisfechos, deberíamos ser mas conscientes de todo lo que tenemos, tratar de hallarnos en eso y calmar nuestra búsqueda. Por el otro, el deseo tiene un aspecto positivo: es un motor para seguir adelante. Sin intereses, ilusiones, como dijo alguien en clase, la vida seria demasiado aburrida y estática. Mas allá de eso, desear o creer necesitar algo puede ser un motor de acción que nos lleva a llenar de sentido nuestras vidas.
Melina Maira

Anónimo dijo...

Belén Repetto- Yo creo que el secreto está en no dejar de desear algo que no tengas, pero sin que esto te impida disfrutar del presente. yo creo que es algo intrínseco al hombre, aunque se podría decir que en la sociedad capitalista esto se ve marcadamente en lo material. Pero el querer algo que uno no tiene, te ayuda a plantearte metas que después, con paciencia y laburo, si las lográs te ayudan a crecer. No sé si esto sonará muy naif, pero igual yo creo que funciona. El problema está en ser insaciable, y estar siempre pendiente del futuro, o de lo que en el presente no se tiene; en ese caso se deja de disfrutar. El lograr eso debería ser una elección de cada día, en cada situación que se nos presenta.

Anónimo dijo...

Profe he comentado en varia ventanas y no aparecen, sera porque no le llegan??

carolina

Germán A. Serain dijo...

Carolina, recién he publicado TODO lo que estaba pendiente de publicación, excepto un spam y un troll. Fijate si no aparecieron. En caso negativo, es porque no me han llegado. Aunque sería raro...

Gabriela Zampedri dijo...

Con respecto a lo que le diría su maestro se me vino a la cabeza una nota de Simone de Beauvoir que publicó una amiga hace un tiempo y decía así: "Si Dios es la infinitud y la plenitud del ser, no hay distancia entre su proyecto y su ser realidad, su voluntad es el fundamento inmóvil de su ser. Lo que quiere se hace, quiere cuanto es... Tal Dios no es una persona singular, es el universal, el todo inmutable y eterno. Y lo universal es silencioso... La perfección de su ser no deja ningún lugar..."
En relación a lo planteado, no se bien que decir, creo que siempre estamos creándonos necesidades porque tenemos miedo de escucharnos a nosotros mismos en la plena tranquilidad.