lunes, octubre 01, 2007

Psicosomatización (Del cuaderno de bitácora)

Cinco días con fiebre. Si no me conociera diría que se trata de una gripe, pero conociéndome apunto mis dardos sobre otras causas posibles. En medio, un simposio de farmacología...

"No se puede separar al bailarín de la danza", dice el Dr. Carlos Soria, que es uno de los expositores. Y yo me quedo pensando en la lucidez de la frase. Luego se dedica a atacar el dualismo cartesiano, señalando que una división entre el alma (ossia la mente) y el cuerpo es absolutamente falaz. De igual modo -dice- no se puede separar al individuo de su ambiente. En otras palabras, lo que Soria dice es que es necesario hacer colapsar el concepto de unidad. ¿Cuáles son los límites en el caso de la unidad mínima del ente humano? ¿Podemos hablar, verdaderamente, de un individuo (vale decir, de una entidad que no sea pasible de división, en la cual quepa reconocer cierta autonomía) y asimilar esto al concepto de persona o sujeto?

"¿Quién manda en una situación psicopatológica?", se pregunta luego. "¿Dónde se ubica el centro de control?" El cuestionamiento es adecuado, tratándose de un farmacólogo. La cuestión es si la medicación que se suministra al paciente debería operar sobre la mente o sobre el cuerpo. Pues bien, el verdadero problema no reside en el cuerpo, evidentemente, pues el malestar está determinado por la mente (hablamos de una somatización). Sin embargo, al mismo tiempo resulta que la mente funciona de manera adecuada, pues lo que en definitiva hace es responder a un estímulo contextual. Otra cuestión será ver si esta respuesta es la más acertada. Pero finalmente las causas suelen no estar tampoco en el ambiente, dado que la mente no responde a algo real, tanto como a una lectura de algo que acaso puede no estar allí.

Si asociamos la somatización al stress, hablamos de un desequilibrio de la mente/ánimo, que es en cierto modo positivo, dado que este estado es lo que promueve un intento de adaptación al entorno, que se traduce en la huída o en la lucha, a través de un intento de adaptación o de modificación del medio. Sin cierto nivel de stress, no habría capacidad de supervivencia. El problema, en todo caso, es que a menudo el stress se prolonga demasiado a través del tiempo o adopta niveles muy elevados. Entonces se produce un estado crítico.

Me llama la atención que Soria defina el stress como una modulación de las emociones, sin realizar una distinción precisa entre este concepto y el de un estado cerebral vinculado a la percepción de un ambiente que ofrece en forma cotidiana recompensas y/o castigos en respuesta a nuestras acciones. Sin embargo, no me extraña que hable del enamoramiento como una estado típico de desequilibrio.

"En el enamorado hay una respuesta positiva, del orden de lo placentero, generada con anticipación a la experiencia que se considera placentera en sí misma", explica el catedrático. Vale decir que el placer se realiza más en la expectativa que en la consumación. No es raro, entonces, que termine vinculando el enamoramiento a la experiencia del consumidor de alucinógenos.

Del mismo modo, la incertidumbre genera una mayor situación de stress que los factores negativos reales que dicha incertidumbre eventualmente encierra. Pero si la incertidumbre es algo incierto, desde el momento que apunta a algo que tanto puede suceder como no, la respuesta psicosomatizadora es real, concreta y visible. De este modo, lo virtual y lo real se confunde de manera permanente.

Somos sistemas condenados a una interacción cotidiana. Lo cual nos lleva a tener que adaptarnos al otro, ese que casi siempre maneja pautas de percepción del mundo diferentes de las nuestras. Pero hay errores que median en estos intentos de adaptación, y esto genera stress. Claro está, parte de estos errores pasa por creer, concientemente o no, que el otro comparte nuestros sistemas de valoración del mundo, nuestros códigos, nuestras perspectivas. Cuando la realidad es que todos operamos de una manera particular y diferente del resto de las personas en este sentido.

Somos seres en interacción, que construimos una realidad imaginaria, que se convierte en nuestra realidad física, al punto de poder generar en nosotros malestares reales. Lo cierto es que no somos individuos autónomos, sino parte de un complejo sistema de redes vinculares, en medio del cual nacemos, nos desarrollamos, nos enamoramos, vivimos, tememos, trabajamos, disfrutamos... En el medio de todo esto, una realidad imaginaria es lo más concreto y real que al parecer tenemos como para manejarnos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Algo así como los fantasmas que nos visitan antes de dormir?

Anónimo dijo...

Desde el alma...

Hermano cuerpo estás cansado
desde el cerebro a la misericordia
del paladar al valle del deseo

cuando me dices / alma ayúdame
siento que me conmuevo hasta el agobio
que el mismísimo aire es vulnerable

Hermano cuerpo has trabajado
a músculo y a estómago y a nervios
a riñones y a bronquios y a diafragma

cuando me dices / alma ayúdame
sé que estás condenado / eres materia
y la materia tiende a desfibrarse

Hermano cuerpo te conozco
fui huésped y anfitrión de tus dolores
modesta rampa de tu sexo ávido

cuando me pides / alma ayúdame
siento que el frío me envilece
que se me van la magia y la dulzura

Hermano cuerpo eres fugaz
coyuntural, efímero, instantáneo,
tras un jadeo acabarás inmóvil

y yo que normalmente soy la vida
me quedaré abrazada a tus huesitos
incapaz de ser alma sin tus vísceras.

Germán A. Serain dijo...

"Algo así como los fantasmas que nos visitan antes de dormir?"...

Sí, Manu. Presumo que es exactamente así.

(gracias)