viernes, junio 08, 2007

Curiosidad uno: Química y pastillas

Hablando de sensibilidades aturdidas (véase más abajo lo del boyfriend pillow), he aquí la noticia a la cual refería ayer en el práctico: una nueva droga que sirve para borrar de la memoria recuerdos traumáticos.

La psicoanalista Ethel Edith Greizerstein reflexionaba así, en torno de esta noticia: "¡Casi nada! ¡La idea es borrar un trozo de tu vida así como así! Me parece interesante pensar en el tema, y unas cuántas películas lo hicieron, pero eso era ficción. Y ahora parece que va en serio. Ya las ratas no necesitan diván. Administrándoles propanol, que bloquea los neurotransmisores, los dulces animalitos a los que les habían dado un shock eléctrico simultáneo a un sonido, lo olvidaban y podían seguir amando a los humanos. ... Si estos dulces animalitos estuvieran por ahí, haciendo su vida, y olvidaran que este sonido tiene consecuencias dolorosas, no podrían defenderse porque habrían olvidado las consecuencias y serían como los humanos, que tropezamos dos veces con la misma piedra.

"Nuestra memoria -no tanto la memoria como el olvido- es selectiva. Ciertas cosas no recordamos y recordamos otras distorsionadas (recuerdos encubridores). Señalo esto con el fin de no pensar el recuerdo como un texto del que se puedo borrar un pedacito... sin consecuencias. Pero ¿es conveniente olvidar? ¿No sería prudente permanecer alertas, elaborar los duelos y exigir respuestas sociales y políticas correctas, para el caso de acontecimientos como los ataques terroristas, Cromañón y tantos otros?

"Todo un tema este de los duelos. Parecería que en nuestra cultura actual no se debe sufrir, no se puede tener un duelo. Estamos ametrallados por publicidades que nos dicen que no tenemos por qué sufrir; ante el más pequeño dolor tenemos XXXX-plus o la clásica YYYY-con vitamina, y si no disfrutamos de la vida es porque no consumimos RRRR-con magnesio. Sí, tenemos que drogarnos, así de sencillo. ¿Paradojal, no? Porque el tema de la drogadicción es un problema a nivel mundial y según parece los gobiernos la persiguen. Vamos de vuelta: no debemos sufrir pero no debemos drogarnos. Si para no sufrir los laboratorios nos ofrecen un montón de pastillitas que les vienen bien a sus bolsillos, ¿por qué no se permiten las otras drogas que no pasan por sus bolsillos? Pero eso es otra historia.

"Estamos en una cultura que promueve la inmediatez, el todo ya. Nos movemos apurados exigiendo un máximo rendimiento en todo momento. El sufrimiento no es escuela, la frustración no aporta, sólo resta. El dolor debe ser vengado o suprimido. No hay tiempo de elaboración, de ligaduras. Las especialidades buenas para los planes de salud oficiales son las que son breves, rápidas y supresoras de síntomas."


Hasta aquí la transcripción del texto de Greizerstein. Y yo me pregunto, junto con Manu, si finalmente deberíamos llegar a la conclusión de que sólo somos el resultado de procesos químicos, pasibles de ser modificados, potenciados o suprimidos con un comprimido adecuado al efecto. Hay quienes piensan que sí. Y si quieren vean este artículo que habla sobre los componentes químicos que hacen a la atracción sexual. Por algo es que en el lenguaje cotidiano hemos reemplazado el ya viejo "hay onda" por el más moderno "hay química"... Y más allá de esto les pido que vean, si es que todavía no lo han hecho, La naranja mecánica, la película de Stanley Kubrik sobre la novela de Anthony Burgess. Me gustaría trabajar en algún momento sobre ella.

Mientras tanto, reconozco que mi racionalidad no me permite llegar a tanto. No estoy dispuesto a admitir que el amor, el dolor, las esperanzas, los miedos, el enojo, la poesía, o esa indecible dimensión que llamamos alma, sean el simple resultado de un imprevisto cocktail químico. Pero esto no quiere decir que yo no esté equivocado. Tal vez sea que mi química no me deja admitir semejantes revelaciones.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo diría que haber sido es la forma más segura de ser.
El pesimista se parece a un hombre que observa con temor y tristeza como su almanaque, colgado en la pared y del que a diario arranca una hoja, a medida que transcurren los días se va reduciendo cada vez más. Mientras que la persona que ataca los problemas de la vida activamente es como un hombre que arranca sucesivamente las hojas del calendario de su vida y las va archivando cuidadosamente junto a las que le precedieron, después de haber escrito unas cuantas notas al dorso. Y así refleja con orgullo y goce toda la riqueza que contienen esas notas, a lo largo de la vida que ha vivido plenamente.
¿Qué puede importarle cuando advierte que se está volviendo viejo?
¿Tiene alguna razón para envidiar a la gente joven, o sentir nostalgia por su juventud perdida? ¿Por qué ha de envidiar a los jóvenes?, ¿por las posibilidades que tienen, por el futuro que les espera?
"No gracias" pensará. "En vez de posibilidades yo cuento con las realidades de mi pasado, no solo la realidad del trabajo hecho y del amor amado, sino de los sufrimientos sufridos valientemente, estos sufrimientos son precisamente las cosas de las que me siento más orgulloso aunque no inspiren envidia."

Victor E. Frankl "El hombre en busca de sentido".

Anónimo dijo...

Puede parecer un poco ingenuo mi planteo... pero no puedo pensar que sólo somos el resultado de un conjunto de reacciones químicas...
Eso no me explica el dolor que me produce una pérdida, ni tampoco me habla de la emoción que me produce un abrazo espontáneo de mi sobrino... No me dice nada sobre las sonrisas que me roba un te quiero en el teléfono ni sobre la melancolía que me da escuchar por la radio una canción olvidada ...

Cuando Saint Exupéry nos dice: “Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos” ... de qué escencia nos estará hablando?

Puede ser que algún día la ciencia nos demuestre que sólo somos el resultado de una serie de procesos químicos... pero les pido un favor... a mi no me lo cuenten... yo quiero seguir en mi isla...

Anónimo dijo...

Hubo una época en mi vida en que ansiaba ser una paloma para dejar de sufrir. Soñaba con que me sacaran el chip del recuerdo para dejar de pensar. Pero, ¿saben qué? Un día, hice “clic” y me di cuenta de que, si olvidaba, podía volver a pasarme lo mismo. No hay vuelta que darle: no crecemos cuando las cosas van bien, sino cuando alguna situación nos obliga a pensar y a replantearnos las cosas.

Lo que pasa es que esto es como la depilación (perdón por lo tosco del ejemplo, pero creo que es muy claro): hay que sufrirla, pero ¿no habrá otra solución tan eficaz pero menos dolorosa? ¿No habrá alguna otra forma de crecer, que no sea a los golpes?

Anónimo dijo...

Me encantó lo de Víctor Frankl.

Nicolás Bassani dijo...

La experiencia del sufrimiento nos marca con fuego sobre la piel es así, la mentablemente no podemos aprender tan rápido de los errores ajenos sino de los nuestros propios. En cuento a la química, yo creo que lejos estamos de ser una conjunción de reacciones químicas, el misticismo que conlleva en la sangre todo ser humano es producto de una conexión entre dos almas, o como quieran llamarlo. El problema es que nosotros en el día a día perdemos de vista lo especiales que somos y nos comemos la historieta del ser postmoderno. La química explica muchas cosas, es cierto pero seguro no puede explicar los sentimientos tan fuertes que han pasado por mi ser, de eso estoy seguro.