jueves, septiembre 20, 2012

Levinas

Quería dejarles un par de materiales adicionales, que de un modo u otro coinciden en una misma cuestión: el reconocimiento (o no) del otro, y en cierto modo esto es decir también de uno mismo. Pero prefiero no anticipar ni explicar demasiado. Lean, vean, reflexionen, comenten. Hay dos cuentitos de Hernan Casciari, uno qué se llama"Canelones" y otro llamado "Gente ecológica", del cual rescato sobre todo la idea de que existe una mayor empatía con aquellos animales que pueden gritar ante el dolor que esos otros que no lo hacen.

 Y además dos videos:

 


 Y este otro:

 

4 comentarios:

Florencia Marcote dijo...

Creo que "Canelones" es un buen ejemplo de cómo muchas veces no conocemos realmente al otro, sino que el otro es la idea que tenemos de lo que el otro es. Además se pone en juego, como dice en el cuento, el "deseo". El deseo de la mujer de hablar con su hijo generó en ella la idea de que quien estaba del otro lado del teléfono era realmente su hijo. Por otra parte, el otro cuento creo que es interesante para repensar la empatía. Después de todo desde una perspectiva más "zen" el principio vital que anima a todos los seres vivos es el mismo y por lo tanto no habría motivos para un trato diferenciado. No obstante, en general, no sentimos pena por la muerte de un mosquito o una cucaracha.

Matías Roca Manoukian dijo...

LA VACA Y LA MIRADA DEL OTRO:

http://www.youtube.com/watch?v=jehMR3lwWyA

Vale dijo...

Comparto un cuento de Clarice Lispector que me parece suma a lo que charlábamos la clase pasada.
Les dejo un sitio donde se puede leer ya que sobrepasa el tope de caracteres para pegarlo acá.

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/por/lispec/gallina.htm

Antonella Fittipaldi dijo...

Crudisimo el segundo cuento y el segundo video no lo pude terminar de ver :S, creo que tengo un nudo en la garganta.
Dicen que el ser humano no se da cuenta de las cosas que hace hasta que ve una reacción, o lo pierde tal vez ese principio defina un poco en como actuamos con lo que nos rodea tanto de nuestra especie como naturaleza o animales. Nos alcanza un instinto trasgresor del que luego nos arrepentimos o no asumimos consecuencias.