viernes, septiembre 07, 2007

Del cuaderno de bitácora

"El verdadero poder está dentro de uno", me dijeron que dije en la clase de ayer, haciendo referencia andá a saber a qué cosa.

Y me pidieron que lo anotara en alguna parte, por eso de que lo que mejor se enseña es lo que más se tiene que aprender y demás. Y yo entonces, obediente al fin y al cabo, lo dejo anotado acá en el blog.

Pero también dejo anotada esta otra frase, que también me dijeron ayer, misma persona, mismo lugar: "Hoy me gustó ser yo".

Y pienso que claro, que si uno pudiera cambiar algunas cosas como para que ese yo fuese ligeramente diferente de lo que es seguramente lo haría; cosas relacionadas con el paso del tiempo, ponele, u otros detalles menores relativos a diferentes cuestiones, que cada cual se ponga su sayo. Pero bueno, también es sabido es que hay cosas que no podemos cambiar.

Y sin embargo Sartre dice que el hombre siempre es libre. Y esto es algo que me quedó pendiente, y lo anoto acá para no olvidarme de comentarlo en la case que viene. Porque es importante.

Según Sartre siempre hay cosas que podemos cambiar. Siempre hay por delante al menos dos alternativas entre las cuales decidir. Y es un difícil desafío, que también nos define como sujetos. Sujetos sujetados a la propia libertad, entre otras sujeciones varias y diversas, el difícil punto de equilibrio, etcétera.

Ser libre siempre es bueno, de más está decirlo; pero no siempre es cómodo. ¿Qué cosas podremos hacer con este poder que tenemos dentro nuestro? La respuesta no es sencilla. Me recuerda aquello que escribió alguna vez Sábato:

¿Qué se puede hacer en ochenta años?

Probablemente, empezar a darse cuenta de cómo habría que vivir y cuáles son las tres o cuatro cosas que valen la pena.

Un programa honesto requiere ochocientos años. Los primeros cien serían dedicados a los juegos propios de la edad, dirigidos por ayos de quinientos años; a los cuatrocientos años, terminada la educación superior, se podría hacer algo de provecho; el casamiento no debería hacerse antes de los quinientos; los últimos cien años de vida podrían dedicarse a la sabiduría.

Y al cabo de los ochocientos años quizás se empezase a saber cómo habría que vivir y cuáles son las tres o cuatro cosas que valen la pena.

Un programa honesto requiere ocho mil años...

Etcétera.

De más está decir que esto no es una consigna. Pero nobleza obliga: ayer, al menos por un rato, me gustó ser yo; y en parte eso tuvo que ver con el gusto de dar una clase en la facultad. El resto es aprender a vivir, lo cual jamás ha sido una empresa sencilla de abordar. Pero es necesario afrontar el desafío. Buen fin de semana.