martes, abril 29, 2014

Acerca de las Cuatro Nobles Verdades

A la manera de una síntesis de lo visto al final de la última clase:

1. El sufrimiento es propio de la condición humana.
2. El sufrimiento está ocasionado por el deseo insatisfecho.
3. Si se suprime el deseo, desaparece el sufrimiento.
4. Es posible suprimir el deseo.

 

"¿Cómo podríamos ser felices, con todo lo que nos falta saber del mundo?", podría preguntarse Fausto. Y seguramente él hablaría de conocimientos, pero para el caso también podríamos estar hablando de dinero, de otros bienes materiales, o simbólicos, de un título universitario, de experiencias sensuales, de pasiones diversas. Fausto es el arquetipo. Pero también podríamos hablar de Mick Jagger, de Don Juan, del muchacho que quiere una guitarra eléctrica, hasta el momento en que la tiene y pasa a desear otra cosa, o de cualquiera de nosotros. A todos nos pasa más o menos lo mismo, al fin y al cabo.

Don Juan es hermano de Fausto en la frustración. La vida no le alcanzará a ninguno de los dos para completar el objetivo que se han impuesto: en el caso de Fausto siempre habrá más cosas para saber; para Don Juan, siempre habrá una mujer más por conquistar. Don Juan lucha con las pasiones que son propias de la incompletud humana. Fausto, en su afán por comprenderlo todo, pretende parecerse a Dios, casi como el legendario bello ángel caído. La referencia bíblica no es gratuita: en las cosmogonías es posible encontrar cosas de lo más interesantes, que siempre nos conectan con nuestras realidades. De hecho, es en el fruto prohibido de la sabiduría, del árbol del bien y del mal, donde el hombre encuentra fatalmente la condena derivada del pecado originario. Mala prensa para el positivismo.

Oswald Spengler, en su libro La decadencia de occidente, habla del hombre fáustico como modelo del hombre occidental: se trata de un hombre permanentemente insatisfecho, tanto da que se llame Fausto, Don Juan, que tenga tu nombre o el mío. Siempre le faltará algo para sentirse completo, con lo cual vivirá en un estado de tensión permanente, que se parecerá mucho al sufrimiento, a la frustración, a la insatisfacción, a la angustia de saber que hagamos lo que hagamos nunca será suficiente.

"So many books, so little time", dice la remera que luce Rodrigo Fresán en la fotografía de la solapa de uno de los libros que guardo en mi biblioteca. Cosa curiosa: no recuerdo el contenido del libro, pero la leyenda de la remera quedó marcada en mi cabeza. "So many women, so little time", se lamenta Don Juan. Y en definitiva es lo mismo. También Cortázar se angustiaba, en algún pasaje de Rayuela, ante la evidencia de una vida tan corta para tantas bibliotecas. Una psicóloga muy bien preparada, con la cual alguna vez me traté, declaraba no saber nada de zen, pero como terapeuta me recomendaba focalizar siempre en las cosas de manera tal que lo mucho que falta no impida ver lo mucho que se tiene. Mi maestro de tai chi zen, en cambio, probablemente diría que para que algo nos falte tenemos primero que creer la falacia de que somos algo separado del resto del mundo. Yo los escucho a los dos, pero Fausto y Don Juan siguen allí, parados ante mis ojos. Fausto tiene puesta una remera que ya he visto en alguna otra parte, y Don Juan trae de la mano a una señorita de la cual sería muy difícil evitar enamorarse; sería una pena morir sin haber gozado antes de sus encantos. Entonces me despierto... pero no estoy seguro de que no siga soñando.

Pregunta no inocente: ¿Dirías que esta sociedad, que nos ofrece y muestra cientos y miles de placeres posibles, que nos estimula, que nos enciende, determina una cultura del hedonismo o más bien del displacer?

9 comentarios:

Pablo Sturba dijo...

Rápidamente, respondería que la sociedad de consumo estimula el displacer desde la fantasía simbólica del hedonismo. No puedo imaginar ambas cosas por separado, ya que una existe como irrupción del funcionamiento de la otra.
Este tema me encanta. Porque engloba muchas inquietudes que nos rodean a diario, y problematiza las funciones de las instituciones tales como, por ejemplo, una Universidad. La nuestra, sin ir mas lejos, que piensa que una disciplina como la comunicación social puede ser una ciencia. Y nos educa para envolvernos en la paradoja hambrienta por un conocimiento que jamás podrá completarse y que, en pocas situaciones, es acumulativo.
He conocido personas conformes. Si me lo cuentan, no lo creo, pero como lo he visto, mantengo las esperanzas de que existen personas (pocas) que sienten plena satisfacción sobre algunas cosas. Ahora... la gran mayoría no vive en las grandes ciudades, y suelen transitar una vida en sintonía con la naturaleza del mundo, y no con la naturaleza del hombre.

eva dijo...

a mi me pasa eso con libros y con viajes. Por más que seamos uno con el universo, ese universo lo quiero ver escrito o en un paisaje y quiero experimentarlo directamente (y de nuevo la angustia porque hay muchos libros o porque el mundo es muy grande).
Creo que el sistema actual se mantiene justamente por esa lógica de no dejarte tener ese algo que te hace desear. Me parece que la fugacidad del deseo y el consumismo incontrolado van de la mano pero que el mercado y su lógica también ayudan: te muestran un celular, lo comprás y al toque sale otro, con 1kb más. O te comprás la súper tele para ver el mundial y al rato sale una más chata y con más pulgadas. Y ya está. Con eso decís: por qué no banqué 2 semanas y me compraba este nuevo, que es mejor, más lindo, me habla y me tira el horóscopo. Qué gil.
Para no irme por siempre por las ramas, opino que la sociedad capitalista se encarga de hacernos infelices, de mantenernos insatisfechos (de otro modo, no podría vender ese celular o esa tele) porque esa es la única manera de hacernos consumir lo innecesario de este mundo.
Como el chico de arriba, me he cruzado con gente satisfecha y feliz, y de a ratos me sentí igual. Fueron momentos más parecidos a una escena Zaratustra o Don Juan que a la del pibito del Banco Francés, pero fueron. Y tampoco fueron en ninguna ciudad.

pd. Me fui por las ramas igual ja

Agustina N dijo...

Leí los comentarios de Pablo y Eva y lo que yo iba a opinar va por el mismo lado: no es posible pensar una sociedad del displacer sin una sociedad hedonista.
Por mi parte, de cualquier forma, creo que no existe la satisfacción absoluta en todos los aspectos de la vida de una persona (sería algo como la muerte). Pero tampoco creo que la vida sea un constante "culo veo, culo quiero" donde somos incapaces de sentir felicidad.
La pregunta que yo me haría (o me hago) es de dónde vienen esos deseos, incluso lo más personales, entendiendo que ninguno de ellos se genera en un hipotético interior separado del exterior.

Erika Ramirez dijo...

Coincido con mis compañeros que es difícil determinar una postura firme en esta sociedad porque todo el tiempo estamos haciendo zigzag sobre una posición y la otra.
Cuando vamos a comprar algo que nos gusta, nos sentimos que estamos llenos de alegría. La angustia por unos instantes se va pero…. al instante siguiente caemos en la realidad nuevamente y de vuelta el displacer por no tener algo que te gustaría te hace sentir mal.
Entiendo que esto sucede en la mayoría de los individuos de esta sociedad, especialmente en las grandes ciudades donde estamos invitados todo el tiempo a sumergirnos en esto que la publicidad del banco francés refleja tan claramente “Ves, queres. Ves queres”. En cambio en otros lugares alejados de ella puede ser que la filosofía del hedonismo predomine aunque también entiendo que algo que les falta les causara displacer en algún momento.
Es una reflexión complicada porque uno tiene que tener en cuenta muchas cosas, como por ejemplo, si nuestros placeres son solo materiales o simbólicos, que tan lejos estamos de llegar a completar nuestros placeres, si todo lo que te rodea te seduce como para tenerlo o si te importa poco las modas (no tan solo de ropa sino de accesorios de todo tipo). Capaz me estoy yendo del foco de la pregunta pero esto me dispara para una charla larga y escuchar otras posturas diferentes a las mias.

Unknown dijo...

Concuerdo con todo lo que dijo Pablo.
Con respecto al comentario de Eva me pasa lo mismo. Entonces, me puse a pensar que hoy en día estamos al alcance de tantas cosas que no podemos abarcar ninguna. Podemos bajarnos libros, pero son tantos que no terminamos leyendo ninguno porque no sabemos por dónde empezar. Hay tantos estímulos y ofertas para vender productos que nos ahogamos en la angustia de no poder acceder a todo eso a la vez.
Por otro lado, dejándome llevar por el ejemplo de Don Juan, me parece que el ser humano en sí tiene el profundo deseo de “obtener” más de lo que tiene o de lo que puede llegar a necesitar. Un Don Juan, quien quiere conquistar a todas las mujeres, demuestra una especie de “esencia” que puede llegar a tener el ser humano frente a sus deseos. Lo mismo sucede con el dinero, entre otras cosas. Las reglas del juego capitalista invitan a ir por ese lado.
Repito el cliché de todos los comentarios, que al mismo tiempo resume todo: es imposible pensar una sociedad del displacer sin una sociedad hedonista.

Unknown dijo...

Me gustaron mucho los disparadores que plantea Erika:
- “Si nuestros placeres son solo materiales o simbólicos”: me parece que el fin de todo deseo es material, es poder concretarlo en la realidad material.
- “Que tan lejos estamos de llegar a completar nuestros placeres”: me parece que los placeres los completamos parcialmente porque siempre nos va a faltar algo para concluirlo. La permanente insatisfacción nos mueve para conseguir nuevos deseos o por lo menos a intentar completarlos. De ahí nace la angustia ya que, a veces, se vuelve imposible conseguir o materializar el deseo.
- “Si todo lo que te rodea te seduce como para tenerlo o si te importa poco las modas (no tan solo de ropa sino de accesorios de todo tipo)”: No entendí mucho esta frase, pero creo que se refiere a sentirte a gusto con lo que te rodea y no guiarte con las modas para seguir consiguiendo más cosas. Sobre este punto, tiene que ver con las influencias externas del ser humano. Es decir, si hay una presión sociocultural que te empuja a obtener ciertas cosas que están de moda o que no nos rodean sólo por el hecho de pertenecer a un grupo o estar “al día”.

Unknown dijo...

Guau, que tema interesante y complicado no? Me resulta facilista de mi parte decir que "la sociedad" actual nos lleva a una cultura del displacer o viceversa. Creo que nos distrae más que lo que nos vuelve caprichosos o materialistas. Me parece que estamos abrumados de tanta información, tanto avance tecnológico, tanta gente (no es novedad que la gente de capital, es más estresada que la que vive rodeada de verde) y lo que no hacemos es parar la pelota para mirar como va a ser la jugada. Tal vez estoy proyectando situaciones de mi experiencia personal pero lo que observo es eso: todos creemos que vivimos corrido y no hay tiempo de detenerse a pensar QUE ES EL PLACER PARA MI. Por qué ahí creo que radica una de las grandes diferencias, lo que es placentero para mi puede ser viajar, para otro compartir tiempo con un hijo, para otro subirse a un escenario, para otro cantar... etc. Mientras tanto, este mundo capitalista no puede permitirnos que cada uno piense eso porque lo que necesita es placeres lo más colectivos posibles para vender masivamente.
No se si también me fui por las ramas jaja pero eso es lo que pienso =P

german dijo...

Es una pregunta que no debería recibir una respuesta tan determinante. Por un lado creo que sí es una cultura enfocada en la estimulación constante, pero quizás con acento comercial o de marketing. Leí por ahí sociedad de consumo... bueno, sí. Sobre displacer puede ser también, digo si se generan pseudo necesidades el resultado será decepción.Espero haber entendido la cuestión...

Mara Pons dijo...

Estoy leyendo el libro de Milan Kundera, "La lentitud". La historia transcurre a partir de un Congreso de Entomólogos (científicos que estudian los insectos) y los personajes se mezclan entre la historia que por momentos es el del siglo XVIII y por momentos algo actual. En el primer capítulo, se abre el relato majestuosamente con un viaje que hace el personaje a Francia, y mientras él maneja hace reflexiones sobre el auto que lo quiere pasar, de la postura de una persona en una moto y como éste se encuentra en estado de éxtasis porque se libera del pasado y del porvenir. A la par, se compara con alguien que corre a pie, que esta siempre presente en su cuerpo. Cuando corre siente su peso, su edad, es consciente de sí mismo y de su vida y cuando entrega su cuerpo a una máquina se entrega a una velocidad que es incorporal, inmaterial. Hay una frase del texto que sintetiza estos pasos: "Curiosa alianza: la fría impersonalidad de la técnica y el fuego del éxtasis". Siguiendo un poco con la reflexión de Angie. Tal vez, en vez de que sea un "tómalo o déjalo" tan efímero, el desafío es aprender a detenernos un poco y mirar alrededor, "o parar la pelota para mirar cómo va a ser la jugada".