viernes, abril 20, 2018

3. Acerca de las Cuatro Nobles Verdades del budismo y el zen

Las Cuatro Nobles Verdades del budismo son:

1. El sufrimiento es propio de la condición humana.
2. El sufrimiento está ocasionado por el deseo insatisfecho.
3. Si se suprime el deseo, desaparece el sufrimiento.
4. Es posible suprimir el deseo.

(En el siguiente video, Jagger y Richards nos recuerdan lo difícil que es quedar satisfechos).


Deseo e insatisfacción. "¿Cómo podríamos ser felices, con todo lo que nos falta conocer del mundo?", podría preguntar Fausto, ya próximo a la muerte. Y seguramente él hablaría de conocimientos, pero para el caso también podríamos estar hablando de dinero, de bienes materiales, o simbólicos, de un título universitario, de experiencias sensuales, de pasiones diversas. Fausto es el arquetipo. Pero también podríamos hablar de Mick Jagger, del amante Don Juan, del muchacho que quiere una guitarra eléctrica hasta el momento en que la tiene y pasa a desear otra cosa, o de cualquiera de nosotros. Porque a todos -cultura afectiva mediante- nos pasa más o menos lo mismo.


Don Juan es hermano de Fausto en la frustración. La vida no le alcanzará a ninguno de los dos para completar el objetivo que se han impuesto: en el caso de Fausto siempre habrá más cosas por saber; para Don Juan siempre habrá una mujer más por conquistar. Ambos se sienten frustrados e incompletos. Don Juan lucha con las pasiones y con el drama de la finitud humana, con el que también lidia Fausto, quien en su afán por comprenderlo todo pretende en definitiva parecerse a Dios, como el legendario bello ángel caído. La referencia bíblica no es gratuita: en las cosmogonías es posible encontrar cosas de lo más interesantes, que nos conectan con nuestras realidades. Por ejemplo, ya que de Fausto hablamos: es en el fruto prohibido del árbol de la sabiduría, del conocimiento del bien y del mal, donde el hombre encuentra fatalmente la condena derivada del pecado originario. Mala prensa para el positivismo. Deberíamos hablar de esto en una próxima clase.

Oswald Spengler, en su libro La decadencia de occidente, habla del hombre fáustico como modelo del hombre occidental: se trata de un hombre permanentemente insatisfecho, tanto da que se llame Fausto, Don Juan, que tenga tu nombre o el mío. Siempre le faltará algo para sentirse completo, con lo cual vivirá en un estado de tensión permanente, que se parecerá mucho al sufrimiento: frustración, insatisfacción, angustia de saber que hagamos lo que hagamos nunca será suficiente. Es en esto donde la filosofía zen nos ofrece una puerta de salida: si todo forma parte de lo mismo, si no hay barreras que separen el yo de lo demás, la concepción misma de posesión pasa a carecer de sentido. Por supuesto, una cosa es la filosofía y otra muy diferente la pragmática. Además -no olvidemos este detalle- en nuestro sistema económico occidental la máquina funciona con la insatisfacción del deseo. Seamos pragmáticos.


"So many books, so little time", dice la remera que luce Rodrigo Fresán en la fotografía que ilustra la solapa de uno de sus libros. Cosa curiosa: no recuerdo el contenido del libro, pero la remera quedó marcada en mi cabeza. "So many women, so little time", se lamentaría Don Juan. Y en definitiva es lo mismo. También Cortázar se angustiaba, en algún pasaje de Rayuela, ante la evidencia de una vida tan corta para tantas bibliotecas. Una excelente psicóloga, con la cual alguna vez me traté, declaraba no saber nada de zen, pero me recomendaba focalizar siempre en las cosas de manera tal que lo mucho que siempre e inevitablemente falta no nos impida ver lo mucho que se tiene. Mi maestro de tai chi zen, en cambio, hubiese dicho que para que algo nos falte tenemos primero que dejarnos ganar por la falacia de que somos algo separado del resto del mundo. Yo los escucho a los dos, pero Fausto y Don Juan siguen allí. Fausto tiene puesta una remera que ya he visto en alguna otra parte, y Don Juan toma de la mano a una señorita de la cual sería tan difícil querer evitar enamorarse; sería una pena enorme morir sin haber gozado de sus encantos. Entonces me despierto... pero no estoy seguro de no seguir soñando.


Pregunta para nada inocente: ¿Dirías que esta sociedad, que nos ofrece y muestra cientos y miles de placeres posibles, que nos estimula, que nos enciende, determina una cultura afectiva del hedonismo... o más bien del displacer?

6 comentarios:

Unknown dijo...

Una pregunta difícil de contestar en un solo párrafo. Al leer estas lineas, respondo que los seres humanos estamos movidos por algo que en el fondo no sabemos que es lo que es. Ergo, al no saber que es lo que es y no pensarlo de manera detenida, tampoco sabremos que es lo que queremos. Viviremos sujetos a la noción del placer y el displacer si seguimos en un determinado entorno o sociedad.

Unknown dijo...

Si hablamos de "encendernos" y "motivarnos" como plantea la pregunta, podría decirse que vivimos en una sociedad hedónica en términos abstractos. Pero creo que habría que preguntarse si, en este sistema, todos esos placeres que se nos ofrecen son alcanzables por toda la gente o si no se necesita justamente de la frustración y el displacer (incluso como negocio) para que sigan apareciendo nuevos placeres posibles. Por otro lado, a partir de la frase "lo personal es político", también pienso que se podría discutir si el placer puede limitarse a lo individual o si deberíamos hablar de lo colectivo y explorar y construir nuevas formas de placer.

Unknown dijo...

Si nosotros somos como Fausto y Don Juan ya que son el modelo del hombre occidental que siempre nos faltara algo para sentirnos completos, en estado de sufrimiento, frustracion, insatisfaccion y angustia, deberiamos utilizar las 4 nobles verdades del budismo para llegar a suprimir el deseo y dejar de der una cultura afectiva del displacer.

Unknown dijo...

Creo que a grandes rasgos estamos en una cultura afectiva hedonista, todo lo que se nos ofrece tiene como promesa de venta hacernos más felices, disfrutar de más placeres y tener una vida más fácil. También considero que el displacer está presente porque los opuestos siempre van juntos a fin de determinarse el uno al otro por la negativa y, además, porque es residual del sistema, es imposible que todos estemos igual de felices y contentos en un entramado que se basa en la explotación de unos para la satisfacción de otros.

Dana Martínez dijo...

Pienso que vivimos en una sociedad que permanentemente nos ofrece placeres, pero esos placeres no siempre son alcanzables. Y ahí es cuando aparece el displacer, la frustración, el sufrimiento. El placer, en la cultura occidental, es algo efímero, llega para irse al ratito, llega para chocarle los cinco y pasarle el testimonio a otro placer/displacer (tal como muestra la publicidad "ves, querés"). Todo se agota, todo nos aburre.

Si se suprime el deseo, como señala la cuarta noble verdad del budismo, acabaría entonces el sufrimiento, la puja entre placer y displacer. El problema es que estamos inmersos en un placer/displacer continuo y es difícil poder llegar a cambiarlo. Por otro lado, adhiero al comentario de mi compañera: ¿El placer implica un acto individual o colectivo?

Federico Belli dijo...

Me causó mucha gracia la publicidad de la guitarra y es super real. Estuve una enorme cantidad de tiempo buscando juntar el dinero para comprarme una guitarra cara y cuando llego, me di cuenta de que para que suene iba a necesitar comprar pedales caros y un amplificador que haga juego. Se que cuando los compre algo va a faltar para completar el pack.

Yo creo que nos determina una cultura del displacer, vehiculizada por la idea de que se puede alcanzar la felicidad en pocos pasos. La felicidad y el placer son como la definición de Galeano de la utopía. "Está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar"

Yo creo que cada uno tiene una propia definición de felicidad. A mi entender, lo interesante sería poder hacer que esa definición sea menos material y más afectiva.