viernes, septiembre 12, 2014

En este lugar...

En los comentarios a esta entrada, dejen sus impresiones sobre el ejercicio que hicimos al final de la última clase. Qué les provocó, qué sintieron, qué pensaron. Después charlaremos sobre el asunto.

Para la clase que viene les recuerdo que deben traer leídos el texto de Alain Finkielkraut "La sabiduría del amor".

Espero en mi casilla de mail (dosmundosmail@yahoo.com.ar) los avances y propuestas para el trabajo práctico.

26 comentarios:

Belén López Peiró dijo...

Primero que nada, la luz apagada y luego tu voz guiando el ejercicio (poniendo el acento en la relajación del cuerpo y la respiración) me recordó cómo me siento cuando hago Yoga Nidra.
Luego, me resulto muy difícil mirar a los ojos a una persona que no conocía. Me pasó que en un principio comencé por mirar a los ojos a alguien que estaba mirando a otra persona y que, cuando me decidía a mirar a otro y tener contacto visual, cada vez que me miraban bajaba la vista o me hacía la despistada.
La verdad siento que me costó porque soy una persona que transmite mucho con la mirada y me siento a flor de piel cada vez que alguien me mira directamente a los ojos.

Federico Yaya dijo...

Cuando se apagaron las luces sentí que no me podía relajar mucho, traté de adoptar una postura recta y cómoda pero me costó. No me relaje mucho, lo que si estuvo bueno es que todos estuvimos callados y no sonó ningún celular ni nada por el estilo. Parecía que ibas a hacernos hipnosis. Luego con el tema de las miradas al comienzo me costó encontrar miradas y no me sentí muy cómodo fijando la mirada, supongo que similar a lo de Belén, y me pareció que había gente muy seria. Tal vez como una competencia de "puedo no parpadear" o algo similar. Pero luego me sentí un poco más tranquilo.

Jerónimo Saralegui dijo...

Al igual que Federico, al principio pensé que se iba a tratar de una especie de hipnosis.
Personalmente, lo viví como un desafío, de alguna forma. No me resulta fácil sostenerle la mirada a alguien que no conozco, como si implicara mucho más que tan sólo una mirada. Algunas duraron más, otras menos. Y al buscar otros ojos, me pareció que algunas personas miraban al piso. O no sabía si se dirigían a mí o a otro compañero o compañera. Creo que la incomodidad se fue disipando y lo que finalmente primaron fueron las sonrisas.

Martín Hashimoto dijo...

Al parecer yo fui partícipe de la competencia por "aguantar el parpadeo" a la que alude Federico y por supuesto, perdí. Si hay algo que me incomoda sobremanera es tener que mantener la mirada fija con otra persona por tanto tiempo. En un principio me costó coincidir con algún otro y podía ver en los demás la búsqueda incesante que seguramente ellos también podían notar en mí. Cuando finalmente me encontré con los ojos de una compañera, ambos logramos mantener el contacto visual hasta (casi) el final, aunque debo reconocer que todavía estoy en duda si realmente estaba mirándome a mí o a alguien que estaba a mi lado. De cualquier modo fue inevitable esquivar la mirada por algunos segundos.

Fátima Sánchez dijo...

Al principio me costo llegar a relajarme, pero de a poco lo alcance. Me pareció una forma en cierto sentido "rara" o novedosa de llegar a conocer a tus compañeros ya que uno a veces ni llega a visualizar al que esta al lado a lo largo del cuatrimestre.Son muchas caras nuevas en varias materias.
Por otro lado, pude sostener algunas miradas, pero por momentos también me encontré sin coincidir con otros. Me parece que la mirada dice mucho de uno y sostenerla genera un cierto vinculo o contacto con el otro.

Ivana Valerga dijo...

Cuando abrí los ojos la primera mirada que encontré fue la de una compañera con la que estoy cursando otra materia. Eso me alivió bastante porque si bien no nos conocemos mucho, me hizo sentir más cómoda. Sostuvimos la mirada todo el tiempo. Me paso igual que a los chicos, al principio no pestañeaba y después me di cuenta que podía hacerlo tranquila total a eso no apuntaba el ejercicio. Entonces empecé a pensar a que sí iba. Me concentré en ‘leerle’ su expresión y vi que tenía los ojos rojos y el ceño fruncido, por lo que me parecía que estaba cansada y también muy triste (después me dijo que le dolía muchísimo una muela y estaba con medicamentos). También noté que ante alguna mínima contracción de la cara de una se daba una respuesta en la otra. Por ejemplo una comisura que apenas se levantaba, se repetía en la cara la otra y devenía en una sonrisa de las dos. Sin dejar de mirarla a los ojos empecé a ser consciente de mi propia cara y cómo se vería, seguramente demasiado seria, de mi postura rígida y hasta de los marcos de mis anteojos que los podía ver indirectamente. Si bien estaba tranquila no dejaba de ser un momento tenso que se relajó cuando terminamos y pudimos hablar normalmente.

Laura Martínez Varela dijo...

Lo interesante de estos ejercicios es que rompen con la lógica a la que venimos acostrumbrados. En la facultad no hay demasiado margen para el cuerpo, en general, todo lo que hacemos, lo hacemos con la mente. Cuando estudiaba teatro, solíamos entrenar nuestra disponibilidad corporal con un ejercicio parecido, sólo que era de a dos y eso permitía distinguir más claramente si el otro te estaba mirando o no (esto fue más confuso en la clase del otro día). Al principio, sentí cierta resistencia hacia el ejercicio, hacía mucho que no lo experimentaba. Después me fui entregando, intentaba estar presente en ese "aquí y ahora" que implicaba la clase y el otro. Con algunas miradas me sentí más cómoda que con otras. Creo que este tipo de ejercicios se vuelven más ricos cuando uno cruza la barrera de la propia resistencia, de la risa nerviosa, cuando se vuelve más permeable a reflejar la verdadera sensación que la otra persona nos genera. Por momentos, lo logré.

Cecilia Ballestra dijo...

Creo que fue una experiencia rara en el ámbito de la facultad, pero como dijo Fátima uno a veces no llega a ver a todos los compañeros que están en el aula, somos muchos y el tipo de modalidad que se da en una clase no permite que tengamos tanto contacto visual. Con respecto al ejercicio al principio me pareció muy difícil sostener la mirada, pero al final creo que estabamos todos más relajados.

Unknown dijo...

Al igual que varios comentarios que leí, coincido en que me cuesta mucho mantener la mirada fija con alguien que no sea de confianza. Al momento de apagar las luces, me sentí super relajada, y cuando se prendieron, la verdad de una sentí algo de vergüenza por que no tenía ni idea a quien mirar, por un largo rato mantuve la mirada con un compañero, y ahí me di cuenta que no era tan grave, sentía ganas de reírme pero hice todo lo posible para que no pasara, después de mirar a este chico miré a un amigo que cursa conmigo, y ya se torno diferente, hubo sonrisas y como es de esperar, confianza, totalmente diferente a la experiencia anterior. en todo caso me gustó experimentar los dos polos, con la mirada se dicen muchas cosas, sentí que hubo una compenetración en las dos partes....buen ejercicio!

Marina dijo...

Cuando apagaron la luz me sorprendí. Después cuando el docete guió una especie de relajación recordé ejercicios de yoga e intenté relajarme, a la vez que pensaba qué extraño hacer esto acá, me siento cómoda haciéndolo en otro ámbito, pero en el aula me descoloca... Cuando se prendió la luz y hubo que mirar a alguien a los ojos me puse nerviosa, pero cuando encontré la mirada de una compañera un poco se me pasó. Quizas me parecia absurdo. Al principio pensaba muchas cosas mientas hacía el ejercicio, después me dió mucha risa, y se generó una especie de complicidad entre nosostras. Cuando me fui de la clase me quedé pensando, qué loco, me voy y no la saludo, ahora que nos miramos es como si hubieramos iniciado una relación...

Marina dijo...

DEJO UN VIDEO TITULADO "MUNDOS INTERNOS, MUNDOS EXTERNOS". Es la primera de cuatro partes, a quien le interese más puede encontrar las siguientes en google o youtube. No menciona explicitamente el zen pero si es una introducción a la filosofía oriental o budista. Lo relaciono mucho con lo que conversamos la clase pasada. Quizás a quienes les resultaba extraño leer textos místicos les es más amenos un video para introducirse en otra perspectiva de conocimiento, aunque es bastante místico también...

https://www.youtube.com/watch?v=BwzKu3ABT38

Saludos

Tamara Flores dijo...

A mí me relajó mucho el cerrar los ojos, tanto que en un momento olvidé que estaba en la facu ja, pero me gustó mucho llevarlo a cabo. Por otro lado, cuando los abrí, me pasó que no pude mirar a nadie, y cuando lo hice ya todos habían encontrado a alguien a quien mirar. Básicamente, me pareció un ejercicio interesante para acercarnos a nosotros mismos, y de eso modo, a los otros.

Sofía Rodríguez dijo...

Desde el momento en que se apagaron las luces me costó concentrarme. Este tipo de situaciones me generan una risa nerviosa difícil de controlar.

Cuando estaba más o menos concentrada en mi respiración, y ya no tanto en aguantar la risa, se prendieron las luces...De vuelta a concentrarse. Lo logré con la primer compañera a la que miré y me devolvió la mirada. Después de un rato cambié de persona y nos sonreímos un poco, tentadas las dos. Eso me alivió. Me hizo sentir que no soy la única tonta que se ríe de nervios.

Camila Iris Rodriguez dijo...

Mientras tenía los ojos cerrados y esperaba la señal había logrado alcanzar cierta relajación, que desapareció inmediatamente al abrir los ojos y buscar ansiosamente una mirada con la que encontrarme. No lo lograba y más apuro tenía. En ese frenesí apareció, y sentí que ponía pausa a la aceleración previa y todo quedaba suspendido en ese momento.
No se la mirada de quién crucé, era un chico. Poco duró la comodidad de haber cumplido la misión, pronto empecé a sentir que estaba presenciando una conexión demasiado profunda como para estar teniéndola con un desconocido, lo que me llevó rápidamente a sentir cierta incomodidad, vergüenza, y ansiedad de nuevo, pero esta vez porque la voz indique que terminaba la consigna y me saque de esa situación poco sostenible. Pensaba que la mirada, profunda y sostenida, es una experiencia que se da con determinadas personas, que en ese momento me estaba pasando con un desconocido, al mismo tiempo que en la vida cotidiana hacía mucho no me sucedía con otras personas más cercanas o afines.
Los segundos pasaban y cuanto más me concentraba en el punto en cuestión, los ojos, más lo perdía de foco. Después de tanta compenetración la definición se fue perdiendo y empecé a dudar si efectivamente se habían encontrado nuestras miradas o simplemente estábamos mirando en direcciones similares con sentido contrario.
Finalmente, mientras miraba algo que no sabía si estaba mirando, mientras pensaba en cuánto más quedaría del ejercicio... volví a escuchar la voz, que me trajo de regreso a la clase y a ese contacto visual inicial, como un zoom out que me devolvió la certeza de haberme cruzado con esa mirada.
Me paré y hablé con mi compañero de al lado, sin saber qué fue de aquel con el que me había conectado.

Unknown dijo...

A mí me tocó hacer el ejercicio con una persona conocida. Al principio me costó sostener la mirada sin reir. De a poco, fui sintiendo que mi respiración se fue volviendo cada vez más tranquila, espaciada, y me pude desconectar por unos minutos del mundo exterior para concentrarme en la experiencia. Pudimos sostener la mirada durante todo el ejercicio; la sensación que me pasaba era de mucha tranquilidad.

Me pareció un ejercicio interesante, especialmente para pensar en lo poco que miramos la gente a los ojos en general, en el día a día.

Mayra Diaz dijo...

El año pasado había realizado un ejercicio similar en la Universidad de San Andrés con Pedro Panigazzi. En esa oportunidad, se nos ofreció el ejercicio para "desconectarnos" y poder pensar la creatividad desde otro lado.
En esta oportunidad, creo que se logró el clima necesario y fue interesante ver la reacción de los compañeros en el aula, ya que es algo a lo que no estamos acostumbrados. La primera parte me gustó más que la segunda, ya que no logré conectar con la mirada de algún compañero/a.

Leandro Degiustti dijo...

En un principio traté de encontrar alguna mirada con bastante timidez. Luego, casi arrepentido de mi vergüenza fui partícipe de la competencia por aguantar el parpadeo a la que aluden varios compañeros. Observé una incomodidad similar de varios compañeros al cruzar la vista y un excesivo parpadeo y miradas hacia abajo al final del ejercicio. Si lo tendría que resumir en sensaciones primero sentí vergüenza, luego "valentía" para tratar de superar el momento incomodo y por último traté de mantener cierta concentración para poder realizar el ejercicio y poder escribir este comentario en el blog.

Luciana Guizzetti dijo...

Me gusto mucho el espacio que generamos, fue muy grato compartir una experiencia así en la facu, romper un poco con tanta estructura y con la prisa de nunca detenernos a ver a quien tenemos al lado. Personalmente, me encantan estos ejercicios, en danza, yoga o meditación, siempre disfruto de estos momentos especiales. Lo interesante fue ponerlos en practica en un espacio que solo pareciera invitar a mirar un punto pijo, el profesor o el pizarrón, pero sin mirar realmente, estando encorvados sobre el banco intentando escribir toda la clase y en ocasiones mirando el reloj a cada rato para huir. Pero no, el espacio óptimo para relajarse, lo construye uno, o entre todos, eso es lo lindo. Siempre me gusto mirar a las personas a los ojos, de hecho siempre digo que si no veo a la persona no la escucho, por eso siempre me siento adelante. Cuando abrí los ojos encontré la mirada de una compañera como si ella estuviera ahí para que yo la mirara, ni siquiera la busque, fue muy fluido y natural. Me gusto sostener las miradas por ese momento, me sentía muy tranquila. Cuando el ejercicio terminó, recordé que hace mucho me habían propuesto el mismo ejercicio, pero era tomados de las manos y mas cerca, y todos íbamos rotando con otras personas, el ejercicio duraba bastante. Me paso algo muy curioso esa vez, dos personas a las que me toco mirar a los ojos, se pusieron a llorar mientras sosteníamos las miradas, no se si fueron emociones positivas o negativas para ellas,siempre me quede pensando en eso. En fin, durante éste ejercicio, no pensaba "que esto acabe ya".

Anónimo dijo...

Florencia Romina Gomez dijo..

En cuanto al ejercicio con la luz apagada y los ojos cerrados, ya lo conocía, porque tenía un profesor de gimnasia que al final de la clase, en la elongación y relajación nos lo hacia hacer , me parece muy bueno , solo que en la clase el jueves me costó desconectarme y entrar en el ejercicio.
Cuando abrimos los ojos y pude conectar la mirada de una compañera, la noté incomoda, ella miraba para distintos lugares y parpadeaba, lo cual me puso incomoda a mí también, siento que las dos sentimos verguenza de mirarnos , y hasta por momentos me causaba gracia, me costó mantener la mirada fija.

Clinica Dulce Espera dijo...

¡Buenas!Me pareció rara la experiencia vivida, será porque no estoy acostumbrada a esas practicas,nunca hice meditación, ni yoga. Hasta el momento de relajación estivo muy bien, la voz tenue del profesor y la luz semi apagada; luego cuando abrí los ojos ví a la mayoría muy concentrado, mirando fijo...Durante el minuto que duro la practica me costo un monton mirar fijo a alguien y como tenía justo en dirección a mí a una compañera la mire a los ojos y traté de poner la mente en blanco y verdad que no fue facil dejar ir a los pensamientos...

Federico Gatón dijo...

Me tomó poco tiempo relajarme y distenderme, tanto que cuando abrí los ojos me sentí un poco invadido. Me asombró lo rápido en el que salí del estado de ensoñación perdido en la mirada de una compañera. Y mirándola me vi mirarla, y me pareció verme algo altanero. Intenté bajar el mentón, sonreir,la vi, me ruboricé y bajé la mirada. Me sentí invadido y me puse altanero, es algo que suele pasarme pero por lo abrupto del cambio me resultó epifánico verlo tan claro. Muy bueno.

Magalí Merchert dijo...

En cuanto al ejercicio de relajación, como ya dijeron por ahí, también me recordó a un ejercicio que hacía cuando en algún momento hacía yoga. A pesar de tener presente el contexto de clase, la luz apagada y los ojos cerrados me ayudaron a relajarme. La experiencia de mirar a los ojos me resultó fallida, intenté mirar para otro lado pero finalmente quedamos mirándonos con una de mis amigas con la que curso la materia. El conocernos mucho lo hizo creo que aún más incómodo que de haberlo hecho con alguien a quien no conociera, perdimos varias veces el contacto y hasta no pudimos controlar la risa. Cuando intentamos cambiar miradas con otros compañeros, todos ya estaban ocupados con alguien y no pude establecer otro contacto visual.

Ana Sofía dijo...

Con la luz apagada, los ojos cerrados y la voz del profesor de fondo me resultó muy fácil relajarme y comenzar a ser consciente de mi cuerpo con todas sus partes. Creo que imaginé lo que se venía porque es un método que utilizo muy a menudo para meditar. Concentrarse en la respiración, la inhalación y la exhalación, es el puntapie en poder lograr tener la mente en blanco. Antes de contar hasta tres y saber que luego tenia que abrir los ojos y mirar a alguien que no iba a conocer me comenzó a dar verguenza y el cuerpo me empezaba a molestar, como si todas esas partes de las que antes había sido consciente de repente sobraban de mi cuerpo: las manos, las piertas, la espalda erguida. Abrí lo ojos y durante todo el ejercicio nos miramos sin pestanear. Eso no fue algo que decidí, simplemente mis pensamientos estaban destinados a mirar y sentir que nadie más podía llegar a estar mirándome. Duró hasta el final la sensación de que toda mi energía estaba puesta sólo en la mirada, lo demás sobraba, no tenía lugar o en cualquier posición quedaba incómodo. Terminé con mucho dolor de ojos.

Melisa Turtula dijo...

Coincido con varios puntos comentados por los chicos. A la hora de cerrar los ojos y relajarme, sentir el peso del cuerpo y conectarme con él me costó sobre todo desenchufarme, dejar de pensar en qué seguía, dejarme llevar, supongo que tiene un poco que ver con el poquito tiempo que teníamos. En algunas clases de teatro, para entrar en calor, hacíamos el ejercicio de encontrar y fijar miradas. Me ponía nerviosa igual que la clase pasada, no solamente por el miedo a no encontrar una mirada sino también por mantenerla. En verdad no se si el sentimiento es miedo, creo que es más la incertidumbre de qué está pensando el otro, qué ve, si siente vergüenza o no, si está cómodo. Tampoco ahí podía dejar de pensar, todo el tiempo estoy pensando, por eso también en un punto me resulta difícil de entender lo que estuvimos hablando sobre la filosofía Zen. Me parece que salir de la forma a la que estamos acostumbrados en una clase es una buena manera de experimentar lo que estamos aprendiendo en la teoría.

Unknown dijo...

La verdad es que me costó mucho mantener la mirada con alguien sin reirme o sentirme incómoda. La incomodidad hizo que constantemente desviara la mirada hacia el vacío, casi como un acto reflejo, como si mientras miraba a alguien estuviera conteniendo la respiración y necesitaba largar el aire de a ratos. Esta dificultad para sostener la mirada me hizo pensar en que no se cuantas son las veces que nos miramos a los ojos con el resto de las personas con las que vivimos. Siento que no pude lograr dejarme llevar del todo con el ejercicio, pero sin embargo me dejó reflexionando.

Guarnerio Luciano dijo...

el ejercicio de la mirada me resulto un desafio, el encontrarme primero a mi mismo, y luego poder ver que del otro lado, en otros ojos, habia un sujeto distinto a mi que buscaba sostener la mirada. Aunque trate de entender mas del otro, que pensaba, quien era.