viernes, septiembre 14, 2012

Pasar vergüenza...

Como para ir cerrando el tema de la mirada del otro, aunque al mismo tiempo me parece que será un tema que quedará necesariamente abierto, y con el ánimo de generar un espacio divertido (¿por qué será que estas cosas nos divierten, en definitiva? No deja de ser una pregunta interesante...) les pido que en los comentarios a esta entrada me/nos cuenten esa historia, la de lo que te sucedió aquella vez en que te quisiste morir de la vergüenza.

La idea es que podamos verificar que a todos nos suceden este-tipo-de-cosas. Y en cuanto a la parte académica, resultará evidente que detrás de cada situación en la que se haya planteado un sentimiento de vergüenza seguro aparecerá como una constante la mirada, real o potencial, de algún otro, invariablemente presente, juzgando, objetivizando, diciendo o, esto a veces es peor, callando lapidariamente.

Como nota al margen: las cosmogonías siempre son ilustrativas y en este sentido no podemos soslayar el hecho de que los primeros en sentir vergüenza fueron, supuestamente y de acuerdo a la tradición cristiana, Adán y Eva. Esto les pasó al saberse desnudos. Pero resulta que antes de comer el fruto prohibido del árbol de la sabiduría (dato curioso: hablamos del bien y del mal, diferenciados y representados a través de la metáfora del saber), ellos eran inocentes... y por ende también desvergonzados. Es la cultura la que hace nacer en ellos (en todos nosotros) la vergüenza, no al sabernos desnudos, sino al sabernos mirados.

Cuenten y lean y reflexionen y opinen...

16 comentarios:

Olvídate de que ponga mi nombre dijo...

Ok. Alguien tiene que pasar primero. Me dieron ganas de orinar. No sabría decir si las ganas me venían desde hacía mucho o poco rato, porque uno nunca se da cuenta de cuándo empiezan las ganas de ir al baño, sobre todo cuando estás dormido. El punto es que me dieron ganas de orinar, pero me aguanté, primero porque al principio por ahí no tenía TANTAS ganas, pero después sí. Y además porque era invierno, y hacía frío, y yo estaba tapado y calentito debajo de las mantas. Pero al rato de estar esquivándole el bulto a la necesidad, comencé a sentir esa característica presión a la altura del bajo vientre que te indica que ya es hora de orinar, y que por más que queras estirar el momento te tenés que levantar e ir al baño. Así que medio dormido me ocupé de llegar hasta el baño, a fin de descargar la vejiga, que uno adivinaba llena de líquido caliente y ansioso, ligeramente amarillo, y fue maravilloso encontrar el baño desocupado, incluso templado, como si alguien se hubiese tomado el trabajo de calefaccionarlo, cosa curiosa a esa hora de la madrugada. No recuerdo si era un baño público o el baño de mi casa, y en realidad mucho no importaba, porque lo único importante en ese momento era estar al borde del anhelo, y cuando ya todo estuvo listo, y luego de un último instante de contención... el cálido y cristalino líquido amarillento comenzó a fluir, para enorme satisfacción del cuerpo, que de a poco se relaja, mientras el manantial fluye...

Todo muy gratificante. Pero de pronto la sensación de humedad. La oscuridad. El desconcierto. Un escalofrío. El colchón, convertido en un océano debajo de las mantas. Y la comprensión atroz, ineludible, de lo que acababa de suceder. Pero además, ya ahora con la luz del velador encendida, la evidencia de que lo peor está todavía por llegar. ¿Cómo despertar a esa mujer, que duerme profundamente justo al lado, al borde del arroyo, el charco, el océano, despertate mi amor, que hay que cambiar las sábanas, no, no me preguntes nada!... Pero sí levantate, porque... ¿Dónde hay sábanas limpias? ¡Ay!... ¡El colchón nuevo!... No sé que decirte... Te juro que nunca me había pasado algo así...

Naiara dijo...

Suelo ser vergonzosa... pero la peor situación fue cuando en un trabajo tuve que mandar un mail y lo hice de forma informal (muuuy informal) porque era un pedido a un amigo diseñador gráfico. Palabras más palabras menos decía algo así como "mi jefe ya sabés que es un rompe bolas, necesito que me hagas algo así salgo de esta...". Al día siguiente lo veo a mi jefe sentado en mi máquina, porque la de él se había roto, usando mis mails. Obviamente vió ese mail y en cuanto me lo hizo saber creo que me puse multicolor, no sabía qué decirle. De todas formas, no fue tan grave, por suerte no se enojó, hizo como que no había visto nada... sólo me dijo que trate de no usar el correo de la empresa para mails tan informales...jajaja NUNCA pensé que iba a ver mis mails!!!! que papelón!!

Marcelo Rigonatto dijo...

Hola buenas tardes, leí la consigna el lunes, estuve rumeando en mi memoria y todavía no puedo recordar alguna situación en la que me hubiese querido morir de vergüenza, tal vez haya existido alguna ocasión pero no la recuerdo. Lo que si me vino a la memoria fue una situación sumamente hilarante que me tocó presenciar: un tropezón con caída aparatosa delante de al menos 30 personas ¿se imaginan? situación embarazosa si las hay… paso a contarles: esto sucedió hace al menos 15 años y todavía lo recuerdo muy bien, viajaba en el subte línea E, con otros dos compañeros de la secundaria. Delante nuestro estaba dispuesto a bajar un caballero de traje oscuro con portafolio en la mano, el tren arribaba a la estación San José y comenzó frenar, todavía faltaban unos segundos para que el tren detuviera completamente su marcha cuando se abrieron las puertas y el sujeto saltó al andén de baldosas gastadas y resbalosas. Comenzó a patinar y trató de evitar caer moviéndose espasmódicamente, sus brazos describían círculos en el aire y sus piernas no se quedaban quietas, luchó a brazo partido contra la inevitable caída hasta que se vio vencido y cayó de culo al piso! Todos en el vagón quedamos asombrados y contuvimos las risas por la vergüenza ajena por el pobre sujeto en el piso. Pero al contrario de salir caminando con la cola entre las patas como si nada hubiera pasado, este caballero se levantó inmutable, se arregló el saco, miró hacia nosotros en el vagón y dijo “¿Qué pasa? Yo siempre me bajo así”. Esa frase desactivó todos los comentarios, todas las miradas, y reemplazó condenatorias risas de “que boludo este tipo” por las aprobatorias risas de “que fenómeno este tipo”.

Yanina Alexis Catellani dijo...

Y sí, retomando el comentario anterior, la situación vergonzosa por excelencia es la caída. Ocurre con la caída lo mismo que nos pasaba cuando nos mirábamos sin hablar, nos da risa y no sabemos por qué... Porque en definitiva cuando alguien se cae lo único que ocurre es que pasa de estar parado o sentado a estar en el suelo, y encima puede haberse hecho mal. No debería dar risa, y sin embargo, es lo primero que nos sucede cuando lo vemos, nos tentamos. Y cuando sos vos el protagonista, te querés morir! Sobre todo si te ocurre en medio de un recreo de la escuela, en el buffet lleno de gente, o afuera de un boliche (como me ha pasado a mí...)

Diego Salotto dijo...

Cierto Yanina. Creo que es algo digno de analizar el tema de la risa cuando vemos que alguien se cae... Creo que nunca no me reí cuando vi que alguien se iba al suelo... Obviamente uno se rie y después ayuda. Tampoco hay que ser Nelson, no?

Natali Devaud Font dijo...

Siguiendo con el tema de los golpes y las caídas me acorde de una vez, en que, caminando por una MUY concurrida avenida, mientras mandaba un mensaje de texto, me lleve puesto un poste de luz. No solamente me hice la boluda y seguí caminando como si nada, sabiendo que la gente me estaba mirando y riendo, sino que me indigné con el poste por ponerse en el medio de mi camino. Lección aprendida: El celular no solamente es peligroso cuando se maneja, también cuando se camina...

Yamila Cruz dijo...

Yo tengo dos situaciones vergonzosas, la primera es cuando invitas a tus amigos o gente que no viene a tu casa y tu mama empieza a hablar de vos y precisamente cosas no muy favorables hacia tu persona, eso me pone primero nerviosa y segundo me enoja. Obviamente me da verguenza jaja.
La segunda es cuando mi papa es muy sincero en reuniones familiares y cuando habla de cosas que no tiene que hablar, justamente por su extremada sinceridad y recuerdo esas situaciones en donde uno dice "que me trage la tierra, por favor" jaja eso me resulta vergonzoso por mas de que no lo este diciendo yo.
Mas que vergonzosa me considero una persona nerviosa en situaciones incomodas jaja

Anahí dijo...

Supongo que lo que causa gracia es el romper con el esquema, con lo esperado y en cambio dar paso a algo absurdo, ajeno a esa situación.
Muchas veces pasé y paso vergúenza, de hecho me pongo en evidencia sóla porque me sonrojo enseguida. Intento tratar de controlar esos momentos incomodos recurriendo a algún tic, como rascarme la nariz o la panza; pero no siempre funcionan.

Manu Blanco dijo...

Mi relación con el deporte en las primeras etapas de mi vida siempre fue algo caótica. Mi primera etapa de escolarización la viví tímidamente, y eso se manifestó en mi cuerpo.

Más allá de toda la parte de gimnasia rítmica y tradicional que me hacían practicar en la escuela primaria, el salto con vallas era una de las actividades que más detestaba. No le encontraba la gracia y me parecía un tanto peligroso.

Una mañana de julio, muy muy fría, una vez más con todo el grado fuimos al club donde realizábamos actividades deportivas. El profesor nos hizo correr por una hora, hasta que llegó la actividad tan temida por mi. Dispuso 8 vallas en la pista de atletismo para que corramos todo el camino con esos malditos obstáculos metálicos que aumentaban de altura y dificultad a medida que llegabas a la recta final. Nos puso en fila, cual campo de concentración, y uno por uno, ante la atenta mirada de los demás, debíamos realizar a la perfección el ejercicio indicado por el troglodita del profesor de gimnasia.

Cuatro compañeros míos realizaron a la perfección el ejercicio, hasta que llegó mi turno. Con bastantes titubeos y la confianza por los tobillos, comencé a saltar las vallas. Logré pasar la primera, que ayudó a elevar un poco la confianza. Salté la segunda, cuestión que me dio aún más ánimo y velocidad. Hasta que llegó la tercera…

Recuerdo todavía hoy, casi 15 años después, como me iba acercando a esa valla mientras corría, Intenté saltarla pero todo fue en vano. En el mismísimo salto, mi pie izquierdo tocó la valla, lo que me hizo dar una vuelta carnero en el aire, y enrollarme con el obstáculo para terminar tirado en el piso haciendo dificultosa la tarea de distinguir entre valla y niño, o sea yo.

Más allá del buen golpe que me di, recuerdo el estallido de risas burlonas de todos mis compañeros. Me levanté de la caída con ayuda del profesor y me mandó a sentarme a las gradas, cuestión que me pareció todavía más humillante.

En los tiernos 9 años vivís una etapa de descubrimiento del propio cuerpo que a veces es muy caótica. Porque todavía no lo sabes controlar muy bien, y además porque los niños pueden ser muy crueles…

Marina Sette dijo...

Seguramente me pasó algo más grave que esto pero es la primer anécdota que se me vino a la cabeza.
Una vez estaba en un bar, había ido a ver tocar a la banda de un pibe que me gustaba, solo por eso fui, ni siquiera la banda me gustaba. En fin, cuando terminó fui toda embobada al baño pensando "ay que lindo que es", cuando ya estaba adentro siento alguien que me llama desde la puerta, me asomo y era él, y pienso "guauu cuánto interés, no puede esperar a que salga", entonces me asomo con muchas expectativas esperando escuchar algo por lo menos lindo. Entonces me dice "estás en el baño de hombres". Ahhh perfectooo!!!

José M. Previgliano dijo...

A veces siento lo que muchos llaman vergüenza ajena. En particular, prefiero referirme a ella como "vergüenza", a secas, ya que el que la siente es uno mismo, producto de un acto o una situación que padece otro. Aún así, nunca es ajena. El que siente vergüenza se involucra de manera tal manera con la otra persona que llega al estado de incomodidad plena como si lo viviera en carne propia.
Por ejemplo, hace muy poco tiempo estuve en una clase en donde un compañero hizo un comentario desacertado y el profesor lo puso en ridículo frente a todos los presentes, que se rieron y clavaron sus miradas en él. En ese caso mi reacción principal fue pensar en intervenir y tratar de aclarar lo que había querido decir el compañero, o tan sólo decir que cualquier puede equivocarse. Pero la vergüenza que sentí en ese momento me paralizó y logró que me quedara mudo con una sensación de malestar importante.

Carlos Sanabria dijo...

Me tocó ser organizador de un festival de bandas en el CBC de Martinez en el ámbito de militancia. Nosotros pagamos un sonido y las bandas ponían los equipos (mics, y equipo de bajo, de guitarra, una bateria...)

La cosa fue que todo salió mal (el sonidista se olvidó cosas) y arrancó dos horas más tarde.

Sin embargo se iba desarrollando todo con normalidad, hasta que faltando dos bandas por tocar, el grupo que había prestado el equipo de bajo se quería ir aduciendo que el equipo estaba hace mucho tiempo prendido y que le habíamos dicho que iban a tocar menos bandas de las que estaban tocando. Les había dicho que eran 5 grupos y fueron 6.

Pude retenerlos un rato, pero cuando iba a tocar el último grupo, los muchachos se pararon y fueron por su equipo de bajo. Ahí arrancó una gran discusión y súplicas de mi parte... pero no hubo caso. Se llevaron el equipo y me criticaron delante de todos.
No solo tuve que lidiar con esa verguenza, sino con la cara de orto de la última banda que no podía tocar y yo repitiendo "que porqué no tocaban dos guitarras". Cualquiera




Agustina VL dijo...

Un día estaba en la cola del banco ( de esas colas en las que parece que uno nunca va a llegar al primer lugar), era pasado el medio día y no había comido nada desde la noche anterior ... Se me empezó a bajar la presión y sentía que me estaba por desmayar cuando solo me faltaban dos personas adelante para pasar, agarré y salí de la fila y le dije a una conocida que estaba más atrás que me sentía mal(para esto ya todo ser humano en el banco estaba mirándome para descifrar que me había pasado) salimos caminando como para afuera del banco y la persona que me llevaba del brazo nunca se dio cuenta que yo tenía "la vista en blanco" y no veía nada por lo que me tragué de lleno en el medio del banco el blindex que separa la sucursal de los cajeros automáticos. Si había alguien que todavía no había posado sus ojos sobre mi persona ese fue el momento en que lo hizo. Ahí ya me tiraron al piso, se acercó un enferemero y toooodos los que estaban cerca, me traían azucar, sal, caramelos, me levantaban las piernas... en fin recobré un poco más el conocimiento y creo que me dieron ganas de desmayarme otra vez cuando ví tanta gente a mi al rededor obesrvandome con caras raras.. Nunca más volví a esa sucursal.. jaja
Agustina Vicondo.

Gabriela Diaz dijo...

No se si me quise morir de vergüenza, peeeero estuve cerca de eso. Tenía que ir a rendir Semiótica II en horario fuera de la clase, entonces había arreglado en el trabajo para ir después del parcial. Salí con el tiempo justo y apurada. Tenía unas botitas con suela de "pantufla" como le dicen mis amigos, y cuando salí de mi edificio, exactamente al lado, la vereda estaba mojada.Empecé a resbalarme hasta finalmente caer de rodillas y quedar en una posición un tanto comprometedora... con las manos también apoyadas en el piso. Me dolió muchísimo la caída, las rodillas marcadas, me levanté, ni siquiera miré al auto que salía del garage del edificio, y me empecé a reír CON RUIDO. No podía parar de reírme a carcajadas, los ojos achinados, hasta lagrimeaba de lo gracioso que había resultado eso. Durante cuadras me fui riendo, pensando lo que se debe haber descostillado de risa el señor de esa camioneta.

Antonella Fittipaldi dijo...

Soy la tipica metepata que siempre pasa verguenza.
Hace poco estaba llegando a una reunion de trabajo y cuando voy a cruzar la calle mi pelo se queda pegado en uno de los palos que tienen el nombre de las calles, era pintura blanca y estaba recién pintado, sumado a que tengo el pelo largo y se me habia pegoteado todo y ni hablar de mis manos enchastradas con pintura. Y asi caí a la reunión bordo y sintiendome muy boba por lo que me paso. Cuando sali vi a los que pintaban y les hice un comentario.. jaja.

Mariana Lopresti dijo...

Ni bien empece terapia me di cuenta de que mi analista analizaba (valga la redundancia)absolutamente tooodo lo que yo decía. El primer día me fui de la consulta y le dije: "chau, cuidáte", a lo que ella me contestó; ¿De qué debería cuidarme? me fui en el bondi pensando que esto de la terapia no era para cobardes. Luego de varias sesiones, pero no las suficientes como para establecer un vínculo de confianza, le digo: "Bueno me voy, cualquier cosa te toco abajo". Claro está que me refería al portero eléctrico...onda, si no está el encargado te tocó el timbre y me bajas a abrir...pero se entendió como el orto...y me puso una de esas caras que dan a entender que el acto fallido es lo ÚNICO que importa en el psicoanálisis...estaba tan traumada que la llamé a mi hermana por cel para contarle lo sucedido. Se cagó de risa pero yo me auto-flagelé con el episodio por unas cuantas cuadras más.